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-No me voy a asustar, te lo prometo.

Bruna miró con sus ojitos llenos de emoción a su hermano mientras asentía. Estaba segurísima de que iba a pasar la noche completa en el campamento de la colonia. Sin llorar, sin su familia, solo sus compañeritos, la carpa, la bolsa de dormir, sus maestros y la noche.

Aun así Alejo estaba preocupado. Su hermanita jamás había pasado demasiado tiempo fuera de su casa, mucho menos una noche entera. Además era una nena muy familiera, muy mimosa, siempre que podía dormía con su mamá y algunas noches le insistía a su hermano con que hicieran pijamada. Le costaba dormir sola por lo cual le costaba imaginársela en la carpa, en el predio de la pileta.

Era una realidad que iba a estar acompañada de sus amiguitos, todos esos nenes que había conocido ese verano una vez que se inscribió a la colonia. Con ellos había compartido picnics, juegos y risas, pero no confiaba en que la hicieran sentir lo suficientemente segura como para no sentirse mal. A Bruna ni siquiera le gustaba quedarse a dormir en la casa de su abuela.

Lo raro es que Bruna se veía muy convencida de lo que estaba por hacer. Se había tomado el trabajo de organizar la mochila con todo lo que necesitaba, su bolsa de dormir, todo lo que necesitaba para el picnic y para el día de pileta cuando amanecieran. Estaba feliz por ese momento tan importante, aunque este significara el final de la escuelita de verano que tanto disfrutaba.

Alejo chequeó que no se olvidaran nada por ultimo vez y ayudó a su hermanita a subir lo que le faltaba en el auto. La nena esperaba en el asiento de atrás con una sonrisa de punta a punta. Por poco no se le pusieron los ojos llorosos, sentía que estaba viendo a su chiquita crecer. Su instinto protector estaba activado al 100% y sabía que seguramente esa noche a el le costaría dormir incluso más que a Bruna. Solo deseaba que todo saliera bien, pero si no era así estaba preparado para salir corriendo a buscarla ante la primera cosa que su hermanita necesitara.

Lo único que lo dejaba un tanto más tranquilo era saber que estaría bien cuidada. De tantas veces que la llevó a la pileta, Alejo había podido conocer a varios de los profes de la colonia, los cuales eran siempre muy amables y atentos con todos los niños. Estaba Luka, estaba Agustín y estaba Valen, pero sin dudas el favorito de Bruna era Matías.

Bruna se podía pasar horas hablando del profe Mati, lo cual primero le dio ternura a Alejo, solo hasta que le hizo sentir celos. Su hermanita quería demasiado a ese chico y podía entenderla, tenia un rostro amable, una sonrisa que generaba confianza y parecía que su mano era bastante segura porque la pequeña siempre quería ir de la mano con el a todos lados.

Alejo suspiró. Más de una vez pensó que le encantaría tener un trabajo así de importante. Matías estaba dejando una huella en el corazoncito de su hermana, ella ya decía que iba a ir todos los años a la colonia solo para poder jugar con su profe y que ya le había pedido que le diera clases en el jardín. También le daba miedo que Bruna lo extrañe mucho una vez que termine el verano y que eso la pusiera triste. Lo enojaba otro tanto que tal vez su hermana estuviera media enamorada de ese chico que le quintuplicaba la edad.

-Brujita, ¿sabes que Mati no se va a poder quedar a dormir en la carpa con vos no?- Alejo miró a la pequeña por el espejo retrovisor mientras manejaba hasta el lugar pactado por los profesores. Bruna asintió con el rostro un poco menos alegre al recordar eso.

-Mati me dijo que el va a visitar todas las carpas, capaz lo puedo convencer de que se quede.

No quería pincharle la burbuja donde su adorado Matías era perfecto y era su mejor amigo. Estaba seguro de que el chico haría dichas visitas por las carpas para revisar si todo se encontraba en orden, pero la verdad era que no podían meterse en las carpas con sus alumnitos. Mucho menos dormir con ellos, eso excedía los limites y las reglas, aunque los niños inocentes no entendieran de mucho de aquello.

brujita - soulizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora