Capítulo 6

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Su agarre en la parte superior de mi brazo fue dolorosa mientras me empujaba descuidadamente a través de los muchos pasillos de la mansión.

—Oye, Matoba-san, ¡Oye! —le grité, él me ignoró y siguió con su paso rápido. Comencé a tirar y tratar de que me soltara, pero todo lo que hizo fue darse la vuelta y echarme sobre su hombro para que ya no pudiera luchar. Esto no era propio de él, estaba en silencio y eso hizo que un miedo frío se instalara en la boca de mi estómago.

Pronto llegamos al dormitorio, él ni siquiera se detuvo, simplemente entró, cerró la puerta corrediza y me dejó caer descuidadamente en el futón.

—¡Ay, qué estás haciendo! —exclamé enfadado y me senté. Pero antes de que pudiera ver bien lo que estaba pasando, me empujó por los hombros, obligándome a acostarme boca arriba. —¡Ey! —exclamé pero no tuve la oportunidad de continuar con lo que estaba diciendo.

Su expresión era de enojo, pero había un hambre subyacente ardiendo en sus ojos.

—Él... —estaba a punto de hablar pero mi pregunta fue cortada por Matoba mientras unía nuestras bocas en un beso violento y doloroso, movió su boca contra la mía y pasó su fría lengua por mis dientes, le negué la entrada pero parecía que esa no era una opción en su mente. Su agarre sobre mis hombros se apretó dolorosamente. Moví mi cabeza en un intento de romper el beso, funcionó por un segundo donde pude gritar —¡Basta!

Hizo una pausa y luego se apartó y me miró por un segundo, sus ojos recorrieron mis labios, mi kimono ligeramente abierto y mis mejillas sonrojadas. Una sonrisa llena de lujuria transformó su rostro en algo que hizo que un escalofrío helado sacudiera mi cuerpo. Puso un dedo largo y delgado sobre mis labios entreabiertos.

—Silencio. —fue todo lo que dijo.

No tuve tiempo para reaccionar porque, más rápido de lo que los ojos pueden seguir, me sujetó las manos por encima de la cabeza y las ató con el cinturón de su kimono, luego ató los cabos sueltos al poste a unos centímetros de distancia. Mis mejillas se sonrojaron.

—¡Qué estás haciendo! —grité alarmado.

Se inclinó sobre mí y apoyó sus manos a ambos lados de mi cabeza, atrapándome, su rostro ilegible.

—¿No te acabo de decir que te quedes en silencio? —dijo monótonamente, luego apretó su boca contra la mía nuevamente con enojo, dolía pero no había manera posible de romper el beso sin traerme más desgracia. Finalmente se apartó y me miró profundamente a los ojos y después de un rato su habitual sonrisa de zorro volvió cómodamente a su rostro. —Verás, Natsume kun, hay un viejo dicho en esta familia. —hizo una pausa y sus labios se posaron sobre los míos nuevamente, nuestras narices casi tocándose. —Las mujeres deben ser vistas, no escuchadas. —murmuró.

Luego sus labios estuvieron sobre los míos otra vez, pero este beso no fue forzado ni enojado, fue lento y provocativo. Su lengua se deslizó lentamente dentro de mi boca, dándole vida a la mía, bailaron y se enredaron hasta que no tuve más remedio que renunciar a la lucha por el dominio.

Su mano fría se deslizó dentro del kimono que llevaba suelto, pellizcó mi pezón haciéndome saltar mientras el placer bajaba a mi ingle, gemí en lo más bajo de mi garganta. Sonrió contra mi boca antes de retroceder para mirar mi forma indefensa.

Atado, con las mejillas enrojecidas, casi sin ropa... debe haber desatado algún tipo de bestia en él.

Sacó un cuchillo escondido y cortó la hermosa tela del kimono, revelando mi cuerpo de pálido a la luz del día y pasó una yema fría por mí, deteniéndose en mi pecho para pellizcarme los pezones entre sus uñas y en mi cintura, donde me acercó más a él para poder sentir su erección dura como una roca contra la mía, me estremecí violentamente y mi respiración se hizo más pesada. Una vez más, pasó por todos mis puntos sensibles y se apretó contra mí, haciéndome gemir por él. De repente dejó de moverse.

Me tragué el gemido frustrado que subió a mi garganta y, en cambio, cerré los ojos y apreté los dientes. Abrí los ojos y vi que él me miraba satisfecho.

—¿Te afecto tanto que no tienes palabras? —preguntó con aire de suficiencia y luego rozó mi miembro ligeramente con las yemas de sus dedos, mi espalda se arqueó desde el suelo ante el ligero contacto, jadeé y Matoba se rio entre dientes. —¿Tanto me quieres? —murmuró en mi oído antes de lamerlo sexualmente y mordisquear el lóbulo de mi oreja.

Apreté los dientes aún más fuerte para evitar emitir sonido. Comenzó a lamer mi cuello nuevamente, encontrando mi punto dulce inmediatamente. Era imposible, solté un gemido gutural en mi garganta y luego jadeé cuando sus dientes rozaron mi piel, la anticipación hizo que mi miembro saltara, se rio entre dientes de nuevo.

De repente, envolvió su mano alrededor de mi erección caliente a través de mis boxers. Grité de placer, él sonrió y comenzó a frotarme a través del material. Mi mente volvió a descender a una neblina inducida por el placer y me convertí en un desastre de gemidos desesperados debajo de él.

—Ma-Matoba, por favor... Por favor, Matoba-san. —jadeé y gemí cuando él comenzó un lento y tortuoso ritmo.

—Dime Natsume-kun, ¿qué quieres?

Solté un gemido patético y lo miré suplicante. Pareció momentáneamente satisfecho cuando comenzó a acariciar más fuerte y más rápido, tiré de mis ataduras mientras podía sentir mi liberación acercándose, la tensión se acumulaba hasta mi núcleo, luego se liberó, todo mi cuerpo se tensó mientras el intenso placer me hacía temblar. Mi espalda se arqueó y solté un fuerte grito cuando me corrí, mojando mis boxers y la mano de Matoba, la intensidad me dejó sin aliento y exhausto por lo que no pude hacer nada más que quedarme tirado en el suelo jadeando sudoroso.

Inesperadamente, Matoba se inclinó y me besó tiernamente en los labios antes de alejarse y sentarse en silencio a mi lado. Incluso después de que me recuperé de mi excitación, nos quedamos en silencio. Fue relajante.

***

Debí quedarme dormido porque cuando abrí los ojos todavía estaba en el mismo lugar pero el sol estaba más bajo y había algo que me cubría, uno de los abrigos de Matoba, me cubría manteniéndome caliente. Sonreí por un segundo antes de que la puerta se abriera con estrépito y Matoba entrara con determinación.

Caminó hacia mí, me desató las manos, me levantó al estilo nupcial y me sacó de la habitación. Mis mejillas se sonrojaron y comencé a empujar su pecho. Me lanzó una mirada imponente que detuvo mis protestas casi tan rápido como habían comenzado. Caminamos por algunos pasillos y doblamos muchas esquinas antes de que se detuviera para abrir otra puerta y entrara directamente.

Reconocí esta habitación como la habitación personal de Matoba. "El libro de los amigos" estaba aquí con mi bolsa ¿verdad? Me tensé, Matoba me miró pero no hizo ningún comentario, en lugar de eso me puso en el suelo y comenzó a quitarse la ropa en casi completo silencio.

Después de haber hecho esto, arrojó el futón hacia atrás y se acostó junto a donde yo estaba sentado.

—Acuéstate, Natsume-kun. —fue todo lo que dijo antes de ponerse de lado, hice con rigidez lo que me dijeron y en poco tiempo pude escuchar la respiración constante de Matoba-san.

"Me pregunto qué lo hizo actuar así esta tarde" fue mi último pensamiento antes de quedarme dormido cómodamente junto a mi captor...

𝑪𝒂𝒑𝒕𝒖𝒓𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝑴𝒂𝒕𝒐𝒃𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora