Capítulo 1

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No podía ver más allá de ese pozo, un pozo tan oscuro que sin saberlo también se llevaría una parte de mí. ¿Cómo sucedió esto? ¿Qué lo rompió tanto? ¿Cómo no lo vi venir?

No obtenía respuestas a ninguna de mis preguntas, igual que él. La única opción era quedarme en ese lugar en el que nunca pensé encontrarme.


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Ocho meses antes...

Owen

Me encontraba en mi estudio, como de costumbre, era uno de los pocos lugares en donde podía sentirme en paz conmigo mismo. Estaba realizando un tatuaje con la figura de una pluma a un chico, me parecía un diseño muy particular, ya que una pluma puede significar muchas cosas, entre esas la libertad, una sensación con la que nunca me he familiarizado.

Al terminar terminar mi trabajo cerré el local para luego dirigirme a casa. Mamá y mis hermanos se encontraban jugando juegos de mesa en la sala de estar.

—Hola, cariño. ¿Quieres unirte? —me saludó con una sonrisa enternecida, tendiéndome la mano para que la tomara y me sentara a su lado. Tomé su mano, pero no hice ademán de sentarme, su sonrisa vaciló, ya está acostumbrada a mis negativas.

¿Cuándo fue la última vez que me uní a ellos para jugar? No lo sabía, pero fue una época tan feliz y ahora me parecía tan lejana que ya ni siquiera recordaba esa sensación.

—No, mamá. Voy a ducharme y me quedaré en mi habitación. Tengo un nuevo diseño en mente. —Le sonreí levemente para no preocuparla, pero era inútil, siempre se preocupaba. Asentí en dirección a mis hermanos, quienes me devolvieron el saludo en silencio.

Me dirigí a mi habitación. Estaba un poco desordenada y sucia, pero no podía importarme menos. Mamá solía llamarme la atención en ocasiones, pero prefería ignorar sus sermones.

Me tumbé en mi cama apreciando la oscuridad de la habitación, mi mente comenzó a divagar en las mismas cosas de todas las noches, esas que no me dejaban dormir. La misma idea que siempre rondaba por mi cabeza, ¿Qué sucedería si dejase de estar? ¿Algo cambiaría con mi ausencia? ¿A qué me aferro tanto? Trataba de encontrar alguna respuesta a esas preguntas, sin embargo, jamás las hallaba.

Estaba cansado de la misma rutina. Llegar a casa, tumbarme en mi cama y pensar en las mismas cosas una y otra vez, era agotador. Estuve pensando por un buen tiempo hasta que un golpe en mi puerta me sacó de mi prisión mental.

—Cariño, ¿puedo pasar? —preguntó mi madre preocupada. No me gustaba escucharla así; tiempo atrás llegó a dolerme, pero ahora no había más que un incesante entumecimiento del que no podía desprenderme. No comprendía el por qué de mi estado, una pregunta más sin resolver.

—Claro que sí, mamá, adelante. —Entró en la habitación, cerrando tras de sí. Ya sabía su intención al visitarme en el sitio que ella detestaba ver tan desorganizado, como si no tuviera arreglo, pero lo que más le dolía era darse cuenta de que yo me encontraba allí.

Tomó asiento en una orilla de la cama, sus ojos no se apartaban de mi rostro, la preocupación siempre enmarcando su expresión.

—Cariño, me gustaría saber qué te aflige. —dijo con suavidad—. ¿Dónde está mi dulce y alegre niño? ¿Qué ocurrió para que te encuentres en esta soledad? —fueron las palabras que salieron de su boca. Esas preguntas terminaron de quebrar mi alma, si antes pensé que ya no sentía nada, esto fue suficiente para hacerme entender lo equivocado que estaba. Lágrimas resbalaron por sus mejillas, sus ojos, esos que intentaban ver y entender más allá de lo que le sucede a su hijo. Pero le era imposible descifrarlo, porque ni siquiera ese niño sabía qué le sucedía. Él también quería entenderlo.

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⏰ Última actualización: Sep 12, 2023 ⏰

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