Pureza (scaimar)

Parte Única

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buenas, hice algo. es bastante flashero y el smut tarda pero vale la pena ((espero)). lean los tags y si les sirve, disfruten la lectura! besitos las amo muac muac

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En la mesa principal del templo de los dioses, Lionel fue el último en sentarse. Primero, porque sabía de sobra que las conversaciones previas a sus reuniones solían extenderse bastante, por lo que llegar a tiempo y esperar solo a que sus compañeros terminen de ponerse al día le parecía algo inútil.

Segundo, porque venía de cubrir una emergencia con sus clérigos. La quinta esa semana.

Tapia, la deidad suprema a cargo, miró todo su recorrido hacia la mesa con desdén.

—Disculpen —se adelantó Lionel, sentándose con rapidez y lo más erguido que pudo—. Espero no interrumpir.

—No habría interrupción si llegaras a horario —observó Sampaoli a su costado, con algo de mezquindad.

Lionel suprimió su reacción y la limitó a un puño cerrado con fuerza.

—Va a ser la última vez.

La deidad frente a él, quien flotaba en un aura celeste y blanca, lo observó y levantó la voz, resonando dentro de cada uno de los presentes.

—¿Motivo?

Cerró sus ojos e intentó no acariciarse la sien en dolor. Las deidades supremas no necesitaban una boca para expresarse, preferían las conexiones internas.

Los dioses a su izquierda estaban más que acostumbrados al dolor agudo que representaba tener a tales seres en sus mentes. Pero Lionel era nuevo, nada podría anticiparlo a la punzante vibración que suponía escuchar a Tapia en su cabeza.

Suspiró.

—Demonios, su majestad.

La sala no tardó en llenarse de murmullos. A pesar de no escucharlos, sabía que lo juzgaban.

Los demonios representaban la única amenaza a su poder, buscaban desestabilizar constantemente la jerarquía que tanto les costó construir. Eran su antítesis y, desde la creación, era responsabilidad y obligación de una deidad el encargarse de ellos.

Cada dios representaba ciertos valores que se veían reflejados en la tierra y, quienes los veneraban, eran humanos que vivían por dichos valores. Los demonios, entonces, seducían a estos creyentes y los persuadían para alejarlos del camino.

Si una deidad pierde seguidores, pierde su poder. Si los gana, asciende de rango.

Lionel era una deidad mediana. Tenía la cantidad exacta de creyentes para estar presente en la mesa principal, aquella en la que las verdaderas decisiones eran tomadas. Siquiera ser considerado para ocupar ese asiento era un honor inmensurable, más aún teniendo en cuenta las celebridades que lo rodeaban.

Era esperable que una deidad con tal rango pudiera encargarse fácilmente de los demonios que le tocó. Traerlos como problema a la mesa, siendo el nuevo, era vergonzoso.

—¿Qué? —rió Sabella—. ¿Un par de bichos alados te están trayendo problemas? ¿A vos?

Lionel lo ignoró, fijándose en Tapia.

—Son íncubos, su señoría.

La deidad suprema frunció el ceño. No enviaban íncubos a cualquier dios, solo a aquellos cuyo valor esencial fuese la pureza.