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Era un caluroso día de verano de verano en el famoso Karmaland. Luzu, uno de los primeros héroes, se encontraba sentado en su hermoso jardín, disfrutando de la brisa y de la compañía de sus adorables mascotas. Ese día, todo parecía anormalmente tranquilo, sin los típicos gritos, peleas o explosiones que siempre ocurrían en su hogar. Así que decidió tomarse el día para sí mismo y dedicarse a cuidar de sus amadas mascotas.

Para su sorpresa, en medio de la aparente calma, vio acercarse volando hacia él a Quackity, con sus grandes alas amarillas desplegadas. El corazón de Luzu comenzó a latir más rápido al admirar las hermosas alas de Quackity, las cuales siempre había deseado tocar. Sin embargo, nunca se había atrevido a preguntarle, temiendo la posible reacción de su amigo. Pero aquel día, se sintió valiente, algo que no solía ocurrirle a menudo, ya que, según todos sus amigos (hay algunas excepciones) era considerado bastante miedoso.

—¡Quacks!—exclamó emocionado Luzu al ver cómo Quackity aterrizaba a su lado.

—¡Lusu!—respondió el alcalde con una sonrisa, acercándose a él. -¿Cómo estás? Hace tiempo que no te veo por aquí.

—Hola, Quacks. Yo estoy bien, ¿cómo te va la vida como alcalde de Karmaland? —preguntó Luzu.

—Bien, ando un poco estresado, pero todo va bien. Y dime, ¿tú cómo estás? —preguntó Quackity con genuino interés.

—Me encuentro bien, gracias por preguntar, Quacks...—dijo nerviosamente mientras desviaba la mirada hacia las alas de Quackity.

—No hay de qué, Lusu—respondió Quackity, recogiendo sus alas.

—Ah, este... ¿te gustaría pasar a mi casa? Puedo servirte limonada recién hecha —propuso Luzu, tratando de ocultar su emoción.

—Ay, gracias, Luzu. Nadie me trata tan bien como tú—agradeció Quackity, aceptando la invitación y siguiendo a Luzu hacia la puerta de su casa.

Una vez dentro de la acogedora casa de Luzu, Quackity se sentó mientras él buscaba la limonada en la nevera.

—Aquí está—dijo Luzu entregándole a Quackity un vaso lleno de limonada.

—Muchas gracias, Luzu—agradeció Quackity, tomando el vaso con una sonrisa.

—De nada—respondió Luzu, devolviéndole la sonrisa.

—Por cierto... Quackity...—comentó Luzu con una pequeña pizca de nerviosismo.

—Mh, dime, Luzu—

—Me gustaría pedirte un favor...—dijo Luzu con evidente nerviosismo.

—Ay, ya, Luzu, pensé que no eras así... —Hizo una pausa fingiendo tristeza.

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