Parte única

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Su alteza real, la princesa Charlotte de Maldonia.

Sin duda hubiera sonado increíble, y realmente no le.hubiera molestado casarse con alguien a quien apenas conocía para poder vivir ese sueño... pero, ¿arrebatar el amor de una amiga?... eso jamás podría hacerlo. Tiana jamás la había visto como una simple conveniencia, jamás había querido ser su amiga solo porque era una niña rica, eso era algo que la hacía sentir bien, la hacía sentir que era apreciada por lo que era, por ser Charlotte y no por ser una La bouff.

Al final ella había cedido su sueño, sabia bien que si alguien merecía ese amor, esa era Tiana, pero... parte de ella aún quería poder vivir ese sueño de ser una princesa real... de tener su propio felices por siempre. Sabía que encontrar un esposo no sería problema, después de todo, su riqueza atraía a cualquier caballero de buena familia o no tan buena, pero, ella quería algo más, algo distinto, ella quería alguien que la quisiera por ser ella.

Habían pasado muchas cosas desde la boda de Tiana y la apertura de su restaurante, aún recordaba el nacimiento de su primera sobrina, recordaba la expansión de su restaurante. Pero también recordaba cuando está tuvo que irse de Nueva Orleans para que Naveen tomará su título como Rey de Maldonia, al menos hasta que su hermano menor llegará a una buena edad para tomar el trono, desde entonces no podía verla tan seguido, solo sabía por cartas lo que era de ella en su nuevo reino, aunque siempre en el sobre venían dos cartas, una de Tiana contándome las cosas que pasaban con mi sobrinos y otras cosas, y la otra casi siempre era un dibujo con algunas palabras o anécdotas, siempre firmando de la misma forma, que siempre enternecía a Charlotte: “Para la chica más linda de todo el mundo, la dulce Lottie, te quiere, Príncipe Ralphie de Maldonia”.

Siempre se aseguraba de mandarle una respuesta en su siguiente carta a Tiana. Poco a poco la caligrafía de las cartas iba mejorando y los dibujos iban disminuyendo, cada ves eran historias más concretas y detalladas las que se enviaban.

Cuando Charlotte cumplió 25, dos cartas distintas llegaron de Maldonia, está vez, con una caligrafía impecablez, el príncipe Ralph le deseaba un feliz cumpleaños y le enviaba un hermoso prendedor en forma de jacaranda, sin duda fue un gesto que la joven aprecio con cariño. Esta vez la firma ya no era la misma:
“Para la dulce señorita Charlotte La Bouff, la princesa más brillante de Nueva Orleans, con cariño me despido, Atentamente:
Príncipe Ralph de Maldonia”.

Los años seguían su curso, las pedidas de mano y propuestas de matrimonio seguían siendo frecuentes para la hermosa heredera de los La Bouff, pero los ojos de los pretendientes siempre brincaban entre la agradable vista de la hermosa joven y el brillo encantador de su fortuna, normalmente las pláticas y citas trataban de ellos diciendo porque eran los más aptos para poner sus manos en la fortuna de los La Bouff, o en lo hermosa que era Lottie y en lo rica y hermosa que sería la descendencia entre ellos.

Esta de mas decir que la joven iba uno por uno rechazando aquellas propuestas, sabía que no podía tener a un príncipe a estas alturas de la.vida, pero sentía que al menos merecía tener un amor sincero, no solo basado en su belleza o su dinero.

Entre la correspondencia con Tíana y Ralph, aprender a administrar la fortuna La Bouff, pasar por citas y citas, que por desgracia o fortuna se hacían más escasas cada vez y seguir acompañando a su padre a todos los eventos importantes, los años siguieron pasando, hasta que el aterrador cumpleaños número 30 llegó, su padre aún estaba con ella, aunque los años ya habían pasado en el, los caballeros al fin se habían rendido de obtener sus riquezas, pues ya era considerada como quedada por su edad, gracias al cielo su padre nunca la había forzado a casarse o algo semejante, así que hasta ahora era una dama quedada ante la sociedad, que ni con toda la riqueza había obtenido un esposo, ¿había algo más vergonzoso a nivel social? Si era asi, realmente poco le importaba, ya había perdido todas las ilusiones de que por su puerta entrará algún caballero que le dijera que la.amaria aunque fuese pobre.

Cuando el cumpleaños llegó, la familia La Bouff fue invitada a “La cocina de Tiana” a una cena de gala con la realeza de Maldonia. Cierto era que Tiana ya le había advertido que iba a ir a verla para festejar su cumpleaños, también le había contado que el Joven Ralph ya había elegido una esposa ahora que tenía 18 años. Al menos eso explicaba la falta de respuesta a su última carta, se sentia feliz ante el hecho de que el joven y amable príncipe hubiera encontrado el amor, siendo tan encantador y pícaro, quizá un poco menos coqueto que Naveen, pero compartiendo el gusto musical de este, solo podía pensar en lo afortunada que sería su futura esposa... y en lo encantada que podría estar de conocerla y advertirle sobre lastimar a su pequeño Ralphie y al fascinante brillo en sus ojos miel...

La sociedad juzgaba duramente a las solteronas... más aún a las solteronas cuyos afectos eran dirigidos a jóvenes mucho menores que estás... Quizá podía entender porque la última carta jamás se había respondió, quizá sus afectos habían resaltado más de lo esperado en sus palabras en la última carta, solo suspiraba un tanto cansada ante la sensación de culpa.

Pronto llegó la esperada cena, donde Tiana esperaba en la puerta emocionada por su amiga, ambas sonriendo emocionadas por volverse a encontrar, presentando a Lotti a su segundo sobrino, que apenas empezaba a caminar.

La cena fue tranquila y sin contratiempos, hablando sobre la vida y lo que había pasado, incluso con su padre hablando de la vida y las ganancias, al menos hasta que Tiana se aclaró suavemente la garganta:

-Lottie... tengo curiosidad, ¿realmente no has pensando en casarte con alguno de los pretendientes?

+Ay Tía... ya tengo 30 años, a estas alturas no hay caballero alguno que esté interesando en mi mano por algo que no sea mi riqueza

-vamos Lottie, no seas tan negativa, quizá tu príncipe sigue por ahí

+Bueno, ya eh esperado hasta ahora, ¿no?

Río un poco divertida, aunque la tristeza se colaba entre su voz, siguiendo con aquel banquete, y aunque deseaba preguntar sobre el joven Ralphie, se abstuvo de hacerlo por temor a verse mal en aquel comentario.

Con el paso de la noche y tras el término de la cena, se escucharon las trompetas reales, sobresaltando un poco a Charlotte, si la familia real principal estába hablando con ella en el salón, solo había una persona más que podría llegar.

“Su alteza real, El Príncipe Ralph de Maldonia”

Charlotte no pudo evitar el mirar a la puerta de manera un tanto curiosa y encantada, tal y como lo recordaba, con esa piel acanelada y sus ojos de color almendra, con una brillante sonrisa que encantaba a quien lo viera, pasaron solo algunos segundos antes que este la mirara entre las personas y caminará hacia ella.

Con cada paso que daba, su gesto se hacía serio y el miedo en la mujer aumentaba, casi temiendo que esté expusiera el trágico anhelo de amor que había expresado de forma imprudente...

Cuando esté estuvo cerca, está solo cerró los ojos temiendo al escrutinio público y lamentando.aquella triste carta, o al menos fue haci hasta que sintió que esté tomaba su mano con la delicadeza con la que se acarician los pétalos de una flor, y sintió su corazón derretirse al escucharlo susurrar:

“Hermosa Lottie... mi dulce princesa... tomo 11 años y medio... pero eh vuelto por ti”

Cuando está abrió los ojos, solo pudo verlo frente a ella, de rodillas y con la caja entre sus dedos, de manera anhelante y mirándola, como quién mira una joya que ha admirado tras una vitrina y ahora estaba en su mano

“Pase casi 12 años pensando en si algún día llegaría el momento de poder hacer esto... pensando en si me esperarías o si alguien más atraparía tu corazón... solo me queda estar agradecido porque no fue así... mi amada princesa de Nueva Orleans, ¿me harías el honor, de convertirte también en Princesa de Maldonia y futura reina?”

Las lágrimas corrían por el rostro de Charlotte, ¿podía ser aquello real?, si no lo era, que más daba, ahora era su ilusión, nadie iba a quitársela, ni la sociedad, ni las habladurias, quizá este era su regalo por años atrás haber cedido de buena gana a Naveen... ahora tenía a un príncipe al cual sabía que amaba, sin importar la edad o el “buen juicio”, que más daba.

+ ¡SI! Sisisisisisi, ¡¡claro que sí me caso contigo!! 

El príncipe solo río ante la emocionada reacción de esta, ¿acaso podía siquiera pensar en una reacción menos emocionada? Jamás de su adorada princesa rosa, Deslizó el anillo con un diamante rosa en forma de corazón en su dedo antes de cargarla por la cintura, haciéndola girar con en y besándola, después de 11 años, al fin podía besarla... la espera había valido la pena

Marry me, princessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora