Familia

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Katara miraba por la ventana por décima vez en lo que iba de la noche. Estaba inquieta, Aang debía haber llegado hace horas. Le gustaría echarle la bronca, claro, aunque no podía. La culpabilidad lo llenaba todo.

Kya dormía apasible en la cama, había tenido sueños malos y quiso dormir con mamá, Bumi le siguió unos minutos después. Katara los recibió gustosa, besó sus pequeñas frentes, les cantó y continuó con su preocupación por su esposo.

Él llegó al filo del amanecer, parecía derrotado, enojado con la vida y seguramente con ella. No dijo nada, se dirigió a la cama y cuando vio a sus dos pequeños ahí, se echó a llorar.

-Perdóname, Katara, perdóname,- sollozaba hincado ante sus niños. -Me has dado una preciosa familia y yo no soy capaz de verlo.

Ella se acercó a él y le abrazó, también lloraba.

-Perdóname tú a mí. Te aseguro que lo que más quiero es tener una enorme familia.

Miró a sus hijos dormidos y supo que hacía lo correcto. Le había dicho el médico que si intentaba tener otro hijo, moriría en el parto. Al parecer tantos golpes en la guerra habían hecho mella en ella. No podía arriesgarse y dejar a sus bebés sin madre, no podía dejarlos en un destino como el de ella, ni siquiera para intentar tener un maestro-aire.

-El consejo me pide que considere una opción,- habló bajito su esposo y su corazón se detuvo. -Dicen que considere tener un hijo con alguien más, alguien que no haya peleado...

Se le cortó un poco la voz, Katara se levantó y salió de la cocina, estaba muy cansada y lo mejor que se le ocurrió fue hacerse un té. Estaba mirando la tetera cuando sintió sus brazos al rededor de la cintura.

-¿El consejo te dijo algo más?- habló lo más calmada que pudo.

-En conjunto no, pero Sokka quiere verte mañana.

Oh, claro que la vería. ¿Quién se creía para insinuar meter a alguien en su matrimonio?

-Lo buscaré mañana.

-Amorcito, quiero que sepas que yo no haré nada sin tu consentimiento, somos una familia.

-Pero, somos una familia incompleta.

-No digas eso.

El té estuvo listo y sirvió dos tazas, con la suya en mano y después de un trago se atrevió a sacar lo que había estado pensado.

-Creo que el consejo tiene razón,- levantó la mano cuando él la iba a interrumpir. -Nuestro matrimonio siempre ha sido muy público, eres el Avatar, terminamos con una guerra y todo eso. Además, eres el último maestro-aire, si tú no tienes descendencia directa de niños maestros-aire, el equilibrio del mundo nunca se restablecerá por completo.

-Pero, yo sólo quiero estar contigo,- de nuevo estaba llorando.

-Lo sé,- ella también volvía a derramar lágrimas. -Pero, esto va más allá de ti y de mi, de lo que queremos. Hablamos del mundo y de una cultura que no se podrá recuperar de otra manera.

-Debe de haber otra manera.

-No me arriesgaré a dejar a mis hijos sin madre.

-Jamás te pondría en peligro así, no quiero vivir sin ti.

Un nudo en la garganta se le acomodó, estaba a punto de sugerir algo que sabía que no le gustaría.

-Yo entiendo que tienes que hacerlo y estaré de acuerdo con una condición.

-¡¿Qué?!- casi gritó.

-Que dejaré que lo hagas con la condición de ponerle una pausa a nuestro matrimonio.

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