Amor Fati

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Golpea tu corazón, que en él está tu genio, escribió Stuart Mill, antes que Nietzsche y antes que yo.

Él no había podido dormir tres noches seguidas, se levantaba de su escritorio solo para ir a la cocina por una taza de café; parecía estar en un trance teológico, uno muy etéreo. Tenía hojas arrugadas pegadas por las cuatro paredes de su cuarto, me preocupaba mucho verlo así, pues ya había pasado una vez y termino internado cuatrocientas ochenta horas en un hospital psiquiátrico... creí que se había vuelto loco.

Nickolas era muy obstinado, si empezaba algo tenía que terminarlo, aunque eso le costará la propia vida. No había ser capaz en esta tierra que lo convenciera de limitarse a buscar algunas cosas, yo principalmente le insistía que parara, me encantaba verlo trabajar de esa manera tan apasionada pero me angustiaba que llegará el día en el que no encontrara una respuesta a algo, realmente tenía la cabeza más dura que un roble, no era tan fácil sacar nada de ella. Presumo que yo era la única a la que él le contaba los objetivos de sus investigaciones antes de que los terminara. Me decía muy seguido que la respuesta más inexacta que había encontrado en su vida era la de porque yo me enamoré de él. Creo que aquí todos sabemos por qué... pero el insistía que fue por sus ojos azules y su rebelde cabello alborotado, estoy segura que era otra de sus justificaciones, pues él creía que entre más atención le damos a una sola cosa, más rápida y segura era la perdida de interés por esta. Era obvio que Nick no quería perder ese escepticismo que le producía tanto placer; un hombre de genio extraordinario nunca va a aceptar que lo llamen genio, él se determinaba como un ser completamente ignorante, y esto es lo que lo hacía ser un hombre genial. Si yo le decía que lo que me enamoraba de él era su intelecto, se pasaba días enteros bebiendo whisky. Tenía razón, el hombre hará todo lo contrario cuando se le diga constantemente que lo está haciendo bien, pues le generamos cierta ansiedad por saber si continua haciéndolo, él sabía perfectamente lo que me atraía, pero lo eludía mencionando sus azulados miopes.   

Lo conocí cuando estaba en la universidad, teníamos una clase juntos porque el llevaba dos años repitiéndola, nunca le habían gustado las leyes y la política, pero él tenía que tener aprobada esta materia para poder ser referido a Viena y realizar otra de sus investigaciones. Por suerte suya ese año nos conocimos, lo ayudé a aprobar. Comprendió que para sobrevivir tenemos que saber por lo menos un cuarto de las funciones de una democracia, comprendió que me necesitaba para sobrevivir, pues este siempre ha sido mi fuerte. Por lo que desde entonces el permitió e insistió que fuera yo la única que podía ayudarle a tomar una decisión. Así que el genio me necesitaba, el genio necesitaba a una mujer de preceptos doctrinarios. Aunque cuando lo conocí, yo salía con un chico apuesto, el rey de las fiestas, el futuro ejecutivo, el membrudo que a todas nos encantaba. Pero era lamentable que su robusto egoísmo físico no le bastaba para alimentar aquel imperioso corazón, lo que permitió darme cuenta del habito fascinante que se cargaba aquel flacucho de pelo alborotado. Nick tenía un habito que le permitía reservarse todo juicio, habito que le facilitó el conocimiento de gran número de personas singulares, pero que también lo había hecho víctima de más de un latoso invertebrado. Sinceramente, antes me parecía un chico deprimente, uno que solo quería llamar la atención con sus palabras rebuscadas, pero por suerte me equivoqué. Nick resultó siendo una de las mentes más grandes de la época. Nadie más que uno mismo, se encarga de atribuirle peso a su existencia y él lo hizo de una manera excepcional.

Siempre estuve consciente lo que conllevaba un noviazgo con un chico como el, pero era un reto, un reto que todas las demás personas se privan, porque hacerlo, les atribuye contacto con la verdadera realidad, y eso les asusta, les asusta los caminos escarpados, aunque este los lleve más alto.

Nickolas era un verdadero genio, y no cualquier genio, era un genio excelente por su moral, una moralidad que no podía medirse con preceptos corrientes en los catecismos; intentar medir su moral era como intentar medir la altura del Himalaya con cintas métricas de bolsillo. Su conducta era inflexible respecto de sus ideales. Era un genio que se apoderaba de los obstáculos, los provocaba y los cultivaba, como si en ellos pusiera su orgullo y su gloria, resistía el suceso y se rehacía del mismo. Nick, respetaba sus creencias propias en las ajenas, cultivaba en grado sumo las más altas virtudes, sin preocuparse de carpir en la selva magnifica de las malezas que concentran la preocupación de los espíritus vulgares. Ignoró toda su vida las artes del escalamiento y las industrias de la prosperidad material, el único lugar donde buscaba la verdad, era en la ciencia, ese afán le bastaba para vivir. Su lucha hacia las alturas fue suficiente para llenar su corazón.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2015 ⏰

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