con vos, soy yo

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A Julián le gustaba que Enzo se guardara un poquitito de ternura para él. Juli esto, Juli lo otro; un abrazo siempre que se visitaban y cuando se despedían. Hasta en las juntadas, Enzo podía estar hablando de lo más bien con todos sus amigos pero a cada ratito siempre volvía su mirada a él y le sonreía, preguntándole cosas, o siguiendo la conversación de los otros, pero interesándose en lo que Julián tenía para decir. Nada ni nadie más.

A los demás los saludaba así nomás, un buenas general o asintiendo la cabeza. Con Julián era distinto. Le pasaba la mano por los hombros, algunas veces chocaba sus cabezas para molestarlo, y le preguntaba cómo estaba, qué había hecho, en ocasiones si lo había extrañado (la respuesta siempre negativa, la mentira en claro). Era distinto. Era algo de ellos.

Lo que tenía Julián es que era bueno con todos, y caía bien, pero con Enzo era él. A todos les hablaba con la mejor y les hacía charlas llevaderas, todo eso, pero a Enzo le contaba sus peores chistes y decía sus peores guarangadas, le hablaba muy densamente de River y de qué era lo que estaban haciendo mal y qué tenían que arreglar urgente, se desesperaba por la Selección, se desesperaba también por el colegio donde ahora aprobar Química era como querer llegar a la punta del Everest con bermuda y ojotas.

Enzo lo agarraba de los hombros y lo sacudía, y se ve que también le sacudía las ideas, porque esas histeriqueadas eran cosas del momento (palabras de Enzo, que siempre lograba ponerle los pies en la tierra), y le hacía darse cuenta de que capaz tenía que dejar de mariconear tanto.

Enzo ya estaba pasando por lo último de su pubertad y si no se afeitaba por unos días, el bigote le crecía un poquito y lo hacía ver más grande. Julián le insistía en que se afeite, para no parecer un cincuentón. Además se veía lindo con la cara limpia.

La pubertad le había afectado de manera en que, a pesar de que antes ya lo pasaba a Julián de altura, ahora había crecido un toque más y le sacaba algo de cinco o seis centímetros, capaz apenitas más. La diferencia no era abismal, pero se hacía notar en sus abrazos, o cuando se paraban uno al lado del otro en Gimnasia para elegir sus equipos.

Se había manifestado un poco más diferente para Julián, que a pesar de también seguir creciendo y tener la cara un poco menos aniñada, ahora tenía que evitar ciertas comidas para que no le salieran granitos, y estaba viendo para empezar un tratamiento. No era lo peor del mundo, a decir verdad no era tan grave, pero era molesto, y más todavía cuando se daba cuenta de que no a muchos más les pasaba lo mismo.

A pesar de eso, no es como que Julián pasaba completamente desapercibido y no le daban bola. Al contrario. Es como que él, cuando le gustaba a alguien, era por una mezcla de apariencia y personalidad. Nunca una cosa ni la otra. Agradecía eso, porque significaba que no lo veían como sólo esto o sólo aquello. Eso dice algo de vos, su mamá siempre le repetía. Le gustaría saber exactamente qué.

A él también le gustaría que le atraiga de esa manera alguien, queriéndolo por no sólo su apariencia y gustándole su personalidad, todo eso, pero es como que el sentimiento no venía a él.
No sabía si quería forzarlo tampoco, pero lo último que deseaba para sí mismo era terminar la adolescencia sin nada de eso, de la pavada de gustar de alguien y emocionarte porque te corresponde en esto o te corresponde en lo otro, o bajonearte porque no te da la suficiente bola, esas cosas de siempre.

Una tarde estuvo con Leandro.

La tele estaba prendida en un volumen bajo, puesta en un canal de música. Estaban en la casa de él, sentados en el living.

Miriam, la madre de Leandro, les había dejado un mate preparado que al final ella no pensaba tomar, y se había ido a la casa de una amiga. Su papá estaba trabajando, y sus dos hermanos (por lo que se imaginaba) deberían estar en las casas de sus amigos o de sus novias.

fight or flight ★ enzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora