Desde que el decreto imperial llegó a la residencia Shi, cada noche Shi JiuQing encendió incienso y elevó plegarias a los Dioses por el bien de sus hijas. Y aunque Shi QingXuan trató de consolar a su madre, por dentro también sufría el pesar de tener que decirle adiós muy pronto.
Por otro lado, Shi BianYe no tardó en contemplar las posibilidades que esa oportunidad le ofrecía a su familia. En cuanto sus hijas fueron consideradas candidatas para integrarse al harén del principe heredero de XianLe, su ambición desmedida despertó. No le complacía la mera idea de que fueran simples concubinas, una de ellas debía ser la futura emperatriz.
Sin embargo, no importó cuántas veces Shi BianYe las aconsejó para acercarse al príncipe Xie Lian, la única que parecía dispuesta a seguir sus órdenes, era Shi WuDu.
Ante esa situación, el abuelo Shi WangLiu solo reía y reiteraba que el destino no se puede forzar. Cuando un durazno crece y adquiere su mejor consistencia, sonrosada y jugosa, no importa cuán apetecible pueda ser, o cuánto se le haga destacar en un tazón palaciego, si el príncipe no está dispuesto a comerlo, no tocará sus labios ni por la fuerza.
Estas palabras solo hacían que Shi QingXuan se preguntara qué tipo de persona podía ser aquel príncipe coronado de flores. Era famoso por su belleza, y su destreza en las artes marciales, pero también se sabía que tenía muy escasa inclinación hacia las mujeres. Muchos rumores, tal vez maliciosos, decían que lo suyo eran los hombres.
De ese modo, la estación de los cerezos culminó y muy pronto el verano también se despidió. Fue durante un día de principios de otoño cuando dos ostentosos carruajes finalmente acudieron a la residencia Shi para llevarse a las hijas de aquella familia, era momento de cumplir con su contribución acordada con los monarcas de XianLe.
A Shi QingXuan no le gustaban las despedidas, aun cuando los preparativos para partir al palacio de la corte real habían tardado meses, cuando llegó el día definitivo, todavía no estaba lista para separarse de su familia.
Por su parte, Shi WuDu no perdió tiempo en vistosas demostraciones de emotividad o afecto, y se inclinó juntando las manos en una reverencia formal que los mayores observaron con solemnidad. Shi WangLiu sabía que su nieta mayor era tan ambiciosa como su padre, era la que más posibilidades tenía de volverse emperatriz del reino de XianLe.
Sin embargo, a pesar de sentir esa certeza florecer, nunca se dignó a decirlo en voz alta, no pretendía opacar al sol primoroso y jovial que residía en su carismática nieta menor.
Aquel viaje prometía ser largo y tardarían al menos tres semanas en llegar al palacio imperial. Shi JiuQing no dudó en romper la formalidad de la despedida, avanzó en dirección a sus hijas y aprovechó para abrazarlas por última vez.
Al tenerlas en sus brazos, se obligó a contener las lágrimas con gran fuerza de voluntad.
—Mis queridas niñas... —susurró Shi JiuQing con la voz cargada de algo más que tristeza, parecía preocupación—. Tengan cuidado al atravesar el distrito de Long Feng.
La noche previa, los malos presentimientos de Shi JiuQing habían arrojado a sus sueños una premonición espantosa, una de sus hijas tenía la atención de los espíritus de la muerte. Y el nombre de ese distrito estaba encadenado a la predicción que sugería una tragedia durante su trayecto por dicho territorio.
La única que sabía de todo eso, era Shi WuDu. Tanto madre e hija, eran conscientes de que Shi QingXuan no era tan valiente como para emprender un viaje sabiendo que su vida estaba bajo algún tipo de amenaza, la menor de las Shi era de fácil sugestión y por lo tanto, para ellas lo más racional era ocultarle esa información.
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Успокой меня
FanfictionShi WuDu y Shi QingXuan han sido seleccionadas para formar parte del harén del príncipe heredero de XianLe. Sin embargo, durante el trayecto hacia el palacio imperial, un incidente impide que Shi WuDu pueda seguir su camino y de pronto pierde la opo...