Intocable, invisible, pero se siente y se mira su paso, se va como arena entre las manos, nos pasa por enfrente sin mayor aviso, es eterno y finito a su vez, el jefe de jefes, al que le rendimos cuentas y quién siempre cobra, el que siempre nos alcanza y nos rebasa, nos gobierna en todo sentido, lo desaprovechamos muchas veces y otras veces lo exprimimos al máximo, algunas otras ni siquiera podemos hacer algo a su paso.
Para algunos pasa más rápido, para otros más lento pero siempre nos pasa a todos.
El tiempo, el máximo regidor que decidimos medir con relojes de todo tipo, pues ya jamás regresa, así que debemos mantenerlo checado, pues en un descuido se te va un momento que nunca volverás a pasar.
Poco tiempo es el que hay, muy poco para vivir atado a una silla, a una cama o un escritorio, muy poco para desaprovechar el enamoramiento, la amistad y el odio por su puesto, mucho tiempo para sufrir, para mal pensar y desconfiar, mucho tiempo sobra si quieres no hacer nada, y poco tiempo hay si quieres hacer algo.
¿por qué es así? ¿Por qué se nos va sin darnos cuenta? ¿Simplemente tiene que ser así? Vivir día tras día como una rutina sin saber que realmente puedes hacer con el tiempo, que se nos vaya como si quisiéramos agarrar aire con las manos abiertas.
Sentimos su existencia más no su paso, ¿que haríamos si supiéramos cuánto tiempo queda? ¿Será eso la parte mágica del tiempo? La parte de la incertidumbre, el no saber cuánto nos resta, y el como lo viviremos, simplemente avanzar tratando de hacer lo mejor con lo que tenemos ahora, solo para que al final sea insuficiente, se sienta desperdiciado y se escurra como agua que cae de una cascada, contundente al final, pues después del tiempo hay más tiempo... ¿O no? Se lleva todo al paso, sanamos con el, vivimos en el y morimos por el, existimos por el y en el, dejaremos de existir por el, pero ¿Acaso el tiempo deja de existir?
