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En una familia la cual está conformada por un esposo exitoso en los negocios, con un muy buen estatus económico que gracias a sus empresas adquirió, acompañado de una esposa que se dedica a tomar el té con sus amigas cada dos días y presumir sus riquezas. De aquela unión nacieron cinco hijos: Alexandre (el mayor), Andrew (el segundo), Amanda (la única hija), Aran (el cuarto hijo) y Adrice (el menor).

No todo era amor y respeto en esa familia, a puertas cerrada eran totalmente diferentes.

Desde un padre abusivo y exigente, homofóbico con respecto a sus hijos, una madre infiel y ausente, con un hijo mayor casado con alguien que no ama, el segundo siendo obligado a comprometerse por el bien de la familia, el cuarto hijo queriendo ser obligado a estudiar una carrera que no quiere hasta, la única hija y el menor siendo libres, haciendo lo que quieren al tomar sus propias decisiones sin ser presionados o golpeados.

No hay que entrar en detalles, por el momento aquella familia no será relevante; los primeros dramas empezaron a mitad del mes de enero en una de las tantas discusiones que aparecen en el desayuno.

— ¿Por qué terminaste la relación? — pregunta furioso su padre — ¡Estás loco!

El cuarto hijo había sido forzado a establecer una relación con uno de los socios de su padre, pero tal amorío lo tenía cansado físico y mentalmente.

— Padre, si tanto te molesta puedes salir con ella.

— Eres un insolente.

— Lo que digas padre — soltó — no soporto tu cinismo.

— ¡Aran! — exclamo el hombre, viendo como su hijo se alejaba del comedor.

Porque para él, sus hijos eran un simple negocios, su hija no lo era, pero sus hijos si, los veía así e intentaba emparejarlos con las hijas de cualquier millonario que pudiera invertir, para mantener una reputación alta y no perder nada de lo que había adquirido a lo largo de los años. Nunca les pregunto si ellos querían, nunca les consulto sobre esos temas sentimentales o qué tipo de chicas les gustaban, siempre se debía hacer lo que él quería, porque así fue educado, fue obligado a casarse con su esposa,  ese fue el trato que le dio su padre cuando era niño y era lo que sus hijos recibían de él.

Pero ellos ya estaban hartos en silencio, aun no tenían la suficiente valentía para gritárselo a la cara, solo esperaban que ese momento llegara rápido; aquel chico salió rápido de su casa tomando las llaves de su coche, azotando la gran puerta de la entrada, indignado por culpa de aquel hombre, al quererlo seguir emparejando con chica de voz chillona que ya no soportaba más. Estaban juntos desde que empezaron la secundaria, pero ya estaba cansado, asqueado, harto, necesitaba un respiro de aquella niña mimada que no se le despegaba de encima.

Arranco el auto y salió de la villa donde estaba su gran casa, en busca de un lugar más tranquilo para pensar y ver qué hacer con su vida, cual era el siguiente paso debía dar, si tomarse un año sabático o buscar una universidad; no quería ser obligado por su padre a escoger y estudiar una carrera que no quería.

Condujo hasta aquel mirador donde solía ir a ver la ciudad cuando quería estar solo; al salir del auto se recostó en el capo de este para soltar todo el aire que tenía retenido y sentir un poco de paz para poder calmar sus pensamientos. Imaginaba una vida diferente, no lejos del dinero sino, con un padre diferente; sus minutos de paz no duraron mucho cuando escucho detrás de él, como el motor de otro auto se detenía.

— ¿Por qué le hiciste eso? — pregunto furioso su amigo, mientras azotaba la puerta del auto y caminaba en su dirección — ¿Por qué le terminaste? Solo la lastimas.

— ¡Hay por favor! — exclamo con ironía — como si no supiera que tú y mi ex tuvieron sexo en noche buena.

Lo que vio fue como el puño de su amigo se estampo contra el lado derecho de su rostro.

— Eres un imbécil.

— No, soy un buen amigo — dijo con ironía — así ambos pueden estar juntos sin verme la cara de estúpido ¿Hace cuánto te la tiras?

— ¡Eso no es cierto!

— Se lo escuche decir a ella misma esa noche — comento — mientras hablaba con sus amigas en la cocina de mi casa.

— Eso no es cierto.

— No soy tu amigo, eso lo sé ahora — argumento — no es necesario que me creas.

Se alejó muy lentamente mientras se colocaba de nuevo delante de su auto y volvía a colocar la vista en el cielo, a lo lejos se escuchó como aquel otro auto arrancaba volviéndolo a dejar solo, con sus pensamientos y con su corazón sintiendo decepción. Sabía que estaba solo, se sentía mal por eso, sus amigos solo eran sus amigos por el dinero de su familia, no era cercano a sus hermanos, no hablaba con su madre, su abuelo siempre estaba encerrado en el estudio y ahora su exnovia la había dejado de querer hace tiempo; cuando noto lo mimada y caprichosa que era.

Estaba solo.

¿Por cuánto tiempo más iba a soportarlo?

Cuando el sol bajo encontrándose con el horizonte supo que era momento de volver a aquella gran casa que no se le podía llamar hogar, aquella casa llena de muebles y de empleados, más que de la propia familia. Debía volver a fingir que todo estaba bien. Para otros sería estupendo la idea de volver a una casa donde los padres nunca estén, pero Aran se sentía mal, sabía que no lo amaban y que debía tomar una dura decisión y decírsela al único hombre que no le gritaría lo incorrecto que era pensar en ello.

De camino a casa escuchando alguna canción que salió en la radio, presencia un accidente; algo que lo marcaria para siempre. Frenando en seco su bolsa de aire se activó golpeándolo dejándolo inconsciente unos minutos, abriendo sus ojos lentamente pudo distinguir algunas figuras saliendo de aquel autobús que llegaba a la ciudad.

Salió como pudo del auto y camino hacia ellos sintiendo como su cabeza daba vueltas, todo a su al redor se movía pero no le tomo la suficiente importancia quería ayudarlos, quería ayudar a los pasajeros que aún seguían vivos. Subió por uno de los lados, ya que aquel autobús se había volteado para uno de sus lados, el olor a gasolina era fuerte, entro por una de las ventanas de emergencia para buscar a las personas que quedaban.

Encontrándose con una escena lamentable, había un anciano y un mujer atrapados en uno de los asientos, algunos metales atravesaban sus cuerpos; llegando a ellos sintiéndose mal porque jamás había presenciado algo así rodeado de dinero y de lujos.

— A-ayuda-ayúdanos.

Entrando en crisis, no supo que hacer no había manera de sacarlos de donde estaban apresados sin que perdieran más sangre.

— Es imposible — dijo sintiéndose mal. — no sobrevivieran si-si lo hago.

— Sal-salva a mi hijo — susurro la mujer con pocas fuerzas — su-su nombre es...

Ayudo a otros pasajeros a salir, busco al niño que la mujer decía pero dentro del autobús no estaba, así que con las pocas fuerzas que tenía salió del lugar y antes de caminar unos pasos aquel gran aparto con ruedas exploto. Dejo a todos aturdidos por varios segundos, tenía en su mente la voz de aquella mujer que le decía que salvara a su hijo, que lo cuidara.

Su rostro ardía y su cuerpo dolía, se colocó de pie y camino entre las personas.

— ¡Davide! — Grito su nombre.

Hasta que a los lejos vio a un pequeño gritando.

— Mamma, ¿Dove sei? — Llamo a su madre.

— ¿Eres Davide?

Este solo asintió con lágrimas en sus ojos, supo que era el, el niño que la mujer le pidió que lo salvara, al ver sus ojos y los que estos reflejaban supo que tenía que cuidarlo y llevarlo al lugar donde vivía el resto de su familia.

Ahora el niño dependía de él y debía protegerlo como fuera, hasta que estuviera en su hogar y a salvo.




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⏰ Última actualización: May 14 ⏰

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