Todo empezó cuando la persona menos indicada dijo las palabras menos apropiadas en el momento más equivocado, estás gorda.
La vida en muchos momentos carece de sentido para aquellos que la viven, sobretodo en adolescentes, pero ¿Qué pasa si esos adolescentes llevan problemas cargados mientras. Muy sencillo, se desbordan, dejan de verle el más mínimo sentido a respirar y dejan de pensar en aquellos que los quieren o aprecian.
Para mí este problema empezó a los 16 años más o menos, pero no empezó con la comida, empezó con otro tema tabú para la sociedad; la depresión.
¿Qué es la vida? simplemente levantarte y hacer cada día lo mismo que lo anterior, respirar y comer y dormir y volver a empezar, así 24 horas,365 días al año.
Pero cuando eso empieza a no ser suficiente tenemos un problema, cuando no duermes o rindes como el resto el problema eres tú y poco a poco se crea una bola enorme que no deja de crecer.
Poco a poco dejas de tener ganas de salir con tus amigos y te vas quedando aislada, apenas tienes ilusión por las cosas nuevas o situaciones que antes te gustaban, ya no disfrutas el tiempo con tu familia aunque sea efímero, ya no le ves sentido a vivir, ya no le ves sentido a respirar, duele.
Y ahí, cuando te aíslas y lloras en la esquina de tu habitación, ahí empieza el problema, empieza a comerte el monstruo.
El cerebro deja de ser tu amigo y poco a poco se va apagando y dejando paso a las malas ideas como le llena mi familia, los malos pensamientos. Estarán mejor sin mi, solo doy problemas, no entiendo mi cometido en la vida, solo sirvo para dar problemas, mí vida no tiene sentido, es todo una mierda.
Y es justo ahí cuando tu cerebro hace clic, y ya no puedes salir, es ahí cuando deseas de verdad irse, desaparecer, morirte. A veces es muy complicado empezar a hacerse daño a uno mismo, pero cuando empiezas, es una ruleta de la que no puedes salir, te absorbe y te gusta.
Yo empecé en primero de bachillerato, toda la educación secundaria me habían hecho bullying, pegándome, insultándome o cortándome el pelo, me habían llamado gorda, me habían llamado delgada, pero eso en ese momento me daba igual. incluso una chica de mi clase que solo comía chicle y enfermaba continuamente, me parecía raro y asqueroso, pues bien esa soy yo ahora.
como ya he dicho todo comenzó en primero de bachiller, después del bullying sufrido una va más débil psicológicamente hablando y todo le afecta más.
Yo empecé en un nuevo instituto y todo iba de maravilla, hice amigas, los estudios me iban bien, todo perfecto hasta que mi cerebro decidió que era hora de acabar con la tranquilidad y dar paso al caos y las inseguridades.
lo primero que se me paso por la cabeza fue pincharme con un compás, si, un compás, poco tardé en darme cuenta que eso poca herida me iba a hacer, así que recurrí a las tijeras, otra herramienta mas inútil que la anterior, después decidí darle puñetazos a la pared, pero me hacia mas daño del que pensaba y ese daño en absoluto me calmaba, hasta que con los días y la búsqueda de nuevos elementos di con el cúter. Bendito cúter, las heridas eran profundas y limpias, el problema es que nunca eran lo suficientemente profundas, y mi mente continuaba diciendo que no valía para nada, ni siquiera para morirme.
Así pasaron los días y mis cortes iban en aumento en la muñeca derecha ya que soy zurda, a día de hoy aun conservo las marcas de los primeros cortes.
Continúe con las incisiones cada vez más y más en diferentes partes del cuerpo, primero en la muñeca derecha, luego en el hombro, luego en la barriga y después en los muslos. Seguía y seguía, no podía parar, era una adicción.
Muchas veces pensaba me haré un corte por cada persona que me ha hecho daño, pero en esos meses la lista había aumentado mucho, pues el bullying volvió y volví a quedarme sola.
Hacerme incisiones era lo único que llenaba mi tiempo libre y por ello lo hacía, también he de decir que el dolor punzante del frío metal sobre mi piel me calmaba el dolor mental y ver como la sangre salía de mi me calmaba el dolor físico.
Cuando la situación era ya insostenible, porque no tenía más huecos en mi cuerpo libres, recurrí a las pastillas. La primera vez solo fue un blíster de ibuprofeno, lo que solo me causó vómitos y mareos y mi mente volvió a decir, ni para morirte vales, retírate.
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La vida de Elena
Non-FictionEsta es la historia de Elena, que sufre depresión y anorexia.