Del lat. Conticinium.
Hora de la noche en la que todo está en silencio.El día de Elaine había sido tranquilo, sin mucho drama. Solo ir al liceo, pasar el tiempo con sus seres queridos y amigos y haciendo alguna que otra actividad que disfrutaba. Luego del aparentemente fugaz día, la noche calló.
Las calles se veían iluminadas por hileras de faroles y la luz de la menguante luna.Elaine se encontraba recostada sobre su cama y envuelta entre sus suaves sábanas. Luego de haberse puesto pijama, arreglar su mochila para el día siguiente de clases y hacer su cuidado de piel, observaba una vela.
Una única vela encendida encima en su mesa de noche, una delicada y pequeña vela.
Vio cómo esta se movía con el mínimo movimiento cercano a ella y por cada viento que la visitaba, por más leve que sea, viéndose violentamente afectada y amenazando con la posibilidad de apagarse.
Sin embargo, ahí seguía, iluminando lo más posible a los más cercanos a ella y brindándoles cierta calidez y comodidad.
Admiraba cómo esta se beneficiaba de lo único que la rodeaba y la sostenía para seguir en pie, derritiendo la cera sobre la que se encontraba y usándola como combustible para seguir brillando y existiendo.
Y allí se encontraba este maravilloso objeto, en calma y tranquilidad, siento testigo de la mera existencia en si.
Al igual que la vida misma, la vela no sabía cuando su existencia llegaría a su fin. Pero tenía que hacerlo, era parte de la vida. Ya sea porque la mecha se consumiría por completo, sin haber más para que la vela siga ardiendo, o... debido a Elaine.
La diferencia entre la vida de Elaine y la de la vela, era que Elaine si sabía que la existencia de esta brillante porción de fuego llegaría a su fin, porque ella sería la que provocaría este suceso.
Creando una brusca brisa para que esta se apagase, debido a que ya no necesitaría más sus servicios por el resto de la noche, apagó la vela.
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Amor a las velas ₊˚.༄
Non-FictionLes comparto, a través de Elaine, las noches en las que espero a que me entre el sueño.