Capítulo seis

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Narra Kaden

La caída no resultó ser tan terrible. Después de todo, aterricé sobre un cuerpo firme. Consideré que teníamos una masa muscular similar, aunque pensé que yo era un poco más ancho que la parca que estaba debajo de mí.

—¡Quítate de encima, me estás aplastando! —bramó enojado.

Suponía que creía que tendría alguna ventaja sobre mí, pero hice todo lo que estaba a mi alcance para no salir del juego.

Se apartó para que me moviese, así que revolotee las alas y me coloqué a un lado de él mientras se reincorporaba torpemente.

Tal vez no entendía completamente nuestro universo o las reglas del mismo, ya que nadie se había tomado la molestia de explicarlas. Pero siempre buscaría permanecer dentro del juego, y ahora aún más, cuando por fin podría ganarme el respeto de algunos de mis compañeros, que uno ya estaba cansado de sus desprecios.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó una voz femenina, sorprendida.

Aunque más sorprendida, estaba aterrada, ya que no sabía qué estaba sucediendo. Parpadeó varias veces para poder articular frases coherentes sobre mi misión, pero la estúpida parca se acercó, después de haber sacudido su traje negro.

Debo admitir que esos ojos completamente oscuros pueden perturbar a mi humana... ¿Cómo era su nombre? Y podría estar a favor mío.

—Hola, Nikia —saludó la parca, dando un paso en su dirección.

Sin embargo, lo único que consiguió fue un grito aterrorizado de la mujer que buscó con los ojos en el suelo un arma de defensa. Pero, todo a nuestro alrededor era completamente blanco.

—¡No se me acerquen demonios! —chilló ella, echándose hacia atrás.

Todavía examinaba la manera de salir huyendo, lo cual no me ofendía. Al contrario, me parecía gracioso. Pero, lo que pude notar por el rabillo del ojo es que la parca tomó un gran bocado de aire. Parecía un experto a mi lado.

—No somos demonios, Nikia —corrigió la parca, inhalando profundamente para mantener la calma.

—¡Eso hacen los demonios! ¡Intentan engañarte, pero no voy a caer! —exclamó, agitando las manos en nuestra dirección para que nos mantuviéramos a distancia.

Me parecía lo más absurdo que una humana podría hacer. Si cree que somos demonios, ¿por qué diablos nos detendrían unas manos voladoras? Suponía que los nervios eran los que estaban hablando.

—Yo no soy un demonio; soy un ángel —afirmé con seguridad.

Tal vez había dicho una mentira piadosa, porque en realidad no lucía como los otros ángeles, pero tampoco tendría que explicarlo. Parecía que se relajó un poco, ya que sus hombros se adelantaron y tomó un profundo respiro.

—¿Y por qué tus alas son negras? —Apuntó detrás de mí con desesperación.

Miré rápidamente hacia atrás. Conocía perfectamente mis alas, sabía cómo lucían. No necesitaba que alguien más me las señale.

—¿Y de qué color se supone que deben lucir mis alas? —pregunté con indignación, cruzando los brazos en el pecho.

—No lo sé —rezongó, aterrada— ¿Blancas?

—No creas todo lo que ves en internet. Creo que eres demasiado mayor para entenderlo —resoplé con cansancio—. ¿Cuántos años se supone que tienes?

—Veintitrés —respondió la mujer.

Arrugué la frente con irritación; me había olvidado por completo de su existencia. Por primera vez en mi vida, me sentía como si fuera el protagonista de mi propia historia.

Serendipia [CD #2.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora