Capítulo 1

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Miguel acababa de terminar un matrimonio de varios años, el divorcio fue un asunto emocionalmente difícil, sobre todo en lo que tenía que ver con la custodia de Juan, su hijo; pues al tener diecisiete años, aquel asunto se hacía casi irrelevante ya que estaba a punto de cumplir su mayoría de edad, no obstante, tanto Miguel como Claudia, quien pronto se convertiría en su ex esposa, peleaban muy a menudo por que su hijo se fuera a vivir con ellos, pero como se los hizo saber Juan, esa decisión solamente le competía a él, pues al estar a punto de convertirse legalmente en adulto, solo él podría decidir donde vivir.


Para el chico las cosas estaban más que claras, un par de semanas antes de que todo se fuera a la mierda, él había llegado más temprano a casa y se sorprendió al escuchar los sonidos que salían del cuarto de sus padres, pues indudablemente habían dos personas haciendo el amor ahí. Por un momento pensó en darles privacidad, sin embargo, justo cuando posó su mano en la manija de la puerta, escuchó algo que lo estremeció, palabras que salieron de la boca de su madre y que nunca podría olvidar en el futuro.



- ¡Que rico me coges! ¡Ojalá el inútil de mi esposo me cogiera así!



Un dolor en la boca del estomago le hizo saber a Juan que las cosas iban por otro lado, que estaba presenciando lo que probablemente sería el inicio del final de su familia; no obstante, él no era el tipo de gente que suele quedarse ahí parado sin hacer nada, así que sacó de su mochila un paralizador que su padre la había regalado en su cumpleaños, dejó sus cosas en el suelo y comenzó a subir las escaleras en dirección de la recamara de sus padres.



Los gemidos de su madre se hacían más sonoros en la medida en que avanzaba hacia la habitación, al igual que las palabras que salían de su boca y que nunca esperó escuchar mencionar a la mujer que le dio la vida.



- ¡Cógeme cabrón! ¡Soy tu perra! ¡Soy tu puta! - dijo la mujer entre gemidos.



Juan estaba furioso y aquel estado incrementaba en intensidad conforme avanzaba y seguía escuchando todo lo que su madre le decía al desconocido. Cuando llegó a la puerta donde los amantes se encontraban, sacó su celular del bolsillo y comenzó a grabar un video, sacó algunas fotos y luego miró decepcionado a su mamá, en aquella postura que la hacía parecer una perra en celo, cediendo el control de su cuerpo a un idiota sin escrúpulos a quien no le importaba fornicar a una mujer en la habitación que ella compartía con su marido. A pesar de que la puerta estaba entre abierta, Juan le dio a fuerte patada para anunciar su presencia. Ambos voltearon a la puerta. Ella abrió mucho los ojos diciendo el nombre de su hijo. Él se separó de inmediato de la mujer al ver el paralizador que el chico tenía en la mano. Juan no esperó a que nadie dijera nada más, comenzó a caminar en dirección del hombre quien, cuando vio las intenciones del chico, levantó los puños en señal de advertencia, sin embargo, Juan no se amedrentó y antes de que ese tipo pudiera hacer algo, el chico pegó el aparato al cuello del hombre, quien se convulsionó por un rato y luego quedó desmayado.



Su madre lo miraba con los ojos muy abiertos, sin saber que hacer o decir, asustada por ver a su amante tirado en el suelo completamente noqueado, pero aterrada por lo que Juan pudiera hacer a continuación. El chico no dijo absolutamente nada, solamente la miró con despreció y decepción, sostuvo la mirada a su madre unos segundos, que le permitieron a ella ver cómo su hijo liberaba una lágrima antes de mirar al frente y avanzar hacia el pasillo, saliendo de la habitación, dejando atrás aquel repulsivo aroma a sexo que demostraba lo poco que a su madre le interesaba el esfuerzo que su papá hacía a diario por darles una buena vida.

Angélica: mi hermano mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora