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ㅤㅤㅤ 𓈒 ♡゙ ⭒
ㅤㅤ  ̄ % Capítulo I.

ㅤㅤㅤ ㅤ╰ El Gran Cometa.ㅤ𝄒ㅤ

En todas las noticias siempre se escuchaba acerca de el apodado "Gran Cometa", sin lugar a dudas todos los medios querían captar ese único suceso, la humanidad se encontraba expectante a lo que sucedería.
Según varias afirmaciones oficiales, el cometa podría ser visto desde varias partes de América y algunas regiones europeas.
Todos aquella noche estaban expectantes a ver el gran cometa. Familias enteras en los techos o patios de sus casas, con telescopios y cámaras fotográficas, eufóricos por el único suceso.

Uno, dos, tres, el cielo nocturno de luna llena se iluminó con un fuerte brillo. Quienes lo vieron, afirman que era inusual, su brillo era comparable a una diminuta versión de nuestro sol.
Esa noche cayó una especie extraña de maldición sobre todos los que llegaron a observar el cometa, quedaron marcados de por vida con un tono amarillo tornasol en la iris de sus ojos. Esto nunca representó una dificultad de visión, pero aún habían investigaciones acerca del porqué sucedió esto con quienes presenciaron el cometa. Algunos decían que era un distintivo, otros, que habían sido escogidos, y el resto creía que solo el tiempo revelaría que era.
Con el paso de los años, se demostró que no era hereditario, y que únicamente lo portaban los que habían observado vívidamente el paso de el Gran Cometa.
Algunos afirmaban oír y ver a un chico de belleza inhumana, que podían comparar a la propia encarnación del cometa. Según descripciones, su cabello era de un rubio claro que parecía iluminarse con la luz del sol con algunos mechones azul cielo. Otros afirmaban que tenía el mismo tono amarillo tornasol en sus ojos, y una vestimenta sencilla, blanca, con algunas manchas de tierra en él, que a su alrededor habían como fragmentos destellantes que lucían como unas estrellas.
A cualquiera de los que pudieses preguntar, iba a dar una descripción parecida, mas únicamente quienes presenciaron el paso del cometa podían verlo.
A esta gente se les conocía como "los que vieron la luz divina" y a algunos se les llegó a nombrar "personas de luz", y su cifra estimaba alrededor de veinte millones de esta gente.

Pero regresémonos algunos años al pasado: el día del paso del cometa, pues hubo una parte de la historia que se mantuvo desconocida.
En una parte fría y oscura de un tupido bosque, cayó un fragmento del colosal cometa.
Era como una piedra preciosa, similar a la labradorita púrpura, que con cada segundo brilló más, cambiando su forma a una similar a la de un humano.
El fragmento caído ahora era una persona. Pero muy distinto a las descripciones dadas años después en los avistamientos de las personas.
Era un chico con ese amarillo tornasol en sus ojos, su cabello era color malva oscuro, y a cada lado de su cabeza flotaban unas pequeñas estrellas, muy brillantes.

- Tú eres el escogido. El hijo de las estrellas.

Una voz desconocida lo asustó, haciéndolo mirar a todos lados, sin ver a nadie logró ponerse de pie y caminar hasta aferrarse a un árbol, admirando con sus nuevos ojos el mundo que lo rodeaba.
Su pecho se sintió cálido, como en casa. Ante tal comodidad, las estrellas que lo acompañaban comenzaron a brillar, transmitiendo las mismas emociones que él tenía en ese momento.
Ahora guiado por la luz de sus estrellas, caminó hasta encontrar una cueva vacía, algo cerca de un pequeño pueblo. Enseguida supo que ese era su hogar, así que entró y se sentó.

Por varios años estuvo recolectando bayas y alimentándose de ellas, hasta que sintió la necesidad de conocer cosas nuevas.
Se dirigió un mediodía al pueblo el cual solía ver de lejos, admirando a las demás personas alrededor suyo.
En un momento se cruzó con una pequeña casa, su puerta estaba entreabierta. La curiosidad le ganó y decidió investigar, adentrándose a ese lugar, descubriendo que era el hogar de una mujer de cabello negro y mirada tranquila, ella era una de las personas de luz, y se encontraba alimentando a un chico que le parecía familiar.

- ¡Neth! - Exclamó el chico sin pensar, acercándose más al chico. Era rubio, con algunas mechas azules, y lo rodeaban un montón de pequeñas estrellas.

Tomó su brazo para llamar su atención, queriéndose quedar con él más tiempo.

- ¿Ken, él es el hermano que mencionaste? - Interrogó la mujer, el rubio solo asintió y sonrió, dando palmadas al otro chico en su cabeza.

- ¿Quieres comida, pequeño? - Confundido, asintió, recibiendo momentos después un plato con lo que parecía ser una sopa, pero contenía algún tipo de brillo.

Se sentó en una mesa y fue alimentado por aquella mujer, quien se mostró en todo momento muy amable y responsable.

- ¿Tienes nombre, pequeño? - Interrogó la muchacha, y nuestro estrellado protagonista solamente negó con la cabeza con cierta confusión, nunca había sentido la necesidad de tener un nombre propio.

- Él es Aory; yo soy Kenneth. - Aclaró fugazmente el rubio, Ao, inmediatamente, sintiéndose familiar con aquel nombre sin saber aún la razón.

- Un gusto, pequeño Aory, yo soy la princesa Alice. Bueno, Ken, ya nos conocíamos. - Rió de forma suave, con amabilidad en todo momento.

Sus ojos se abrieron como platos, tenía una princesa, alguien de la familia real frente a él. Se puso de pie e hizo una reverencia, mostrando respeto hacia ella.
Los días pasaron, y la chica los cuidaba a los dos niños como una madre. Incluso ayudó personalmente a hacer la pequeña cueva de Aory mucho más acogedora, equipándola con una cama, mesas, sillas y un pequeño lugar donde podría cocinar. Inicialmente le ofreció una casa, pero él siempre insistió en quedarse en el bosque, pues sentía que ese era su lugar, además, que la gente del pueblo se asustaría al verlo.
Cierta noche, lluviosa y gélida, escuchó un llanto en el medio del bosque. Él se encontraba frente a su fogata, tomando algo de calor. Sin dudarlo, se adentró al lugar del llanto corriendo, para encontrarse con un pequeño niño que parecía casi abandonado. Estaba mojado y temblando por la lluvia y el frío, con una expresión asustada.
Lo llevó a su pequeño hogar, dándole algo de ropa limpia, y entonces se percató de que ese chico tenía algo raro. ¿Alas de murciélago? Eso sí que era algo inusual.
Agarró una de las dos estrellas sobre su cabeza, bajándola y entregándosela, una vez la tocó, cambiando de color a un tono verde cobrizo, y sobre su cabeza apareciendo otra pequeña estrella, reemplazando la anterior.

- Es para la protección. Por favor, guárdalo. - Pidió, el chico asintió y se quedó sentado frente al fuego, temblando del frío y envuelto en mantas.

¿Quién será él? Se preguntaba Aory, haciéndole compañía, esperando que se sintiese acogido. Sintió que había hecho lo correcto, pensando, ¿Y si él no hubiese escuchado ese llanto?

- Tengo algunas preguntas para tí... - Habló el menor finalmente, aún con ojos algo llorosos y voz quebradiza, sintiendo que un resfriado se avecinaba para el día siguiente.

El gran cometa. [og]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora