En secreto

157 16 7
                                    


Katara escuchó un ruido bajo su ventana y se asomó con el corazón acelerado, se escuchó un silbido y ella lo correspondió con otro similar, se hizo a un lado y entró casi volando un chico. Aterrizó a unos metros con una sonrisa orgullosa, el corazón de la morena se aceleró aún más cuando la miró con esos ojos grises, la sonrisa sólo cambió a una más emocionada al verla.

-Estás siendo muy arriesgado al usar aire-control para entrar hasta la habitación de una dama.

-Me disculpo, princesa,- realizó una reverencia dramática. -La culpa es suya, por tener unos ojos tan hermosos, sería capaz de morir por volver a verlos.

-No digas eso,- se acercó a él y pasó sus manos por su fornido pecho, el monje se mantenía en un muy buena forma. -Mi padre puede tomarte la idea.

-No te preocupes, preciosa, te aseguro que nadie me hará nada,- sonrió acercándose a ella y sosteniéndola de la cintura, sus labios se acercaron a su cuello. -Puedo cuidarme muy bien.

-Aang,- le golpeó un poco al sentir su aliento, la estremeció por completo. -Esto es peligroso.

-Me gusta el peligro,- buscó sus labios.

-A mí me gustas tú,- admitió ella antes de perderse en sus labios.

Los besos apasionados se volvieron más intensos y pronto el monje ya estaba arrebatando la ropa de la morena, cuando se encontró cara a cara con esos preciosos pechos morenos atrapó uno de los botones con su lengua, saboreándolos. Ella soltó un gemido y ambos rieron.

Katara los arrastró a ambos a la cama y se dejó caer sintiendo el peso de su amante, él siguió besando sus pechos, no fue suficiente y pasó a su estómago, soltó un par de risitas por las cosquillas que le provocó y pronto perdió el aliento cuando sintió la lengua de su compañero en su parte más íntima, una descarga eléctrica casi la hizo gritar, así que tomó una almohada para morderla y evitar hacer ruidos, se sentía tan bien y no quería que parara, seguramente sí le decía que continuara así por días, él estaría encantado de hacerle caso. Unos minutos después, ella se sentía sudando y jadeando puso una mano en su calva cabeza.

-Aaaang,- susurró en medio de un gemido. -Estoy cerca...

-Vente para mí,- le susurró en su entrepierna y cuando su lengua volvió a tocar ese punto preciso, ella soltó un grito ahogado y un líquido salió de ella, sus miembros cayeron a la cama sin fuerza alguna y miró a su acompañante que se levantaba y ahora quitaba la última parte de su traje de monje. -Te ves adorable, así, vida mía. Mi imagen favorita tuya es cuando acabo hacer que te corras.

-Presumido,- mencionó tratando de regular su aliento y sacando la lengua a modo de insulto infantil.

-Tengo otras cosas para presumirte,- señaló con su mano su miembro que ahora se alzaba ante sus ojos, ella le sonrió y abrió un poco más las piernas para darle lugar en su sitio. Él se acomodó en su entrada y se acercó para darle un beso, sabía a ella. -Te haré correr de nuevo,- le mencionó con la voz más seductora que le había escuchado y procedió a penetrarla.

-Aaahh,- se quejó un poco, tenerlo dentro siempre era un poco extraño para ella, le encantaba, pero seguía pareciendo enorme.

Él sólo la miró y volvió a estocarla con fuerza, ahora sacando otro tipo de quejido. La sensación de que él la estaba poseyendo era mucho más embriagadora de cualquier cosa que podía sentir. Entonces, él giró un poco y ella se retorció. Una sonrisa engreída apareció por su rostro y volvió a penetrarla así, ella se retorció de nuevo y se tomó de sus fuertes y musculosos brazos. Un vaivén exquisito se estableció como perfecta comunicación. Ella disfrutaba tanto que no le cabía en la cabeza que le prohibieran algo tan delicioso.

En secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora