Alyson regresa a su pueblo con un claro objetivo: recuperar los recuerdos que su mente ha bloqueado. Pero no es solo la verdad la que busca; Alyson también tiene una cuenta pendiente con Matthew Hemmings, el popular capitán del equipo de fútbol que...
"¿Quién dice que los sueños y las pesadillas no son tan reales como el aquí y el ahora?"
-John Lennon
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Mis ojos grises escudriñaban cada rincón de aquel bosque nevado mientras el vaho visible se disipaba lejos de mis pulmones. Aquel camisón rojo no me protegía del frio, mis mejillas sonrojadas y mi piel más pálida de lo normal se entumecían, haciendo pesada cada pisada que mi congelado cuerpo no conseguía dar. En aquel páramo reinaba un absoluto silencio, ni pájaros, ni siquiera el ruido de las hojas zarandeándose de manera brusca por el rugido inaudible del viento feroz. Solo percibía el sonido de mi agitada respiración y hasta el de la sangre recorriendo mis venas. Todo se tornó oscuro, quitándome la visibilidad mientras abría los ojos de par en par, llena de pánico y rodeada de negro.
Lo sabía, lo sentía en cada célula de mi congelado cuerpo. Me había encontrado. Corrí en linea recta de mala manera, intentando que mis pies no se hundieran en la espesa y abultada nieve, pues si caía habría perdido. Solo era una presa asustada huyendo del depredador. Algo me empujó con brusquedad, yendo de cabeza hacía el suelo, y antes de poder levantarme, cuando me giré, lo único que llegué a atisbar fueron sus azabaches ojos llenos de ira y rencor, aquellos de los que una vez me llegué a enamorar.
El sonido del despertador me devuelve a la realidad. Llevo la mano a mi pecho, intentando apaciguar mi desbocado corazón mientras me susurro a mí misma que solo ha sido un mal sueño, una pesadilla. Me incorporo con dificultad, me duele cada músculo del cuerpo.
Es un día perfecto para quedarme en la cama otro rato más, pero tengo clases y también una apuesta que ganar. Me muerdo el labio evitando una sonrisa, después de todo la fiesta no ha ido tan mal como esperaba. Aunque Matthew me parece un gilipollas de manual, ahora tengo más claro que quiero destrozarle, de la misma manera que hizo con Leia.
Observo la chaqueta que yace sobre el respaldo de la silla del escritorio y una media sonrisa al final aparece en mi rostro, recordando la noche anterior bajo el cielo estrellado. Me acerco a ella, dejando que mis dedos se deslicen por la tela suave que aún conserva su olor y respiro hondo, intentando volver al frente de la hoguera mientras canta como si fuese el ser más puro de la tierra. Niego con la cabeza y suspiro, agarrando la chaqueta y bajando a toda prisa hacía el salón, donde me calzo mis deportivas y me pongo la mochila.
¿Estamos los dos jugando al mismo juego?
Una vez llego al instituto busco al alto con la mirada. Por la mañana había desayunado con Leia en una cafetería, contándole los avances —quizá imaginarios— que había hecho en el plan, así como la conversación de esos dos chicos. Ella ha llegado a la conclusión de que yo soy algún tipo de apuesta y por eso está siendo tan atento y amable conmigo. Aparte de que ningún chico se me ha acercado para hablar o intentar algo, cosa que es normal si el popular del instituto te tiene en el punto de mira. Matthew no es un chico que busque a chicas, ha tenido pocas novias y tampoco es un mujeriego. Todo es tan extraño, ¿por qué entonces había aceptado una apuesta así si la perjudicada iba a ser Leia? ¿Y qué es lo que yo aún no sé?