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Estaba en la mierda.

Ese fue el primer pensamiento en aparecer en la mente de Lionel Scaloni, DT de la Selección Argentina, cuando recibió un mensaje de WhatsApp que le vaticinaba un compromiso: una invitación a una cena de directores técnicos argentinos, entre los cuales habían muchos poco conocidos de la federal B, otros tantos de pueblos o ciudades en el interior del país, y hasta aspirantes que estaban apenas iniciados en la tarea. 

Podría haber rechazado con un simple "no puedo", pero al pensar que quizás sería la única oportunidad para él de conversar con esas personas, y de ellos para conocerlo a él (teniendo en cuenta el brote de fama que había ligado), decidió inspirar hondo y aceptar. Su mensaje fue simple: "¡Hola! ¡Encantado de ir y conocerlos! Si a ustedes no les molesta, podría decirle a Pablo que venga conmigo". Lo que no esperaba era lo que sucedió segundos después, la contestación de parte de los organizadores: "¡pero por supuesto, querido Lionel! Después de todo, esta no es una cena sin parejas. Que venga nomás ;)"

¿Qué? 

El pujatense parpadeó varias veces, incrédulo, mientras repasaba el texto en su pantalla. ¿Estaba leyendo bien? Volvió a leer una vez más. No, efectivamente, la persona del otro lado creía que Pablo era su pareja -su novio- más que solo su compañero de trabajo. Confundido y nervioso, Lionel dejó el celular a un costado y se estiró hacia atrás en la silla, mirando al techo mientras pensaba. 

Sabía que su intento de mantener en secreto su divorcio de Elisa había resultado un fracaso gracias a que alguien lo había filtrado (y todavía no conocía quién). Sabía que con Pablo eran muy unidos todo el tiempo, aún más después de cortar sus vínculos con sus esposas -ahora ex- y de empezar a trabajar juntos, y que compartían ciertos gestos y códigos que quizás otras personas no entendían. Y también sabía que se la pasaba hablando de él en demasía, elogiando sus estrategias, su forma de jugar cuando eran jóvenes, contando la anécdota de la playa en Valencia hasta el cansancio... ¿Era eso lo que alimentaba a otras personas para que creyeran que eran pareja? ¿O había algo más de lo que no se estaba dando cuenta?

No tuvo mucho más tiempo para reflexionar porque volvió a recibir una notificación. Esta vez lo habían agregado al grupo de WhatsApp de los invitados al encuentro, presentándolo y diciendo que podría llegar a llevar a Pablo con él, y todos empezaron a perder la cabeza. 

"¿¿¡Me joden que vienen Scaloni y Aimar a cenar con nosotros!?? ¡Este es el mejor día de mi vida!"

"¿¿Vienen juntos?? Me muero, viejoooo, los adoro" 

"¡Pero no lo asusten, loco, que no van a venir nada! Ya que se hayan animado a venir..." 

"¡Son los más grandes, les debemos todo! ¡Vamos que ganamos el mundial!" 

"Anulo mufa"

"¡Y felicitaciones por su relación!" 

Lionel suspiró, frustrado. Le bastaban cuatro o cinco palabras para negar aquello, aclarar las cosas y poder ir como si nada, pero ya se sentía demasiado inmerso y no tenía idea de cómo salir. Aunque fuese incómodo para los dos, aunque probablemente lo odiara después de aquello, tenía que hablar con él y contarle la situación. Tembloroso, se puso de pie y comenzó a recorrer el predio de la AFA en busca del cordobés, sin saber bien cómo encarar el problema y arrepintiéndose a cada paso que daba. 

Todas sus dudas se disiparon cuando lo vio. Allí, en uno de los bancos junto a las canchas, con su mate y su termo y dándole la cara al sol del atardecer, cerrando los ojos para no recibir tan fuertemente el golpe de la luz. Mientras se acercaba a él, el pujatense recordó que Pablo se había subido al barco de la Selección por una propuesta suya, descabellada, pero suya. Que lo había acompañado a conquistar una empresa tan difícil como la de la Copa América, resultando campeones. Que lo soportaba en sus peores malhumores, cuando hacía cambios de mierda, y aunque se enojara, luego siempre terminaban arreglando las cosas. 

Solo una noche [Two shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora