Capítulo 9

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Raúl


No fue capaz de reaccionar hasta que Nadia chasqueó los dedos delante de su cara. Cuando se dio cuenta, Sofía ya no estaba en su campo de visión y su ya prometida le preguntaba si se encontraba bien.

- Cariño, ¿te pasa algo? ¿Quieres que nos vayamos a casa?

- No, no, de verdad, estoy bien. Me he distraído un momento. ¿Quieres tomar algo más?

- ¡Claro! ¿Me traes otro Mojito?

- Por supuesto, mi amor - y dándole un beso, se fue hacia la barra mientras buscaba con la mirada a Sofía.

Había desaparecido y ni siquiera sabía si seguía en el local. Pero, ¿por qué se preocupaba tanto? Si se había marchado sin tan siquiera saludarle, es que a ella ya no le importaba, ¿no? ¿Por qué a él sí le importaba dónde estuviera? "Esto es de locos. Yo quiero a Nadia y vamos a casarnos. Punto".

Mientras esperaba a que le sirvieran las copas, vio a Sofía y a su amiga Marta en la barra del fondo. Estaban pidiendo unas copas y parecían divertirse mucho. "¿Lo ves, imbécil? Deja de hacerte películas y vuelve con tu futura mujer".

Nadia le recibió con una enorme sonrisa.

- Mmmm... Qué ganas tenía de que llegaras - y tras dejar su copa en la mesa, le agarró la cara con las dos manos y le dio un sensual beso en los labios, rozándolos con su lengua y mirándole picarona.

- Uy uy uy, estas copas te están poniendo a tono, ¿eh? Qué peligro tienes - la agarró por la cintura y la correspondió con otro beso casi tan ardiente como el suyo.

Pasaron dos horas en las que siguieron bebiendo y tocándose por debajo de la mesa, provocándose y dejándose con las ganas. Estaban nublados de excitación y el alcohol cada vez les estimulaba más. Cuando Raúl se levantó para ir a pedir más copas, vio a Sofía, que cruzaba el local tambaleándose en dirección al baño. Ella también había bebido demasiado y parecía tener problemas para llegar. Sintió que debía ayudarla y fue tras ella. Cuando estaba a punto de llegar, Sofía tropezó y todo indicaba que iba a caer al suelo, pero Raúl corrió y la agarró justo a tiempo.

Sofía le miró confundida, entornando los ojos para intentar ver con claridad. Cuando le vio, exclamó:

-¡Vaya! ¡Aquí está mi salvador! - dijo con algo de dificultad.

- ¿Cuántas veces voy a tener que salvarte, señorita? - dijo Raúl divertido - Vaya cuajada llevas, tía.

- Esto es culpa tuya, ¿sabes? - estaba visiblemente borracha, las palabras se le amontonaban, no conseguía fijar la mirada y su equilibrio también estaba tocado. - ¿Por qué me llamaste, eh? Yo era feliz, tío. Y ahora no puedo dejar de pensar en ti. Sí, sí, no pongas esa cara. Esto es lo que hay.

Raúl no daba crédito a lo que acababa de decir Sofía. ¿Sería eso verdad? Dicen que los niños y los borrachos nunca mienten pero esto... Era demasiado fuerte. Pensó que lo mejor era acompañarla al baño, avisar a su amiga de su estado y llevar a Nadia a casa. Tenía que poner fin a esa noche y olvidar lo que acababa de decir Sofía.


Sofía


Ya no sabía ni cuántos chupitos se había tomado. Tenía el estómago revuelto y le costaba enfocar. Marta seguía pidiendo chupitos mientras se reía como una loca.

- Tía, me voy al baño, me encuentro fatal, creo que he tocado fondo - dijo Sofía

- ¿Pero qué dices? Anda, anda, ve a hacer un pis y vuelve rápido, que he pedido otra ronda.

- No me jodas... pfff

Cuando se levantó del taburete estuvo a punto de caer y tuvo que sujetarse a su amiga. "Qué pedo llevo, por favor" pensó.

Trató de disimular mientras atravesaba la sala, pero parecía Bambi aprendiendo a caminar. Quiso darse prisa y aceleró el paso, lo que fue una malísima idea. Cuando pensaba que se iba a comer el suelo, alguien lo impidió. Enfocó como pudo la cara de la persona que la había ayudado y ahí estaba Raúl.

- ¡Vaya! ¡Aquí está mi salvador!...


15 minutos después...


- ¡Sofi! ¡Sofi! Dime algo - Marta estaba preocupada. Sofía estaba apoyada en uno de los lavabos con la mirada perdida frente al espejo. Parecía haber estado llorando.

- Tía, la he cagado mogollón - dijo tapándose la cara.

- No sé qué habrá pasado, pero fue Raúl quien me avisó de que estabas aquí.

- Lo sé, lo sé. Fue él quien evitó que me hostiara contra el suelo, otra vez.

- ¿Y...? - interrogó Marta.

- Y se me fue la pinza y le dije que estaba borracha por su culpa, porque no podía dejar de pensar en él.

- Madre mía, Sofi. La que has liado, pollito.

- Diossss. Y verás mañana la resaca. Vámonos ya, por favor.

Cogieron un taxi hasta la casa de Sofía. Cuando Mario las vio llegar dijo:

- Madre mía, tía... Gracias por traerla, Marta, ya me encargo yo.

- Llámame mañana cuando te levantes, ¿vale? - le dijo Marta desde la puerta.

- No pienso levantarme nunca - balbuceó Sofía.

Mario la llevó al dormitorio, le quitó los zapatos y la ropa, y la metió en la cama.

- Ya me contarás mañana qué habéis celebrado tanto. Descansa, cariño - dijo. 

La besó dulcemente y salió de la habitación.

Sofía estaba muy avergonzada por lo que había hecho, y se sintió aún peor cuando vio cómo la cuidaba Mario. Era un amor, no se merecía que ella anduviera con dudas y niñerías. Malditos chupitos... 

Quince años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora