Sephiroth X Tu

Prólogo

Desde la cima del imponente edificio, Sephiroth observaba el bullicio de la ciudad. Hombres y mujeres se abrazaban, compartían risas y afecto en las calles, una danza de emociones que él apenas podía comprender. Su mente siempre se había mantenido inmersa en planos ambiciosos, dedicada únicamente a su objetivo supremo, pero ahora, una curiosidad se agitaba en su interior.

La mirada de intensos ojos turquesa se posó en una joven que avanzaba apresuradamente por el tumulto de personas. A diferencia de las otras mujeres, llevaba el cabello corto, peinado con elegancia hacia atrás, y su porte no era el más grande pero era impecable. Sephiroth pensó por un momento que era un hombre, hasta que escuchó su voz al regañar a un conductor temerario.

—Estos idiotas, con suerte tienen licencia y ni respetar el semáforo saben, casi me atropellan. Me gustaría pisotearles los autos a la gente así, al igual que a ellos. Joder, ni justicia básica puedo emplear bien —murmuró ella entre dientes mientras avanzaba con furia contenida.

Un hombre ebrio y desinhibido se aproximó a ella con palabras lascivas, pensando que podría suavizar su expresión.

—Ey, preciosa, no arrugues tu expresión así, te saldrán arrugas. Eres muy apuesta para eso —dijo con tono tonto y un toque de perversión, sujetando uno de sus hombros.

La joven apartó bruscamente su mirada, exhaló un suspiro exasperado y, en un instante, lanzó un puñetazo certero que impactó en la nariz del hombre, rompiéndola y dejándolo en el suelo.

—Créeme, has empeorado mi enojo. ¿En qué estaba? Si debo ir a la entrevista —declaró con determinación mientras se alejaba, dejando atrás al hombre herido y sorprendido.

Sephiroth, desde su posición privilegiada, observó la escena con una sonrisa enigmática. Aquella mujer, con su fuerza y desafío ante la adversidad, le resultaba intrigante. Sus ojos turquesa seguían su figura mientras se alejaba, preguntándose qué otros misterios y emociones ocultaba la humanidad que había tanto anhelado comprender.

La mujer, después de una exitosa entrevista, decidió tomarse un momento de descanso en una cafetería cercana. Se encontraba sola, con los brazos cruzados sobre la mesa, absorta en sus pensamientos y absorta en su teléfono móvil. Ignoraba por completo que a varios metros de altura, alguien la observaba con una curiosidad tan intensa que lo mantenía allí, sin moverse. Si no fuera por ella, ese misterioso observador ya habría continuado con sus planes, pero algo en la mujer lo atraía de una manera inexplicable.

Él no comprendía del todo lo que sucedía, pero sentía una extraña conexión, una atracción magnética que lo mantenía cautivado. No podía resistir la tentación de acercarse a ella, de descubrir más sobre la humana que disfrutaba de su café y unas donas en soledad. Su apariencia destacaba entre la multitud, con su imponente chaqueta de cuero, pecho medio expuesto y cabello llamativo. Si bien algunos presentes no lo conocían, otros sabían que era alguien especial.

Decidió actuar y, en un parpadeo, su vestimenta cambió para coincidir con la de la mujer formal: una camisa negra, pantalones grises oscuros y zapatos negros. Su cabello seguía siendo igual, pero más liso, y adoptó una apariencia que pasaba desapercibida entre los demás. Con una sonrisa sutil, esperaba pacientemente el momento adecuado para acercarse a la mujer, listo para descubrir qué misterios y emociones ocultas yacían bajo esa fachada aparentemente tranquila.

La mujer, después de salir de la cafetería, notó que estaba atardeciendo, pero se dio cuenta de que alguien la seguía. Sin embargo, debido a la inexperiencia del observador en las interacciones sociales normales, ella pensó que se trataba de un ladrón o, peor aún, un psicópata. Aumentó el ritmo de su paso, y él hizo lo mismo, lo que solo incrementó sus temores. Finalmente, ella se volteó bruscamente, casi golpeándolo en el proceso, pero él logró detener su mano con un agarre firme pero gentil.