Bajo las sombras

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El sonido de su alarma marcaba el inicio de un nuevo día. Los rayos del sol del filtraba a través de los grandes ventanales, los cuáles otorgaban un cálido ambiente. Bang Chan se sentó en el borde de su cama, apagaba su alarma y daba unos respiros para despertar bien, observó la hora en su celular sin emoción. Para él, cada día era el mismo.

—Tienes que prepárate, Chan, o llegarás tarde a la reunión con los compradores —le recordó su padre, asomándose por la puerta de la habitación y yéndose al instante.

Bang Chan sólo tenía 26 años, pero ya era jefe de la empresa familiar, aquella posición que le fue impuesta desde que tenía uso de razón. Reuniones, informes y decisiones importantes. Todo era parte de su itinerario de todos los días, una vida que para su mala suerte, jamás eligió. Su padre, el Sr. Bang, construyó su imperio a base de sacrificios, batallas ganadas y perdidas como solía decir, y por lo mismo, su hijo debía seguir ese legado. Mientras se vestía aún adormilado, no pudo evitar que las palabras de Seungmin cruzaran por su mente: "Esto no es lo que quieres, Chan".

Seungmin era la única persona que había visto más allá de lo que se mostraba a la gente, más allá del futuro heredero, Pero Chan no sabía cómo escapar de las garras de su padre.

En cuanto llegó al comedor, su hermana Hannah yacía sentada desayunando en silencio. Ella, al igual que él, habían crecido bajo el estricto régimen de su padre, aunque no parecía darle mucha importancia.

—Hoy es un día importante —mencionó el Sr. Bang mientras se sentaba al otro lado de la mesa. Su voz se escuchaba firme, pero a la vez tranquila—. Los inversionistas esperan ansiosos tu plan de expansión. No puedes fallar.

Chan se limitó a asentir con la cabeza sin decir más. Sabe que cualquier cosa que diga no influirá en nada. Su vida era a base de órdenes que debía seguir estrictamente, además que cualquier descuido, incluso el más mínimo, podía ser considerado una traición. Se levantó para ir camino a la oficina, y su padre lo miró fijamente.

—Recuerda, hijo. Todo esto, todo este imperio y riquezas, lo tienes gracias a mí. Así que no puedes fallar.

Esa última frase estuvo rondando por su mente durante todo el camino, sonaban en su cabeza una y otra vez sin parar, como un recordatorio que nunca fue dueño de su propia vida. Al llegar, enseguida lo invadió el ruido habitual, personas caminando de un lado a otro, teléfonos sonando y personas hablando aquí y allá. Caminó lentamente hasta su oficina, la cuál era la más lujosa del edificio, pero nada de eso compensaba la presión y tristeza que sufría cada día.

Mientras estaba sentado, observó aquella montaña de papeles y documentos que debía revisar. Pero en vez de comenzar, miró hacia la nada reflexionando. ¿En qué momento sucedió todo esto? ¿En verdad había dejado de ser un niño? ¿Cómo su vida había sido arrebatada por el negocio?

Su mirada se concentró en aquel rincón donde había un pequeño auto de juguete que fue abandonado hace tiempo, estaba cubierto de polvo. Lo guardó allí cuando era un niño, le sorprendió que aquel auto siguiese en el mismo lugar después de tantos años. Lo observó por un momento, sintiendo como la tristeza invadía todo su cuerpo. Esto no es lo que quieres, Chan, la voz de Seungmin volvió a sonar en su mente.

Se levantó lentamente y se dirigió hacia el auto, lo tomó y volvió a su escritorio. Lo limpió y lo observó detenidamente, pensando que ese era así único recuerdo sobre lo que pudo ser de no haber sido por su padre. Sintió el mundo desaparecer cuando comenzó a mover el pequeño auto de un lado a otro sobre el escritorio, esos pequeños segundos sintió que recompensó todos aquellos años perdidos de infancia por tratar de cumplir los caprichos de su padre.

Cuando menos se dió cuenta, entró Seungmin a su oficina, quien lo vió jugando con el auto, se detuvo al verlo disfrutando como un niño y no pudo evitar sonreír. Chan lo vió y enseguida escondió el auto, sumergiéndose en la vergüenza.

—¿Chan? —preguntó en voz baja, como si no tuviera más preguntas por hacerle—. ¿Qué haces?

Chan seguía en vergüenza, pero levantó la mirada, y en ese momento, algo cambió dentro de él. Sus propios recuerdos, los sueños, expectativas y gran presión por parte de su padre...todo parecía tener claridad ahora. Durante 26 años se encargó de hacer feliz a los demás, pero, ¿quién se preocupaba por su felicidad?. Había vivido una vida que no quería, se dejó manipular y moldear como su padre quiso. Pero ya no más.

—No puedo seguir así... —murmuró, casi para sí mismo mientras dejaba el pequeño auto sobre el escritorio—. Esto...no es lo que quiero.

Seungmin se acercó lentamente, colocando ambas manos sobre su hombros. Como era de costumbres sus palabras fueron suaves pero firmes.

—Entonces...si ya estás decidido, ya sabes lo que tienes que hacer.

Renacer en Libertad - (Chanmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora