Prefacio: El arder de la pureza

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Cuenta la leyenda, que aquel edificio en el centro de la ciudad de Busan, que actualmente está en remodelaciones para su próxima reapertura, fue donde ocurrió una trágica y macabra historia.

En aquel edificio por eso de los años 1900, para mala suerte de los presentes de aquella noche de fiesta y baile, fue en donde un pobre muchacho fue víctima del más puro pecado, bailar con el mismísimo diablo.

Jungkook es un joven de 21 años, que cursa su segundo año de universidad, proveniente de la familia Jeon, una familia bien acomodada y muy conocida en la ciudad de Busan por su gran devoción hacia Dios. Ellos eran los mayores partidarios de las donaciones que recibía la iglesia, era costumbre verlos todos los domingos en la mañana sentados en la primera banca de la iglesia, con sus mejores galas para adorar al Señor con toda devoción.

Los Jeon eran el ejemplo a seguir de las familias cristianas de la ciudad, tan devotos, pulcros y con sus dos hijos tan rectos, sencillamente eran la familia perfecta.

Pero para el joven Jungkook era tan diferente. La perspectiva que reflejaban de él y su familia era tan diferente, a la realidad, tan errónea.

La sobre exigencia que los Señores Jeon metían a sus hijos, en especial a Junkook para que fuese el mejor estudiante, el mejor hijo, el mejor creyente.

Jungkook esta cansado de ese ciclo infinito, el creía en Dios, pero a veces pensaba que este era demasiado malo con sus hijos, pero cada vez que tenia esa idea y la decía en voz alta, era castigado tan mundanamente por sus padres. Jungkook en ese momento de su vida solo deseaba el poder experimentar como lo hacían sus compañeros y amigos.

Rogaba al señor poder ser libre por lo menos un momento, rogaba poder dejar la carga que llevaba en sus hombros por ser el hijo mayor de la familia Jeon, rogaba a su Dios ser solo alguien que pueda disfrutar de las libertas.

Para suerte del muchacho, sus ruegos fueron escuchados, tal vez no por él que tanto deseaba, en cambio, fueron escuchados por un ser oscuro que lo llevaba asechando desde hace tiempo.

Las plegarias de Jungkook solo fueron una dulce melodía para sus oídos y la pieza faltante en su plan, así que aquel ser no dudo en tomarla, tomar la oportunidad de corromper aquel bello muchacho.

El joven Jeon no desaprovechó dicha oportunidad, fue entonces cuando su destino se selló para siempre.

Conocería al pecado en persona, y no dudaría en agarrar su mano y dejarse llevar.

Se dejo llevar durante tanto tiempo sin sospechar nada.

Se dejó llevar por la melodía de la música, el toque sobre su cuerpo y la vista del hombre que lo hacia pecar.

Siendo la luna su único testigo.

La pequeña azucena conoció a la rosa y eso llevó a que sangrara debido a las espinas contrarias, un sufrimiento tan placentero, donde la pureza se corrompió y ardió, tal como las llamas del infierno, las cuales pronto habitaría su alma.

Pero, como en cada historia, hay dos lados, el que conocemos es solo la punta del iceberg de todo lo que nos queda por contar en la historia.

Porque cuando se ama a alguien, el amor puede atravesar infinidad de barreras, desde lo cultural hasta lo religioso, e incluso la misma vida y muerte. 

Dancing With The Devil | VKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora