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NOCHE DE CHICAS


HEAVEN

Al día siguiente, mis niveles de estrés no me permiten dejar de observar la pantalla del móvil en espera de alguna llamada de Vladimir que durante el resto del día nunca llega. En algún otro momento me habría alegrado a muerte, pero en vista de las circunstancias de la noche anterior y el hecho de que pasé por alto su advertencia de aparecer a primera hora de la mañana, la taquicardia me tiene al borde de un infarto a la corta edad de veintinueve años.

Ahogo un grito con el mensaje de Justine que llega avisándome del lugar que visitaremos en la noche y me obligo a relajarme llamando a Fernanda para cerciorarme de que todo está bajo control, y que Vladimir no puede ni tiene cómo hacer nada en contra de mi familia.

— ¿Heaven?

— ¡Fer! —el alivio es casi evidente en mi voz— ¿Cómo estás? ¿Cómo está mamá?

— Bien, todo está muy bien —podía sentir un poco de confusión en su voz—. ¿Sucede algo? No es normal que llames cuando estoy fuera del hospital.

Suelto una risita nerviosa como intentando restarle importancia a mi paranoia.

— ¿Acaso no puedo preocuparme por mi hermanita?

La escucho bufar del otro lado antes de responderme: — Siempre me escribes por whatsapp tonta, deja de gastar minutos a lo imbécil.

— ¡Bueno, ya! Perdón. Discúlpame por preocuparme por ustedes, no volverá a pasar.

Cuelgo después de un breve intercambio de palabras en los que la confianza, la seguridad y la tranquilidad regresan a mi cuerpo. Sonrío saboreando el éxito de haberme salido con la mía, y en la tarde me permito conciliar un sueño reparador como recompensa mientras espero que llegue el momento de alistarme para salir al encuentro de Justine. Me despierto de mejor humor y me río de mí misma al pensar en que me he convertido en una persona que necesita descansar por las tardes antes de salir de rumba de fin de semana.

La idea de tener sexo esta noche me lleva a esmerarme más de lo que podría haber hecho y me plancho el cabello de forma impecable, un vestido negro ajustado al cuerpo es el complemento ideal para la noche, acompañados de unos tacones de aguja, y me esmero en maquillarme el rostro de manera provocativa, realzando el verde de mis ojos con delineador, y el rojo en mis labios le da el toque sexy y atractivo que necesito.

Los lunares dispersos en mi cuello y pecho, que se desvanecen más hacia abajo, son una delicada sugerencia para descubrir mi cuerpo y me doy por satisfecha con el resultado. Me tomo una más que sugerente foto frente al espejo, dándole mención al lugar que estaremos visitando esta noche, y la publico en mis redes sociales. Estoy convencida de que Mateo buscará la forma de stalkearme aunque tenga sus usuarios bloqueados, y puede que haya superado la relación, pero las ganas de demostrarle todo lo que se está perdiendo son más fuertes que yo.

El mensaje de Justine es oportuno cuando me avisa que va en camino a la discoteca y me apresuro a pedir un Uber para llegar a tiempo. Me aseguro de dejar todo bajo llave ya que es muy probable que no llegue esta noche a casa y me deslizo abordo del vehículo cuando estaciona frente a la casa.

No le pongo caso al conductor y solo hago sonidos que demuestren que le estoy prestando atención a su conversación mientras reviso mis redes sociales para matar el tiempo de camino. El bullicio del local me hace levantar la mirada del celular para enfocarla en la ventanilla cuando estamos todavía a media cuadra, y se me desorbitan los ojos con la cantidad de gente que espera fuera del negocio.

Al parecer medio Zúrich siente la imperiosa necesidad de salir a desfogar las ganas de diversión en el mismo lugar que escogimos Justine y yo para pasar un buen rato. Le agradezco al conductor y salgo de allí medio resignada ante la cantidad de gente que se aglomera en la entrada. Me entra el desespero de pensar en meterme allí como mínimo cuarenta minutos para que nos permitan la entrada, por lo que le mensajeo a Justine para saber si ya llegó y dónde carajos está. Su mensaje avisándome de que está en la entrada esperando por mí no tarda en llegar y me aproximo con cautela sujetando mi bolso evitando ser asalta por las personas que se mueven de un lado a otro empujándome.

DesprecioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora