Raíces de Lealtad y Amor (Volkacio)

IV

Volkov había estado viviendo en la casa de Horacio durante todo este tiempo. Aunque nunca había visto a Horacio en un estado físico realmente preocupante, había ocasiones en las que se encontraba con salpicaduras de sangre en el suelo o en el baño. Horacio se apresuraba a limpiarlas rápidamente, haciendo todo lo posible por ocultar su estado de salud.

A pesar de su aparente buen estado, Volkov no podía evitar preocuparse por Horacio. Sabía que la enfermedad de las flores seguía siendo una parte de su vida, y las muestras ocasionales de sangre eran un recordatorio constante de la lucha silenciosa que su amigo estaba librando. Aunque Horacio intentaba mantener su condición en secreto, Volkov sabía que no podía ocultarla por completo.

La vida había sido una lucha constante para ambos, y esa lucha continuaba sin tregua. Volkov siempre había creído que juntos podrían superar cualquier desafío, pero para Horacio, las cosas parecían empeorar cada día. La enfermedad de las flores seguía avanzando, y en su revisión médica recurrente, descubrieron que las raíces en sus pulmones estaban empezando a crecer.

Horacio sabía que debía mantener su estado en secreto, pero las flores estaban empezando a cobrar un alto precio. La enfermedad estaba comenzando a afectar su capacidad para realizar sus actividades cotidianas como agente del FBI. Cada día se volvía más difícil para él mantener su salud en secreto, y la preocupación de Volkov y sus amigos, aumentaba con cada señal de deterioro que veían.

Los agentes del FBI continuaban prestando una atención constante a su director, preocupados por su salud y esforzándose por ayudar en todo lo posible. Si bien muchos no tenían conocimiento completo de lo que estaba sucediendo con su jefe y amigo, sabían que algo estaba mal. Sus preocupaciones se intensificaron cuando el director comenzó a desmayarse incluso durante procedimientos y operaciones. Las preocupaciones eran compartidas en voz baja en los pasillos y oficinas de la agencia, pero el respeto y la confianza que tenían en su director eran sólidos. A pesar de la incertidumbre, los agentes seguían dispuestos a seguir sus órdenes y a trabajar incansablemente por él.

La lealtad que Horacio inspiraba en su equipo era un testimonio de su liderazgo y carácter. Aunque su salud se estaba deteriorando y las circunstancias eran cada vez más difíciles, los agentes estaban decididos a estar a su lado y a apoyarlo en todo momento. La solidaridad y el compromiso con su líder eran un vínculo poderoso que los mantenía unidos en medio de la adversidad.

El día en el que Parker le dio la noticia de que Volkov había perdido la memoria, Horacio rio. Hace apenas unas horas, habían tenido una conversación por teléfono y todo parecía estar bien. Pero ahora, al verlo en la cama del hospital en ese estado, Horacio no pudo evitar sentir desesperación. Volkov, el hombre que conocía, el comisario con el que había compartido tanto, ahora parecía un joven cadete, alguien completamente diferente. La pérdida de su memoria lo había transformado en alguien que Horacio apenas reconocía: obediente, respetuoso, silencioso y tímido. Era un giro impactante en la vida de ambos, y Horacio se encontraba en un estado de incredulidad y preocupación ante la situación.

Horacio permaneció junto a la cama de Volkov, mirando al hombre que tenía ante él pero que de alguna manera se sentía como un extraño. Las emociones se agolpaban en su interior, la desesperación, la tristeza y la confusión se mezclaban en su mente mientras intentaba comprender la magnitud de lo que estaba sucediendo.

El silencio en la habitación solo era interrumpido por el zumbido de las máquinas médicas que monitoreaban a Volkov. Horacio recordó todas las veces en las que habían compartido momentos de risas, camaradería y, sí, incluso algunos roces y desacuerdos. La relación que habían construido a lo largo de los años había sido única, y ver a Volkov en este estado tan diferente era una experiencia desgarradora.