Vigilancia.

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–¿Cómo está ella? –pregunté sin siquiera mirar a Alessia a los ojos.

–Ella está bien, solo fue un golpe en la cabeza.

Pasaron unos segundos en completo silencio.

–¿Quién fue? –pregunté, finalmente mirándola a los ojos.

Alessia me miró, y suspiró.

–Chiara y Dante vigilaban las cámaras de seguridad de todo el pueblo, pero aún así, solo pudieron ver qué eran personas vestidas de negro –informó, cambiando su expresión a una más seria– parecían sombras.

–¿Sombras? –la visita de aquel hombre en mi ventana vino a mi mente.

–Sí. Da igual –hizo un gesto negando con la mano–. No irás a clases por unos días, y la policía del pueblo comenzó a investigar y vigilar las zonas, así que quizá haya toque de queda.

–¿Toque de queda? Que ambiguos son –me quejé, cruzando mis brazos.

No me sorprendía realmente. Era un pueblo bastante pequeño, y que cosas tan extrañas ocurrieran no era normal, por lo cual las medidas que tomaron eran bastante predecibles.

–Deja de quejarte y has caso.

Rodé los ojos y suspiré con frustración.

–Como sea.

Alessia se levantó del sofá, y caminó hacia la cocina, decidida a hacer la cena.

En la mañana Becca había sido encontrada inconciente en la entrada al pueblo. Chiara y Dante habían entrado al sótano a ver las cámaras del pueblo, y lograron ver al atacante. Ese hombre vestido de negro no venía solo al parecer.

Becca se encontraba bien, solo se quejaba del golpe en la nuca. Nadie se atrevió a decirle nada del atacante. Se limitaron a decirle que estaría relacionado con los mensajes y fue todo, y supongo que era lo mejor.

Becca estaba arriba descansando, claramente obligada por Alessia. Dante y Chiara estaban en el sótano aún. No salen de ahí desde que los llevé tontamente a las cámaras del pueblo. Pasar tiempo con Alessia es como ir a un asilo de ancianos.

El timbre interrumpió mis pensamientos, aunque, más que pensamientos eran quejas.

–Yo voy –anuncié caminando hacia la puerta, sin darle tiempo a Alessia de negarse.

Al abrir la puerta, un joven me esperaba mirándome con una expresión algo nerviosa.

–Buenas noches, eres Idara Grecco, ¿verdad?

–Así es.

Su cabello era algo largo, pero los rulos que traía lo hacían lucir más corto de lo que realmente era. Su semblante parecía nervioso, mirando hacía todos lados, mientras sacaba torpemente de su bolso un manojo de cartas.

–Esto es para ustedes –mencionó extendiendome las cartas.

–¿Un cartero a esta hora? –elevé una ceja. 

–Lo lamento. La mayoría son voluntarios y han estado trabajando para borrar los mensajes que dejaron por el pueblo, así que estoy haciendo horas extras para lograr llegar a todas las casas –se excusó.

–Ya veo –mencioné hojeando las cartas.

–¿Quién es, Dara? –preguntó Alessia, saliendo detrás de mí.

–El cartero.

–¿A esta hora?

–Horas extra –mencioné sin más.

El Juego De Las Sombras. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora