Matilda me recordaba a mí misma cuando era joven; solía vestir a todas mis muñecas con mi ropa, aunque debo admitir que la moda no era precisamente mi fuerte. En aquellos días, mis intentos de estilo resultaban más bien en una colección de conjuntos extravagantes y poco convencionales, que hacían suspirar a mi madre con resignación.
— Quisiera ir contigo esta noche— exclamó Matilda, abrumada.
— Serás la primera en acompañarme cuando tengas la edad necesaria para ir. Ahora dime, ¿el vestido azul o el negro?—Tenía un vestido en cada mano cuando Matilda me los arrancó sin dar vueltas.
— Ninguno— exclamó ella, —El negro es para un velorio y el azul no va contigo.
— Entonces, ¿qué me pongo?—pregunté un poco estresada— No tengo tantos vestidos, Matilda.
— Tengo a alguien que quizás pueda ayudarnos a encontrar el vestido perfecto para esta noche. Sígueme.
Cuando Matilda salió de casa, me costó entender lo independiente que se estaba volviendo. Mamá solía enviarla a comprar cosas simples al mercado cerca de nuestra estancia, pero nunca imaginé que explorara más allá de esas tareas simples.
— Matilda, ¿a dónde estamos yendo?
— Si te lo dijera, pararías de inmediato y daríamos la vuelta. Así que tendrás que confiar en mí.
Después de media hora de caminata, llegamos a la ciudad. Había olvidado por completo el camino, pero Matilda lo conocía bastante bien.
— Bueno, llegamos. Es en esa esquina—señaló un cartel que decía Ali Ali.
— Me debes muchas explicaciones chiquitita—exclamé enojada y confundida a la vez.
Al ingresar al lugar, se percibía un rico perfume, como si hubiéramos pasado por un campo de lavanda en plena floración. El sitio era un poco oscuro debido a las largas cortinas que cubrían las generosas ventanas que daban a la calle.
— Matilda, ¿qué gusto verte, chiquita? ¿Qué te trae por aquí?—Una extraña señora saludó a mi hermana como si la conociera de toda la vida.
— Alicia Jones, mi hermana y yo necesitamos desesperadamente tu ayuda!—exclamó Matilda con una sonrisa pícara iluminando su rostro.
— Hola, Alicia. Mi nombre es Ginebra Doucet. Un gusto conocerla.
— Con ese bello rostro.... el gusto es mío querida! Díganme, ¿Qué puedo hacer por ustedes?
Matilda compartió nuestro "dilema", aunque dudaba si merecía tal nombre. Personalmente, el atuendo para el baile no era una gran preocupación para mí, pero comprendía lo significativo que era para Matilda. Después de que Matilda terminara de hablar, la señora preguntó por mi talla y se adentró en la parte trasera del local. Al regresar, sus manos rebosaban con opciones de vestidos, cada uno más encantador que el anterior. Realmente, los colores eran un sueño...
—Guau— exclamé.
— Elige uno, puedes llevarte el que prefieras.—dijo la señora con amabilidad— Durante toda una semana, Matilda se dedicó por completo a ayudarme con las confecciones de los vestidos, aunque rechazó cualquier propina—La señora afirmó con una sonrisa que Matilda siempre sería bienvenida si necesitábamos su ayuda.
Después de una larga prueba de vestidos, volvíamos a casa con Matilda. Caminamos juntas compartiendo risas y susurros de asombro por lo increíble que era el vestido que habíamos elegido. En medio de esa atmósfera de felicidad compartida, sentía que nuestra complicidad como hermanas se fortalecía aún más.
— ¿Cómo conociste a Alicia? No tienes la edad suficiente para trabajar Matilda.
— Lo sé, pero no es como un trabajo real. ¡Alicia siempre me da un snack y pone música mientras estoy ahí! No te preocupes, de verdad. Conozco a su hija del colegio, ella fue quien me la presento.
Cuando Matilda termino de hablar, se me formó un nudo en la garganta. Una mezcla de asombro y admiración me invadió. No podía comprender del todo cómo una niña tan pequeña estaba realizando actos de tal magnitud, mientras yo, ajena a todo, seguía sumida en mi propia rutina.
—¿Has estado faltando a clases por esto?— pregunté, sintiendo un ligero temor ante la posibilidad de que su respuesta fuera afirmativa.
— Claro que no, Ginebra. Mis notas son espectaculares, y gran parte de eso es porque soy una alumna que asiste y presta atención en clases. Lo hago de vez en cuando al salir de la escuela, en mis tiempos libres.
Todo el camino de vuelta me cuestioné si realmente la conocía tan bien como pensaba. Cada paso que dábamos parecía desenterrar nuevas capas de su personalidad, revelando una profundidad y una determinación que nunca antes había notado en ella. Me alegra que haya encontrado algo que la apasiona a tan temprana edad, tengo la sensación de que será exitosa en un futuro.
Apenas llegamos a casa, mamá nos recibió con evidente desesperación, preguntándonos con inquietud a dónde habíamos ido y por qué regresábamos tan tarde. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y alivio al vernos sanas y salvas, mientras sus palabras urgían por una explicación detallada de nuestra tardanza. Con calma, le explicamos que habíamos ido a la ciudad en busca de un vestido.
— Está bien, sube ahora y prepárate para la gran noche—dijo con un tono decidido.
— ¡La espero con ansias! ¡Tanto que estoy considerando tomar una siesta para que el tiempo pase más rápido!—dije mientras subía las escaleras.
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Más allá del tiempo
Teen FictionEn medio de sus luchas internas, Ginebra se encuentra enamorada de alguien con quien sabe que no puede estar. Este amor prohibido la hará cuestionarse sus valores y creencias, podrá Ginebra Doucet romper las reglas y enfrentar las consecuencias?