Feromonas

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One shot dedicado a:

ElizaOtaku102
Aominem_amoremio

Porque leí sus fics y me gustaron mucho.

Era el momento de que la joven ____ preparara su equipaje de mano, sin embargo buscaba y rebuscaba entre sus ropas las prendas menos rotas. La frustración y el cansancio habían sacado lo peor de ella y, aunque ansiaba una ducha y una siesta, sabía que no se lo podía permitir. Su pordiosera vida la hacía tan miserable que ni siquiera podía solventarse tres comidas diarias.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas de rabia. No entendía qué había hecho para merecer una vida tan lamentable, pero no podía ni siquiera permitirse llorar. La vida le había dado dos cosas invaluables; belleza e inteligencia. Y lo haría valer, demostrándole al mundo que ella estaba hecha para cosas mejores que pan duro de ayer y ropa raída por el tiempo.

Tomó la única camisa que encontró, en algún momento había sido blanca, recordaba. Y sus puños anchos se encontraban casi que por completo deshilachados. Al ponérsela, se marcaban ligeramente sus pezones por lo transparente de la tela, pero ya no valía la pena preocuparse por eso.

Su desgano y ambición por más eran más grandes que cualquier pudor que pudiera sentir.

La falda más bonita que encontró era una mezclilla que le llegaba por arriba de las rodillas, su condición no era tan mala pero el color ya estaba comenzando a lavarse. Sin embargo la miró conforme, le gustaba esa prenda, tenía mucho estilo y aparte contaba con dos espaciosos bolsillos que resultaban muy útiles.

Su calzado constaba de unas sandalias de cuero que alguna vez había robado por ahí. No eran cómodas, pero sus pies lucían bonitos en ella.

Y esa era una parte fundamental de su plan; lucir bonita.

Hacía ya más de seis años que ____ vivía sola en aquella casucha de madera que su madre le había heredado. No tenía mucho, lo poco que podía reclamar como suyo había sido herencia de aquella grandiosa mujer, ____ la recordaba con mucho cariño. Era una mujer de lengua filosa, de mirada severa y manos duras de tanto trabajar.

Siempre habían sido extremadamente pobres, pero su madre había trabajado incansablemente hasta el final con una sonrisa que no le llegaba a los ojos de párpados cansados.

De su madre ella había heredado la casa, un par de vestidos muy hermosos que procuraba no usar para no gastarlos, unos viejos libros de pociones y cocina, algunos muebles destartalados y dos cosas fundamentales, que ninguna otra madre le pudo haber heredado a su hija por más dinero que tenga; un cuerpo voluptuoso, una piel sedosa, una larga cabellera brillante, una mirada verde penetrante y una mente astuta.

Había leído esos libros de pociones tantas veces que se sabía hasta las posiciones de las comas. Había experimentado con cada uno de los frascos de la botica de su madre, hizo todas las combinaciones que se le ocurrieron y usó a varios hombres de la isla como conejillos de indias para estudiar sus reacciones.

Así creó el primer prototipo de fragancia erótica que funcionó con éxito.

Unas gotitas de ella detrás de sus orejas, o en la base de su cuello bastaban para endulzar las narices de cualquier noble caballero de gorda billetera.

Se colgó la correa de su bolso de tela alrededor del cuello y lo llenó con algo de corteza de pan, agua en un frasco de jalea limpio, una manta y su preciado log pose.

El sol comenzó a teñir las nubes de naranja levemente, y eso significaba que en pocos minutos amanecería. Debía partir ya.

Tomó la botellita de perfume, su arma secreta, corrió hasta el muelle y tomó el primer barco pequeño que vio allí amarrado y se aventuró al mar como con frecuencia hacía.

Feromonas (Luffy y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora