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Bruna no estaba jugando al juego de las estatuas, sin embargo, cuando llegó al living de su casa tras una larga tarde en el jardín, parecía que alguien le había pausado la música.

Luego de asimilar por unos segundos lo que tenía frente a ella, corrió rápidamente a los brazos de su profe favorito, de Matías. El joven que estaba sentado en el sillón la recibió con una sonrisa enorme, feliz de volver a verla tras unas cuantas semanas de haber terminado la colonia. El verano había terminado, pero el amor de la niña seguía intacto.

Más aún pensando que Matías estaba allí únicamente para jugar con ella. Bruna estaba segura de que eran mejores amigos.

Rápidamente tiró la mochila del jardín en el piso y salió corriendo a su habitación en busca de todas las cosas que quería mostrarle a su ahora invitado, todos sus juguetes y sus disfraces. Mientras tanto, su hermano Alejo que había permanecido en silencio preparando un café (y que claramente había pasado desapercibido a los ojos de la niña) miraba la situación con ternura.

Si, era verdad que Matías quería mucho a Bruna. Aún así había otra clara razón por la cual se encontraba en el living de los Véliz, ahora con una taza en sus manos que el morocho le había pasado.

Bruna no había sido la única que no había podido olvidar a Matías. Cuando la niña y su hermano volvieron del campamento, en el fondo de la mente del mayor quedaron grabados los ojos llenos de amor con los que el joven miraba a su hermanita, lo brillosos que estaban al darse cuenta de cuanto lo quería la pequeña y el cuidado con el que la trataba. Sumado a todo eso, ese beso que le había provocado un salto en el corazón.

Alejo tenía que hacer algo, ese chico no se le iba a escapar.

Mientras tanto esa noche, Matías siguió trabajando, aún culpándose por haber sido tan atrevido con el hermano de su alumnita. Seguro había quedado como un desubicado, demasiado fácil y seguro el no querría volverlo a ver.

Para su suerte, sus miedos y dramas se disolvieron por completo, ya que al otro día Alejo volvió con una sonrisa en su rostro a buscar todo lo que Bruna se había olvidado en el predio de la pileta. Los ojos del morocho hicieron que se tranquilizara, había algo en ellos que le generaban confianza y Matías se moría por decirle que quería conocerlo más, o como había dicho Bruna, que si quería ser su amigo. O mejor, algo más que eso.

Fue así que después de ese día de enero, Matías y Alejo poco a poco se dejaron caer el uno por el otro. Aprovechando los días de verano, disfrutaron de largas charlas al atardecer, caminando por la playa. El mar era testigo de cómo su conexión empezaba a crecer cada vez más, así como el amor que empezaba a brillarles en la mirada.

Y a pesar de lo tonto que había empezado a ponerse por Matías, Alejo siempre había intentado ser cauteloso. Sabía que su hermana amaba a quien ahora consideraba como "su chico", tal vez incluso más que el, podía armarse un debate donde ambos tendrían muchos argumentos. Teniendo en cuenta eso y lo mucho que Bruna se había encariñado con su ex pareja, sabía que tenía que cuidar los sentimientos de la nena.

No podía llevar a Matías todos los días a su casa para que simplemente un día dejara de ir, dejando a la chiquita preguntándose por él. Fue por eso que Alejo siempre le pedía que se juntaran en lugares al aire libre, aprovechando su creatividad para planear citas que divirtieran al mayor, con el cual además de risas, habían empezado a compartir cada vez más besos y caricias.

Cuando se sintió más seguro de que podía ilusionarse con Matías el empezó a visitarlo por las tardes, siempre en el horario en el que Bruna se iba para el jardín, haciendo que sus dos amores no tuvieran chance de cruzarse. Cuando la pequeña estaba por llegar, Alejo preparaba su mochila para volver con el joven a su departamento de estudiante, en el cual empezó a pasar varias de sus noches.

brujita - soulizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora