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Topher era muy insignificante para la escuela, no solo en el sentido de popularidad, si no también en el sentido literal, era un ratón, y los inmensos pasillos de la escuela (desde su perspectiva) eran demasiado para él, sus pequeñas patas no podían recorrer esas distancias en poco tiempo, y tenía que dirigirse a sus clases y a otros lugares con mucha antelación si quería llegar a tiempo.
Había abogado con su director más de una vez por los derechos de las especies pequeñas, pero a su director loco no parecía importarle mucho porque no había hecho ¡Nada!. Fantaseó más de una vez con la idea de tener salones de clases del tamaño correcto para él y otros de sus compañeros diminutos, así ya no tendrían que cuidarse de que sus compañeros de clase más grandes, los pisaran sin querer.
La escuela había sido un infierno gigante hasta que llegó Abe, él era una jirafa, y una particularmente alta. Generalmente era de mala educación que un animal pequeño como Topher se trepara de un animal grande como Abe, porque podría asustarlo y ocurrir algún accidente, así que Topher no fue el primero en preguntar si Abe podía llevarlo a sus clases. Fue un día que Topher llegó un poco tarde, y además no era su día, porque un compañero casi dejaba caer un libro encima de él por accidente, Abe puso atención a todo esto y preocupado le ofreció ayuda a Topher.
Topher no podía estar más contentó, ya no tendría que tener tantos cuidados con un compañero a su lado que también lo cuidara, además no tenía que temer que fuera un carnívoro, en efecto, se sentía seguro al lado de él.
Pero había alguien que no estaba tan contenta como Topher, y esa alguien era Juana. Cada vez que Topher junto con Abe entraban a su salón de clases, podía ver a Juana clavarle una mirada muy desagradable que le erizaba el pelo, lo hacía sentir incómodo y asustado, y peor no podía saber a quien estaba viendo realmente ¿Estaba viendo a Abe o lo estaba viendo a el? Quería pensar que Abe, una loba como Juana no se sentiría satisfecha luego de devorar a un ratón. . . ¿qué estaba pensando? Aquí nadie se iba a devorar a nadie.
Esa mañana Topher también entro a clases trepado de un hombro de Abe, y miró a Juana tímidamente por el rabillo del ojo, y ahí estaba Juana, observandolo a él o a Abe de forma inmutable, callada y especialmente centrada, Topher chilló por el susto, como si viese visto un fantasma palidecio y vio hacia arriba nervioso, esperando que Abe no se diera cuenta, no quería que cundiera el pánico, y afortunadamente no se había dado cuenta de la fría mirada que les dirigía la loba. Abe se sentó en su lugar no sin antes dejar que Topher se bajara en el asiento a su lado, Topher se sentó en la parte de la silla que estaba destinada a escribir, porque desde ahí podía ver el Pizarrón. Todos los pupitres eran más o menos del mismo tamaño, a algunos alumnos les quedaban a la medida, pero si algún animal era demasiado grande o demasiado pequeño, sería muy desagradable su experiencia al sentarse en las sillas.
Topher sacó sus materiales de la mochila cuando su profesor llegó, sus materiales eran de su medida, miro hacia un lado para ver a Abe y miro sus materiales que para él eran gigantes, un lápiz de Abe era casi de su tamaño; no pudo pensar mucho tiempo en sus medidas cuando sintió la abrumadora necesidad de ver en dirección a Juana de nuevo, ahí estaba todavía mirándolo, ahora era más claro que lo veía a él. Hizo que su diminuto corazón bombeara con fuerza; huiría de no ser porque estaba en clase. Esto era nuevo, generalmente Juana dejaba de verlos en cuanto empezaba la clase, pero ahora se veía más aterradora con su mirada clavada en él, ignorando al profesor y centrándose en él y solo en él, con sus orejas dirigidas hacia Topher, su expresión ligeramente enojada. . . Rápidamente desvío la mirada, sabía que Juana sabía que la había visto, y eso solamente lo aterrorizó más.
