𝘿𝙖𝙣𝙜𝙚𝙧𝙤𝙪𝙨

Capítulo 2

Eva Miller

Hoy es el funeral de Flor.

Me levanto de la cama y me quedo unos minutos sentada, observando todo a mi alrededor, especialmente la ventana y la puerta de mi habitación, después de haber tenido esa pesadilla. No he dormido nada, perturbada por la inquietante experiencia y la reciente muerte de Flor. Mi mente se siente cansada, y mis ojos apenas logran mantenerse abiertos por la falta de sueño.

Después de unos momentos, apoyo las palmas de mis manos en la cama y me incorporo lentamente. Me dirijo al baño, sintiendo la frialdad del suelo bajo mis pies descalzos. Al llegar a la ducha, me desvisto y entro, dejando que el agua tibia recorra mi cuerpo, buscando consuelo en su calor. Permanezco bajo la ducha durante unos quince minutos, disfrutando de la sensación relajante que me brinda el agua.

Al terminar, extiendo la mano para girar la llave y apagar la ducha, sintiendo un ligero escalofrío al salir del agua caliente. Tomo una toalla y la envuelvo alrededor de mi cuerpo, mientras con otra comienzo a secar mi piel, sintiendo cómo la tela absorbe la humedad. Después de secarme, elijo un vestido negro que me llega hasta las rodillas y unos zapatos a juego. Me peino el cabello rubio, dejándolo suelto para que caiga sobre mis hombros y llegue hasta mi cintura.

Al finalizar, salgo del baño y me dirijo hacia la puerta de mi habitación, sin olvidar agarrar mi móvil y mi chaqueta negra. Con un profundo suspiro, abro la puerta y bajo las escaleras, cuidando de no tropezar y caer.

Al bajar el último escalón, veo a mi madre esperando en la puerta, con las llaves del vehículo en la mano, lista para llevarme al funeral. Su expresión es seria, y puedo sentir la tensión en el aire, como si el dolor de la pérdida nos envolviera a ambas.

—¿Lista? —me pregunta.

Asiento con la cabeza. Ella me sonríe y me da un suave apretón en el hombro.

—Flor está en un lugar mejor, confía en mí —me dice, intentando consolarme. Le respondo con una sonrisa tenue, queriendo mostrar que entiendo sus palabras, aunque su significado pesa en mi corazón.

Hoy es el día del entierro de Flor, y solo recordar su rostro y las risas que solía escuchar desde lejos me llena de tristeza. Decido que no derramaré ninguna lágrima; no quiero sentirme mal, y sé que llorar no cambiará lo que ha sucedido. Sin embargo, el dolor se asienta en lo más profundo de mi ser. Imagino cómo se sienten mi tía, mi tío y mis primas ante esta pérdida. Opto por desviar mis pensamientos de esos recuerdos dolorosos.

—Vámonos —dice mi madre con voz firme.

Ella abre la puerta y me deja salir primero, antes de seguirla y cerrar la puerta con las llaves. Caminamos hacia el vehículo y subimos. Mi madre se sienta en el asiento del conductor y yo en el del copiloto. Al arrancar el motor, nos dirigimos hacia la iglesia llamada Asamblea de Luz, donde se llevará a cabo el funeral de Flor.

Mientras avanzamos, pasamos nuevamente por esa casa que siempre capta mi atención. Destaca entre las demás por su tamaño y sus lujosos detalles visibles a simple vista. Es extraño que parezca siempre vacía. A pesar de haber pasado frente a ella numerosas veces, las cortinas de las ventanas permanecen cerradas, incluso durante el día. Recuerdo la última vez que vi a alguien salir de allí y me pregunto: ¿por qué alguien tendría una casa tan grande solo para sí mismo? Es intrigante, y mi curiosidad se despierta.

Continúo observando la casa, hasta que, de repente, noto una silueta en una ventana del segundo piso. Parece que alguien observará desde allí. Fijo la mirada en la figura hasta que, de repente, desaparece, dejándome con un inexplicable sentimiento de inquietud.

¿Qué extraño?

Lo es, pero decido no centrarme en eso. No estoy en condiciones de investigar lo que sucede en una casa desconocida. Pasamos de largo, pero la curiosidad persiste, anidando en mi mente y negándose a abandonarme.