Capitulo 1

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"No importa cuánto te critiquen, tu sigues siendo hermosa" esta frase se había vuelto parte de mí o al menos eso intentaba, todos los días al despertar era lo primero que veía porque lo tenía pegado en el techo sobre la cama, ansiaba con todas mis fuerzas que algún día eso fuese verdad.
Vi la fecha en mi teléfono, era viernes, al menos la semana de clases había terminado y después de las dos de la tarde sería libre, al fin serían las vacaciones de verano y tenía una pila de libros esperándome en la esquina de mi tocador listos para ser leídos. Cerré una última vez mis ojos antes de que se me espantara el sueño, ya faltaba poco y las burlas y chismes cesarían por al menos un mes; traté de mentalizarme y finalmente saqué un pie de mi cama.
Después de contar y mirar fervientemente mis libros me di cuenta de que se me estaba haciendo tarde, no por ser el último día de clases iba a atrasarme; al bajar a la cocina me di cuenta de que solo tenía unos diez minutos para llegar a clases, por lo que mi desayuno tendría que esperar hasta la hora del descanso. Genial, me reproché para mis adentros, mis compañeros tendrían más oportunidades para molestarme, pero, ya no había nada más que hacer, lo hecho, hecho estaba, y después de pensar esto, tomé las llaves de mi casa y del carro para irme. Me aseguré de haber puesto la llave, ya que, si no lo hacía, luego mis papás me lo reprocharían.
Al llegar a la escuela me quedaba solo cinco minutos para que el timbre sonase y comenzaran las clases, sin embargo, aun teniendo en cuenta eso, me quedé ahí, sentada frente al volante, ¿Sería tan malo faltar a clases? Nunca había faltado, así que las faltas no serían un problema, ya habían entregado calificaciones y por mis papás no tenía que preocuparme ya que se encontraban de viaje por su trabajo así que no tendrían por qué enterarse.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta de que el timbre ya había sonado y en los salones ya estaban los maestros, que así sea, pensé y encendí el carro sin saber aún a donde iría.
Nunca me había escapado de clases, mis papás eran muy estrictos en ese aspecto así que no sabía que hacían los demás, o mínimo a dónde iban, supongo que tendría que descubrirlo por mí misma. Me tomó largo rato decidir a dónde iría, hasta que una idea cruzó por mi mente, ¡Tenía la casa sola! Podría ponerme mi traje de baño sin tener que soportar la mirada crítica de mi mamá y así tomar el sol mientras leía algún libro, pero primero, a desayunar, mi estómago ya estaba rugiendo así que busqué un lugar cercano en el que pudiera comer algo y después de unos minutos y con la ayuda de mi celular, encontré uno a unas pocas cuadras de donde estaba y sin pensarlo dos veces, manejé hasta ahí.
Cuando entré a la cafetería, lo primero que sentí fue el delicioso olor a café y mi estomago rugió en respuesta, me senté en una mesa cerca de la ventana ya que esta daba a un parque muy bonito donde solía ir a leer cuando no había mucho calor o mucho sol. Pedí un café y unos wafles con tocino para desayunar y en lo que llegaban mi mente no pudo evitar divagar en cómo se sentiría estar en una cita, nunca había tenido una, desde que había entrado en secundaria y subí de peso, ningún niño quería estar conmigo y las niñas que había considerado mis amigas me habían dado la espalda; me había quedado sola y cuanto más intentaba volver a llevarme con ellas, más se ensañaban en criticarme o decir cosas de mí, así que decidí dejarlo por la paz. Una sonrisa triste se dibujó en mi rostro y volví a la realidad cuando la mesera me trajo mi comida, se veía deliciosa y tenía el tiempo que yo quisiera para disfrutarlo, así que decidí ir lento y disfrutar mi desayuno, total, no tenía nada más que hacer.
Cada cierto tiempo volteaba a ver por la ventana, era un día hermoso y no podía dejar de sonreír, saltarme las clases había sido una buena elección, no cabía duda; mientras me regocijaba con ese pensamiento escuché el timbre de la puerta del local, lo que significaba que otro cliente había llegado, mi curiosidad ganó y voltee la vista, era una pareja de mi edad, la chica era hermosa y el chico sonreía solo con mirarla, verlos juntos fue un golpe de realidad para mí, me vi por el reflejo del vidrio y me di cuenta de que nunca lograría ser tan hermosa como las demás chicas, por más que me esforzase no podría ser como ellas, una lagrima corrió por mi mejilla; deje mi tenedor en el plato, había perdido el apetito; pedí mi cuenta y antes de irme, di un último vistazo a la pareja que aún se encontraba ahí, esperaba que fuesen felices, pero sentía envidia de ellos.
Apenas llegué a casa, dejé mis llaves en la repisa y decidí ir a ver en qué estado se encontraba la piscina, para mi buena suerte solo había unas cuantas hojas que habían caído del árbol, así que solo había quitarlas y ya estaba lista para usar. Después de haberme puesto el traje de baño, me encontraba ahí parada frente al espejo, odiando cada parte de mí, más específicamente cómo me quedaba, había conseguido el bikini después de varias peleas con mi mamá y no iba a dejarla ganar con hacerme sentir mal, pero cada que me veía con el puesto, me sentía peor, en parte culpa por tenerlo y por la otra, cada parte de mi cuerpo gritaba que no estaba hecha para esta clase de ropa.
Desde que había cumplido los catorce años y comenzado mi primera dieta, una pequeña voz había aparecido, la cual cada que buscaba algo que ponerme que se veía bonito o sexy me decía "no vas a entrar" "¡ja! Hasta crees que te quedará bien", algunas veces no lograba ignorarla y otras simplemente hacía oídos sordos diciendo que no iba a dejar que aquella voz me controlase, hoy sería de esas veces en las que la ignoraría y haría lo que me apeteciese, no había nadie más que pudiese verme con lo que traía puesto así que no podrían insultarme, tendría que sacarle el mayor provecho a esta situación, dicho esto, bajé a la piscina decidida a disfrutar el poco tiempo a solas que tendría.
Ya llevaba unas horas en la piscina y finalmente me decidí a dejar de nadar para terminar de leer mi libro, llevaba semanas deseando llegar al final y saber si la protagonista se quedaría con el chico, para mi alegría así fue y cuando cerré mi libro solté un largo suspiro, había amado cada parte de la historia; mientras recogía mi toalla y chanclas para entrar a la casa me puse a pensar, cómo sería tener un amor así, tener a alguien enamorado y que desease estar conmigo por tal y como era, no teniendo que fingir algo que no soy; pero al ver mi reflejo en el espejo del comedor todos esos pensamientos se hicieron añicos, con mis manos toqué mi abdomen y traté de mantener la respiración para ver cómo me vería con menos panza, ni haciendo eso le lograría gustar a alguien.
Triste subí a mi cuarto y entré a mi baño, chequé que la temperatura del agua estuviese tibia y mientras esperaba a que estuviese como quería, me desvestí y me quedé esperando, cuando me metía bañar me permití imaginar cómo sería estar con alguien, sería maravilloso, nunca había tenido una cita o siquiera me habían dicho un cumplido desde hacía mucho tiempo, terminé de enjuagarme el acondicionador así que cerré la llave del agua, me enrollé en la toalla y me puse el pijama que había dejado sobre la repisa del lavamanos, me cepillé el cabello y salí del baño.
Miré la hora en mi teléfono y vi que eran las cinco de la tarde, no lo podía creer, ¿Había tardado tanto bañándome?, bueno, al menos lo disfruté, me tiré boca abajo sobre mi cama mientras pensaba que hacer, ya no tenía deberes así que me decidí por ver mis redes sociales y lo primero que me apareció fue una foto de varios de mi grupo en una fiesta, una sonrisa triste se dibujó en mi rostro, nunca me invitaban a sus reuniones y normalmente intentaba hacerme sentir mejor diciendo que estar con esas personas no valía la pena, pero hoy, solo me sentí sola, de una manera extraña, los echaba de menos, aún recordaba los buenos momentos que habíamos pasado cuando éramos adolescentes. después de ver esa foto, me había desanimado así que lo apagué y lo dejé sobre mi buró.
Me di la vuelta en mi cama y quedé boca arriba, de nuevo sentía que la frase que tenía ahí escrita me miraba, como si supiera que realmente esas palabras estaban vacías y que muchas veces ni yo las creía, aún tenía en mi memoria grabado claramente la razón por la que la había escrito ahí, era el primer día de clases y había pasado a primero de secundaria, pero durante las vacaciones me había descuidado por lo que subí de peso, a pesar de eso, yo sentía que me veía bastante bien y estaba emocionada por reunirme con mis amigas y contarles que es lo que había hecho durante este tiempo. Después de que mi mamá me había dejado en la entrada de la secundaria y entré en busca de mi salón, en los pasillos sentía como todas las miradas estaban fijas en mí y a lo lejos podía escuchar las risas maliciosas de algunos compañeros mientras otros preguntaban quién era yo; cuando llegué a mi salón, creí que todo estaría bien y apenas entré encontré una silla al lado de donde todas mis amigas habían elegido su lugar, asenté mi bulto y me acerqué a ellas lista para sorprenderlas ya que me estaban dando la espalda, me encontraba a unos pocos pasos de ellas cuando escuché que murmuraban y decían mi nombre.
-Parece que se comió todo lo que vio a su paso- dijo la que decía ser mi "amiga"
- ¡Ay, Lizbeth!, no digas eso jajajaja, ya sabes que los elefantes nunca olvidan y ella podría escucharnos. -dijo Maggie mientras soltaba una carcajada.
Un sollozo se me escapó y voltearon a ver, en sus rostros pude ver como las que en algún momento había considerado mis amigas se quitaban sus máscaras y mostraban realmente cómo eran.
- ¿Y tú que haces aquí? Ya no puedes estar con nosotras, mira cómo te has puesto-Dijo Lizbeth mientras volteaba a ver a las demás para ver que decían.
-No vuelvas a ponerte cerca de nosotras, los chicos ya no querrán juntarse si nos ven contigo- Dijo Maggie mientras me lanzaba mi mochila de mi silla.
Desde ese día todo había cambiado para mí y cuando volví a casa, lo primero que hice fue encerrarme en mi cuarto y entre lágrimas escribir aquel mensaje para tratar de sentirme mejor.
Una lagrima corrió por mi mejilla mientras recordaba eso, la limpié con la palma de mi mano, pero apenas la limpie la acompañó otra, y así fue hasta que terminé llorando todo el enojo, frustración que había mantenido dentro de mí, siendo acompañadas de aquellos recuerdos que trataba de ocultar a los demás, todos aún se encontraban en mi memoria, estaba cansada de tener que soportar estar sufriendo por cosas así, por lo que decidí que este verano no dejaría que eso me desanimara y cuando volviera a clase, haría oídos sordos a sus palabras y solo trataría de sacar buenas calificaciones para terminar bien mi preparatoria; pero esta clase de pensamientos abrieron paso a otros temas que trataba de mantener bloqueados, muchas veces pensaba cómo hubiese sido la escuela si nunca hubiese subido de peso y fuese igual que las otras chicas, ¿Me sentiría mejor conmigo misma? Tal vez incluso podría haberle gustado a algún chico y disfrutar mis clases, lo que más me dolía es que incluso en mi casa era así, mi mamá vivía criticando mi físico, todo lo que comía y cada cosa que hacía o no hacía; muchas veces había intentado hacer dietas, pero al final acababa en lo mismo y odiaba los cumplidos que me daba mi mamá solo porque había bajado de peso, los sentía vacíos, porque solo los recibía cuando creía que me veía más delgada y hasta podía cambiar de opinión en el mismo día, en la mañana podía decirme que me veía bien y horas más tarde decirme que no dejaba de subir de peso y decir cosas crueles hacia como me veía.
Tenía tantas cosas guardadas que una vez que las dejé salir, las lágrimas no dejaban de brotar, cada una dolía a su manera, tomé mi almohada y grité en ella para que mis vecinos no escuchasen. Aun llorando me levante de la cama y me fui a ver frente al espejo, era difícil poder decir algo positivo sobre mí, pero señalar las cosas que odiaba de mi cuerpo era fácil, no me gustaba mi abdomen, mis piernas me parecían demasiado grandes, mis brazos eran muy gordos, tenía papada, estrías y un poco de celulitis, esta última mi mamá lo había señalado un día que estábamos en la piscina cuando estaba estrenando mi traje de baño, me dijo que tenía tanta celulitis en mis piernas que era mejor encontrar algo con que cubrirlo porque se veía horrible.
Después de verme por un buen rato en el espejo, fui a lavarme la cara para tratar de calmar el llanto, cosa que no funcionó para nada, abatida y sin ganas de cenar volví a mi cama, me acomodé debajo de las sábanas y seguí llorando por un largo rato, trataba de parar, pero no podía, las lágrimas salían de mis ojos sin que yo se lo permitiese. Me di por vencida y dejé que saliesen a su gusto, a fin de cuentas, cuando terminase de llorar y hubiese dormido un par de horas, me sentiría mucho mejor, así por el momento aprovecharía a sacarlo todo; no se en que momento o a que hora fue, pero caía dormida y al menos en mis sueños, las cosas eran mucho mejor, no tenía que soportar todos los comentarios hacia mi cuerpo y hasta podía sentir que era feliz.
Me desperté por la luz del sol que entraba en mi ventana dándome directo a la cara, vi la hora, eran las once de la mañana, había dormido hasta muy tarde. Me estiré por debajo de las sábanas y me quedé un momento pensando en que era lo que haría hoy, oficialmente ya estaba de vacaciones y aún me quedaban algunos días más sin que mis papás estuviesen en casa, supongo que al no tener amigos mis opciones se veían reducidas, tendría que conformarme con salir a pasear.
Luego de ir al baño a lavarme la cara y los dientes fui a mi armario a ver que ropa me pondría, afuera parecía que el día sería soleado, pero no tan caluroso, así que un vestido no estaría mal, cuando me puse el vestido y me vi en el espejo por primera vez en varios días, sentí que me veía bien y en el reflejo de este pude ver como una sonrisa se dibujó en mi rostro. Ya más animada bajé a desayunar algo, pero cuando abrí las puertas del refrigerador caí en cuenta de que estaba vacío. Olvidé hacer el super, maldita sea pensé, para luego cerrar el refrigerador, hoy me tocaría hacer las compras, pero hasta más en la tarde, mientras saldría a desayunar.
Estuve dentro del carro decidiendo a qué lugar me gustaría ir, no tenía ganas de un restaurante muy llamativo, así que de nuevo busqué en mi teléfono cafeterías cercanas y encontré algunas, me decidí por una en la que los comentarios decían tener las mejores malteadas; cuando llegué y pedí mi mesa, me di cuenta de que la camarera, una chica de más o menos mi edad, me vio con cara de disgusto y luego me llevó a mi mesa.
-Auch- pensé.
Pero decidí ignorarla, esta vez me mantuve lejos de la ventana y me decidí por un reservado. Pedí el menú y decidí tomarme el tiempo de elegir que desayunar, pero si pedí una malteada de chocolate, que era mi favorita; en lo que iba viendo el menú me di cuenta de que el restaurante se había ido llenando sin darme cuenta hasta que ya no había mesas disponibles, al parecer sus malteadas debían de ser muy y buenas.
Cuando volvió la chica con mi malteada y me preguntó mi orden, me decidí por unos huevos estrellados con tocino y hot cakes, me esperé a que la chica tomase mi orden y se fuera y tomé mi malteada y le di un sorbo, estaba deliciosa, ahora entendía porque habían puesto lo de sus malteadas, tomé otro sorbo pequeño y me puse a ver mi celular en lo que esperaba mi desayuno.

HASTA QUE EL CORAZÓN AGUANTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora