Primera parte

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Los timbrazos del teléfono irrumpieron en la noche arrancandole del sueño, como cuando se quita una tirita pegada sobre una herida abierta. Echo un vistazo al despertador digital: indicada las 3.18 con números rojos y chillones. Se despabiló de inmediato y pensó: << Ya estamos otra vez. Pero este año empieza antes que de costumbre, mucho antes>>.
La primera llamada solía ser en octubre, 1 o 2 semanas antes del aniversario. Y, sin embargo, acababa de comenzar el mes de septiembre y aún estaban viviendo las últimas horas de una larga ola de calor. Los ventiladores, que giraban con su pereza habitual en las ventanas del dormitorio, no conseguían sofocar con su ruido el incesante y persistentes sonido del teléfono. << Haz que sea alguien que se haya equivocado de número>>, rezo.
Apoyado en el codo, escucho con atención, contó los timbrazos, seguidos siempre de una pausa... seis (pausa), siete (pausa)... y oyo los pasos cansinos de su padre, que se dirigía al fondo del pasillo arrastrando zapatillas. Bueno, no es que realmente lo oyers, sino que sentía como su padre avanzaba despacio y a regañadientes, aunque sin detenerse.
El teléfono dejo de sonar de un modo abrupto.
El siguio esperando, medio sentado, medio acostado, con el codo hundido en el colchón y la frente empapado en sudor.
Agudizo el oído, pero no logró oír nada. Al final, se levantó de la cama para acercarse sigilosamente a la puerta - siempre la ha dejado entreabierta -, entorno los ojos y vio a su padre, con los calzoncillos y la camiseta blancos destacando contra la oscuridad, ahí de pie, con el teléfono pegado en la oreja, escuchando atentamente. Se quedó contemplando a su padre un buen rato, sin atreverse a mover ni un solo dedo.
Su padre colgó el auricular y se quedó allí plantado: mudo, solo, petrificado.
Denny supo inmediatamente que no había sido ninguna equivocación. Se quedó mirando a su padre, que, a su vez, seguía contemplando el teléfono. Con un leve suspiro, Denny dio media vuelta para volver a la cama; ahora que sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, las formas y tamaños iban asumiendo una identidad - el equipo de música, el escritorio en el que solía hacer los deberes, el tablón colgado de la pared -, aunque todo aquello le resultaba frío e impersonal, como la habitación de un hotel. De pronto, le entró un escalofrío y apagó los ventiladores.
Se quedó parado junto a la ventana para observar la calle tranquila, sumida en sombras. El arce de la acera de enfrente parecía una enorme mancha de tinta. En las ventanas de las demás viviendas no habia luces encendidas. Al fondo de la calle, el letrero luminoso de la tienda de la esquina, que permanecía abierta las 24 horas del día, salpicaba la noche con su colorido. Denny se pregunto qué tipo de persona saldria a hacer la compra a las 3 de la madrugada. O se podría llamar por teléfono...
Finalmente, volvió a acostarse con el firme propósito de relajarse y tratar de volver a conciliar el sueño. Pero empezó a agitarse cada vez más y a dar vueltas y vueltas hasta que las piernas se le enredaron en la sabana. Luego se puso a pensar en ese terrible día del mes de octubre para el que ya sólo faltaban unas semanas, y se juro así mismo que esta vez no se quedaría de brazos cruzados como su padre, sin hacer nada. Ya no era un niño pequeño. Tenía 16 años. No sabía que haria llegado el momento, pero seguro que haría algo.
- Yo no soy como mi padre - murmuró con la boca pegada a la almohada.
El sueño aún se hizo esperar un buen rato.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2015 ⏰

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