Ran Haitani

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𝘋𝘰𝘯'𝘵 𝘉𝘭𝘢𝘮𝘦 𝘔𝘦
 

𝑳𝒐𝒓𝒅, 𝒔𝒂𝒗𝒆 𝒎𝒆
𝑴𝒚 𝒅𝒓𝒖𝒈 𝒊𝒔 𝒎𝒚 𝒃𝒂𝒃𝒚
𝑰'𝒍𝒍 𝒃𝒆 𝒖𝒔𝒊𝒏' 𝒇𝒐𝒓 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒔𝒕 𝒐𝒇 𝒎𝒚 𝒍𝒊𝒇𝒆

No recordaba muy bien cuando comenzó, pero había un chico con el cual hace mucho tiempo comenzó a salir, tampoco recordaba muy bien por qué comenzó a salir con él, después de todo, no tenía exactamente un vínculo emocional.

Luego de un tiempo pensó en ello, y llegó a la conclusión de que posiblemente le resultaba atractivo en edad, ese chico era un par de años mayor que ella, algo que definitivamente le gustaba. Quizá fue eso. Quizá.

Y luego de ese chico vino una larga lista de nombres, chicos que anhelaron tenerla, y bueno, el honor les fue concedido, mientras la joven seguía sin considerar a ninguno la gran cosa. Juguetes. Esa palabra resonaba en su cabeza cada vez que un chico hacia todo lo posible por agradarle, cuando manos ajenas se deslizaban por su cuerpo y cuando sus labios eran besados con ansias por hombres los cuales creían por completo tenerla bajo su control. Cada vez que alguien le susurraba al oído que ella le pertenecía, no podía evitar reír, una risa maliciosa que ocultaba sarcasmo.

Si pertenecía alguien era a nadie más que a sí misma.

Si ellos supieran como jugaba, fingiendo movimientos inocentes para conseguir sus miradas, gestos con la intensión de llamar la atención del chico al cual deseaba. Le gustaba aquellos chicos mayores a los cuales susurraba promesas al oído mientras ellos se aferraban a sus caderas, para en la mañana siguiente o en unos días fingir demencia y ver en la mirada ajena un reflejo de decepción. Amaba ese sonido casi inaudible de un corazón roto. A eso se dedicaba, y no pensaba parar pronto.

Y su corazón nunca encontró atadura en nadie. Su corazón nunca fue roto por nadie. Su corazón latía con fuerza cada vez que conquistaba un chico nuevo.

Después de todo. El barrio de Roppongi era reconocido por estar dominado en las noches por esos chicos de pandilla, y no había nada mejor que tener a uno de esos bajo su merced.

Nunca se le ocurrió estar bajo la merced de uno.

Eso cambió una noche, cuando el alcohol viajaba a través de sus venas y su cuerpo se movía con gracia en medio de la fiesta de discoteca, había conseguido un pase gratis a través de un guardia, quizá algún día le devolvería el favor. Una discoteca distinguida sin duda, en la cual abundaban chicos con más dinero del que alguien normal de esas edades tendría.

Y mientras bailaba se fijó en un reflejo violeta, unos ojos que la observaban con atención al mover su cuerpo. Era un chico de cabellos largos y trenzados, alto, mientras que sus ojos lavanda parecían dispuestos a devorar cualquier cosa con el simple hecho de mirar.

Cuando sintió un tirón en la tripa debió saber que estaba perdida.

No supo cuando exactamente se terminó por acercar, aún seguía perdida en esa mirada mientras movía su cuerpo al ritmo de la canción de fondo. Tenerlo cerca hizo que su respiración fuera más entrecortada, bailar contra su cuerpo viendo esa mirada penetrante fue un acto de valentía sin duda, y cuando finalmente él se inclinó a besar sus labios con fuerza y posesión fue tocar el cielo con la punta de los dedos.

Un pandillero, el jefe de los negocios nocturnos en los lados más oscuros de Roponggi, ese era Ran Haitani, el chico por el cual por primera vez sintió un tirón en el estómago, el cual besar se sintió como si tocase el cielo y cuando terminó en sus brazos no estaba pensando en qué excusas dar para no verlo nuevamente, si en una excusa pensaba era en alguna que le permitiera verlo una y otra y otra vez.

Cruzó la línea por él, comenzaba a frecuentarlo en cualquier momento que pudiera, lo miraba con anhelo y cuando sus labios recorrían su piel solo podía pensar en el ritmo lento que marcaba con sus movimientos. Lo necesitaba tanto.

No era una relación formal, se buscaban porque se necesitaban, y normalmente la primera en buscarlo era la joven, dedicándole tiempo que jamás hubiera pensado en dedicar en nadie, ya no buscaba ningún nuevo chico, y su reputación pasó a ser "La chica de Ran" y no sentía ninguna molestia hacia eso, le gustaba ya que en la oscuridad de sus noches juntos, con frecuencia le susurraba que ella era suya y viceversa.

«Has ido muy lejos esta vez» Escuchó como se lo decía una amiga, no le importó, iría a cualquier lugar por ese chico de ojos lavandas.

Porque Ran Haitani era una droga, no tenían porque culparla ya que el amor por ese chico la hacía de ese modo. Por primera vez sentía amar a alguien y podría darlo todo por él, o bueno, ya lo estaba dando. Siempre pensó que el amor debía ser así, una llama capaz de consumirlo todo, algo capaz de enloquecerla, y eso era lo que tenía ahora.

Ese chico era una droga que pensaba consumir por toda la vida, sin pensar en los efectos colaterales.

De aquella chica que alguna vez fue una hiedra venenosa quedaba una suave margarita para el mayor de los hermanos Haitani, capaz de arrodillarse ante él gustosa y permitir que él la arrastre por los lugares más desgraciados, capaz de todo por el simple hecho de tocar su rostro y sentirlo por las noches poseerla por completo al decir su nombre una y otra vez, tantas veces hasta el punto de que el eco le quedase grabado en la mente.

Quizá alguna fuerza superior debía salvarla, porque una vez probado aquel dulce placer que le producía, nunca tendría la suficiente fuerza para abandonar sus brazos, cada vez que la miraba tenía el poder de erizarle la piel y su toque era adictivo al igual que todo lo que susurraba en su oído cuando se aferraba a su cuerpo noche tras noche.

Ran Haitani era una droga la cual valía la pena consumir sin pensar en más.

N/A: espero que les guste :)
<3

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2023 ⏰

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𝘚𝘦𝘮𝘱𝘪𝘵𝘦𝘳𝘯𝘰 ━━━━━ 𝘚𝘰𝘯𝘨 𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴 𝘛𝘰𝘬. 𝘙𝘦𝘷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora