25: El álbum

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Un poco cansada, y con ganas de tirarme a la cama para seguir durmiendo, ya que me dormí como a las tres y media am cuando regrese a mi casa en la madrugada, y me desperté a las diez am, luego de almorzar maíz asado con Sonia, camino a mi cuarto que se nota que necesita limpieza. Mi libro que estaba leyendo ayer esta tirado junto a otros libros que se me cayeron por buscar algún entretenimiento mientras esperaba a que sean las diez, y mi vestido celeste se halla encima de las sábanas de mi cama donde también hay otras prendas de ropa que saque de mi ropero hace muchas horas.
Empiezo a ordenar, limpiar y poner todo en su lugar.

Ahora llevo puestos pantalones deportivos azules, mi camiseta blanca con dos corazones de diseño, y tenis negros.

Cuando termino de ordenar toda mi recámara, me siento en mi cama, agarro la fotografía familiar que me dio el joven, y vuelvo a leer la posdata que anoto detrás.
No me canso nada de leerla.

Cada palabra, y cada letra que está ahí me hace sentir segura, me imagino a ese chico a mi lado, y se me quitan por completo los miedos que tengo, los cuales dos de ellos son la oscuridad y Gary.

Reconozco que gracias a esa posdata que me pareció hermosa, y el mensaje debajo del mapa dibujado de como volver a Woodbridge, felizmente pude caminar con valentía hasta mi calle, pero tarde unos sesenta minutos o más en llegar a mi casa por lo lejos que estaba.

Apenas pase a mi cuarto, llena de sueño, me cepille rápido los dientes, y corrí a acostarme en mi cama.
No dormí muy bien en toda la noche porque no paraba de pensar en tres cosas: en la hermosa nota, en las palabras de Claro, y en la posible razón del porqué Sombra se fue, en lugar de llevarme al barrio (el chico muerto).

Casi me olvido de que por un motivo yo quería la foto familiar de mi vecino, cuando de repente mi hermana abre la puerta de mi cuarto, y sin tocar.

—¿Qué tal, enana? Te traje un regalo —avisa, sonriendo.

—¿Qué es eso? —le pregunto. Observo que trae un libro marrón en ambas manos.

—Un álbum.

Guardo la foto en un bolsillo de mi pantalón, y me acerco a Sonia, —¿Un álbum de fotos? —le hago esa duda, curiosa.

—Así es. —Pone esa carpeta en mi cama, y se sienta en frente de mí—. Como me di cuenta de que no parabas de ver esa fotografía, y posiblemente necesitabas un lugar seguro para guardarla, aquí tienes. —Hace una incómoda pausa—. Era el viejo álbum de nuestro padre. De seguro está casi vacío, y no haya tantas fotos, así que puedes quedártelo.
Ya le pregunté a mamá, y me dijo que no tiene ningún problema si lo quieres vaciar, y guardar tus propios recuerdos ahí.

Lo único que sé sobre ese señor que alguna vez tuvo una relación bonita con la Señora Fuentes es que su nombre era Rafael Theller, supuestamente se dedicaba a matar gente y vender drogas a escondidas, y cuando cumplí los seis meses, se largo de la vida de su esposa, su primera hija y mía.
Según me contó hace poco la hermana de la mujer que me dio la vida, ese hombre hasta el día de hoy es un delincuente (el más peligroso de Detroit), está casado con una morena con la cual le hacía infiel a mi madre, y tiene un hijo de 20 años.

No tengo ningún recuerdo de ese tipo, pero hay ocasiones en las que me gustaría verlo solo para conocer al menos una cosa de él: su rostro.

—Gracias, Sonia —le entrego un gran abrazo en señal de que me gusta su regalo. Se lo agradezco.

—No hay de que, enana —me besa con ternura en la mejilla—. Oye, por cierto, ¿me muestras esa foto que guardaste en tu bolsillo y no parabas de ver? —me susurra al oído. De seguro hace rato, abrió un poco mi puerta sin que me dé cuenta, y como me espió con la fotografía en mis manos, tiene curiosidad de por qué no paraba de mirarla. Lo que ella no sabe es que leía la nota que decía detrás.

El Mudo [El oscuro secreto de Sombra Claine]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora