Little Maxine

.

Había llegado el día en que le daría la bienvenida a su primer hija. Había sido un embarazo muy difícil. Max, su esposo, había fallecido tan solo una semana antes de él enterarse que estaba esperando un bebé suyo.

Sufrió tanto la pérdida del amor de su vida, le lloró semanas, meses, sin entender porque la vida le quitaba una parte de su alma. Porque eso era Max para él, su alma y vida entera. Extrañaba verlo por el paddock, en el podio, riendo con sus ingenieros, pero sobre todo extrañaba despertar sobre su pecho, abrazarlo, besarlo.

Todo eso lo había llevado hasta aquí, la habitación del hospital privado se sentía en cierto modo cálida, Christian le había llevado flores, los pilotos igualmente llenaron la habitación de regalos y cosas que Sergio fuera a necesitar.

En cierto punto se sentía protegido, no estaba solo. Tenía a todas esas personas importantes en su vida ahí, a su lado.

Pero, como quisiera que Max estuviera ahí, tomando su mano y apoyándolo en el proceso.

.
.
.

- "Ok, Sergio, necesito que respires, yo sé que estás agotado porque llevamos mucho tiempo en esto, pero por favor da lo mejor de ti, es tu nena"
decía su doctora, quien había llevado el control de todo su embarazo.

- "No puedo, no puedo, me duele mucho" Las lágrimas recorrían su rostro, no recuerda sentir un dolor físico tan horrible como este.

Paola, su hermana, era quien estaba a su lado, Sergio había decidido que su hermana lo acompañara en el parto pues ella siempre fue su aliento, lo ayudaba día con día con lo que fuera que necesitara. Nunca lo dejó solo.

- "Sergio dame un empujón más, vamos"

Respiró lo más que pudo y lo hizo. 1, 2, 3 segundos, listo, necesitaba descansar otra vez.

- "Paola ya no puedo" decía llorando, totalmente cansado, su frente bañada en sudor.

Sabía que un parto era difícil y complicado, pero nunca imaginó cuanto.

- "Si puedes Michel, por favor, aquí estoy contigo, puedes con esto mi niño"

Y jura que lo sintió, sintió como si su esposo le dijera "Vamos mi amor, haz pasado por tanto para llegar aquí, trae al mundo a nuestra princesa"

- "Puja Sergio, vamos" dijo una vez más su doctora

- "AAAAAAAAAAA"

- "Respira respira, ya la veo, ya veo su cabecita, ya viene la nena" mencionó la joven doctora con un ligero tono de emoción.

Paola se asomó y vio esa pequeña matita de cabellos dorados.

- "Ya viene Sergio, ya viene la pequeña Maxine" dijo alentándolo a seguir.

Sergio dio un último empujón, usando todas las fuerzas que le quedaban mientras cerraba los ojos. Y entonces escuchó las voces de la doctora, las enfermeras y su hermana.

- "Bienvenida al mundo princesa. Muy bien Sergio, hiciste un increíble trabajo" la doctora tomó a la bebé y la entregó a las enfermeras.

- "¡Sergio lo hiciste! Maxine ya llegó al mundo, mi sobrina hermosa" decía Paola sintiéndose la tía más feliz del mundo en ese momento.

Michel estaba agotado, suspiró mientras se dejaba abrazar por Paola y las enfermeras iban a limpiar y pesar a la bebé.

- "3 kg con 400, 49 cm. Una bebé muy sana. Felicidades Sergio" comentó su doctora.

Una de las enfermeras puso a la recién nacida sobre el pecho de su madre.

Oh. No recuerda haber sentido esto antes. Escucha el llanto de su bebé. Su nena, por fin la tenía junto a él, le dio un beso en su cabecita y entonces la vio, vio su carita.

Esos ojitos, su pequeña naricita, ese gesto que hacía mientras lloraba, el mismo que hacía Max cuando le hacía algún berrinche.

Maxine era idéntica a su papá.

Sergio lloró al darse cuenta de esto, se sentía tan enamorado de su pequeña cachorra y, al ver que era idéntica al amor de su vida no pudo evitar sollozar.

Pensó, "lo logré amor, nuestra hija esta aquí".

Como desearía que Max estuviera ahí, está seguro de que sería el papá más feliz del mundo, siempre había hablado con Sergio de lo mucho que quería formar una familia con él.

Pero Max de cierta manera estaba ahí, a su lado, viendo a su primogénita llegar a ese mundo que el tanto amó, donde vivió lo bueno, lo malo, y donde conoció al dueño de su corazón, al que siempre llevaría en su alma.