Elena y yo nos habíamos convertido en cómplices de nuestros sueños compartidos en la luna, y cada experiencia nos unía más profundamente.
Una cálida noche de primavera, mientras el aroma de las flores en nuestro jardín llenaba el aire, Elena me sorprendió con una invitación inusual. Me entregó un pequeño paquete envuelto en un papel dorado y una sonrisa traviesa en el rostro.
"¿Qué es esto?", pregunté, intrigado por el regalo inesperado.
Elena rió suavemente. "Es un pequeño secreto que he estado guardando para ti, cariño. Ábrelo".
Con manos temblorosas de emoción, desaté el lazo dorado y desenvolví el paquete. Dentro encontré un par de antiguos binoculares de latón, con un toque de elegancia vintage. Me miré sorprendido a Elena.
"Elena, ¿binoculares? ¿Para qué son?".
Ella tomó los binoculares y señaló hacia el cielo estrellado. "Para llevar nuestros viajes a la luna a un nuevo nivel. Quiero que experimentemos la luna de una manera diferente esta vez".
Inmediatamente entendí su plan. Los binoculares eran para observar la luna con más detalle, para acercarnos aún más a su mundo imaginario. Sonreí y asentí, emocionado por la idea.
La noche siguiente, nos dirigimos al balcón con los binoculares en mano. Elena me miró con una chispa en los ojos y los apuntó hacia la luna llena. Mientras observábamos el satélite, algo sorprendente sucedió. Los binoculares parecían transportarnos directamente a la luna, como si estuviéramos allí de verdad.
Entramos en un mundo de colores y texturas, donde la superficie lunar se extendía ante nosotros. Exploramos cráteres y montañas, y nos encontramos con criaturas misteriosas que solo existían en las historias de Elena. Cada uno de nuestros susurros se convertía en un eco suave en ese mundo lunar.
Pero lo más emocionante fue cuando, a través de los binoculares, descubrimos un camino de estrellas que parecía llevar a un lugar especial en la luna. Sin dudarlo, decidimos seguir ese camino, mano a mano, como dos aventureros en busca de un tesoro perdido.
Cuando llegamos al final del camino de estrellas, nos encontramos en un jardín lunar, más hermoso que cualquier lugar que hubiéramos imaginado. Las flores brillaban con luz propia, y en el centro del jardín, encontramos una fuente de aguas cristalinas que parecía contener todos los secretos del universo.
Elena me miró con ojos llenos de asombro y alegría. "Este es nuestro lugar secreto en la luna, cariño. Un lugar donde nuestros corazones pueden brillar en su máxima expresión".
Bajo la luz de la luna en ese jardín mágico, nos prometimos amor eterno. Los binoculares habían revelado un mundo de posibilidades y sorpresas, y estábamos ansiosos por seguir explorando juntos, capítulo tras capítulo, en nuestra historia de amor que nunca dejaría de sorprendernos.
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Ella, allá en la luna.
Short StoryEn el regazo de la luna El esposo de la protagonista, tras años de matrimonio, comprendió el inmenso amor y libertad que existía en la peculiaridad de su esposa. Ella, con su espíritu soñador, encontraba en la luna un refugio para volar entre amores...