Infancia robada

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Chan desde pequeño fue un niño bastante curioso, siempre con esa emoción de saber más de lo que debería, un chico encantador que con su sonrisa podía iluminar a todos. Pero detrás de esa fachada de niño bueno que mostraba al mundo, había una versión de él que sólo sus más cercanos conocían: una sombra constante que siempre lo seguía. Esa sombra tenía un nombre.

Desde que tenía uso de razón, su padre estableció estrictos límites con él, además de enfocar su camino en un destino claro. "Chan, serás un líder", le dijo con orgullo mientras lo miraba con una mezcla de orgullo y clara exigencia. Con sólo seis años, Chan no comprendía lo que era ser un "líder", pero su padre lo disfrazaba diciendo que ser uno era lo mejor que le podía pasar.

La mansión a la que el pequeño llamaba hogar era enorme, paredes altas que se perdían en el eco. Allí, él y su hermana Hannah pasaban sus días bajo estrictas reglas y la potente mirada de su padre en todo momento, rodeados de libros relacionados con los negocios, manuales de etiquetas, finanzas y más cosas que "un líder" debía hacer. Su infancia siempre estuvo severamente controlada, aunque tuvo momentos en los que podía sentirse libre, y esos momentos incluían a sus amigos.

Conoció a Seungmin, su primer amigo, quien vivía a 2 casas de la mansión Bang, pero su vida era completamente distinta. Seungmin siempre vivía despreocupado, gozaba la vida con una sonrisa que contrastaba con la gran presión que caía en los hombros de Chan. Un día, durante una de las pocas salidas que podía hacer, ambos chicos se encontraron en un parque cercano. Seungmin llevaba con él una pelota y un bate de béisbol y, con una risa despreocupada, le lanzó la pelota a Chan.

—¡Vamos! —le dijo Seungmin, con su típica energía alegre que emanaba su ser—. ¡Juguemos!

Chan dudó al incio, jamás había hecho algo sin supervisión, y nunca había jugado con algo tan "emocionante" como lo era una pelota. Pero la actitud del chico frente a él enseguida le hizo olvidar todas esas dudas, aunque para su padre la diversión era tiempo perdido, sólo quería disfrutar por un momento.

Y así fue como Chan conoció el valor de la amistad. Poco a poco, Seungmin lo incluyó al pequeño grupo de amigos formado por él mismo. Hyunjin, siempre artístico y dramático, su pasión era el arte y le encantaba demostrarlo, dibujaba cualquier cosa que le diera inspiración. Han, con su risa contagiosa y su increíble habilidad para crear historias, hacía que cada encuentro fuese una aventura. Jeongin, el más pequeño de todos, siempre con su dulce inocencia y amabilidad. Changbin, fuerte y protector, jamás deja solo a sus amigos. Minho, misterioso y serio al incio, pero cálido y agradable cuando te ganas su confianza, era introvertido pero leal de manera silenciosa, y Felix, con su voz con un toque grave para ser un niño, pero que daba al grupo esa sensación de estar en familia.

A pesar de que todos tenían una buena relación, Seungmin era el más cercano a Chan. Había algo en su ser que siempre lograba calmar y eliminar sus pensamientos constantes, esos que le recordaban que, cada minuto con sus amigos era alejarse cada vez más de las espectativas establecidas por su padre.

Sin embargo, esas pequeñas escapadas al parque o a las casas de sus amigos eran muy controladas. Su padre no veía de buena manera aquella "pérdida de tiempo" o "pérdida de productividad". "De tus amigos no vives, ellos no te llevarán al éxito, Chan", le repetía siempre que tenía la oportunidad.

Con el tiempo aquella presión que recibía se volvió más pesada. A medida que Chan crecía y poco a poco se convertía en un adulto, su padre comenzó a involucrarlo cada vez más en diversas actividades empresariales.  A los diez años, mientras otros niños de su edad jugaban con sus amigos, hacían pijamadas u otras actividades recreativas, Chan asistía de reunión en reunión con grandes empresarios y familias de inversionistas, hablaban de negocios sin parar, de futuros y cambios en la empresa que él no podía entender a su corta edad, pero sabía que todo era fríamente diseñado él. Las expectativas fueron creciendo y volviéndose más estrictas, como un gran peso que por más que intentara, no podía sacarlo de su espalda.

Fue en una de esas reuniones en las que Chan comprendió qué era lo que realmente quería su padre para él. Escuchaba a los adultos hablar, mientras su mirada se perdía en el gran ventanal que estaba a su lado. Afuera vió a sus amigos, jugando y hablando felices en el parque que apenas era visible desde la mansión. Sus risas eran un vivo recuerdo de lo que se estaba perdiendo.

Al día siguiente, cuando pudo ver a sus amigos, Chan se veía más callado que de costumbre, pues solía ser un chico bastante hablador. Sus amigos rápidamente notaron este cambio de ánimo, y fue Seungmin quien le preguntó.

— ¿Chan?, ¿Estás bien? —preguntó con su suave voz que lo caracterizaba.

—No...no lo sé —respondió, no se sentía capaz de manejar lo que sucedía dentro de él.

—Sabes que siempre estaremos aquí para ti, ¿verdad? —mencionó Hyunjin, mientras se sentaba a su lado y pasando su brazo por detrás de su hombro.

Chan miró a todos detenidamente, y por primera vez se sintió débil. Contarles la verdad no cambiaría nada. Sus amigos no podrían aliviar o ayudarle con la fuerte presión que su padre había puesto sobre él, pero el simple hecho de estar con ellos sentía que volvía a ser lo que era, un niño.

Los años pasaron, mientras sus amigos disfrutaban de su niñez y pronta adolescencia, Chan cada vez se sumía más en el mundo que su padre construía día a día para él. Había días en los que creía que podría manejarlo, que quizás su padre tenía razón y algún día podría disfrutarlo. Pero esos pensamientos nunca duraban mucho. Cada vez que veía a Seungmin, con su linda risa y amor por la música, Chan sentía una presión en su pecho.

Seungmin fue el primero en darse cuenta que Chan no estaba bien. Aunque todos notaban que Chan cada vez tenía menos tiempo para salir, sólo Seungmin conocía las profundas cicatrices que se formaban día a día acompañadas con su deterioro emocional.

—No tienes que hacerlo —le dijo Seungmin un día, mientras caminaban de vuelta luego de una de sus escasas salidas.

—¿Hacer qué? —preguntó Chan sin entender.

—Todo esto...la empresa, esas tontas expectativas de tu padre. No debes hacerlo si no es lo que deseas.

Las palabras de Seungmin resuenan en la cabeza de Chan día y noche durante los siguientes días. ¿Y si Seungmin tenía razón? ¿Realmente no tenía que hacerlo? Su vida entera de basaba en cumplir las expectativas de su padre.

Con el tiempo, las presiones de su padre se intensificaron. Chan se alejaba lentamente de sus amigos. Sus días constaban de estudios y reuniones. En esos momentos, pensaba en Seungmin y los demás, cómo sus vidas parecían avanzar sin estar acorralado como él se sentía.

Cuando Chan tenía 13 años, su padre lo llevó a una reunión importante en la que se disputa el futuro de la empresa. Aunque era bastante joven para entender la mayoría de las cosas que hablaban los empresarios sentados junto a él, tenía más que claro que su destino estaba decidido. Sería el sucesor, el que su padre siempre quiso. Esa noche, acordó con Seungmin de encontrarse en el parque, ahí se desbordó, no pudo contener las lágrimas. Seungmin simplemente lo abrazó en silencio.

Ese momento fue crucial. Fue la primera vez que Chan se expresó y dejó salir todas las emociones que venía guardando durante todo este tiempo, dejó ver cuán herido estaba por las obsesivas y estrictas espectativas de aquel hombre. A partir de ese día, y aunque seguía cumpliendo con las demandas de su padre, algo dentro de él comenzó a cambiar. Quizás, había una forma de escapar.

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⏰ Última actualización: Oct 30 ⏰

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Renacer en Libertad - (Chanmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora