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No puedo esperar a terminar mi turno e ir a esa extraña biblioteca que ví de camino a la

tienda.

- ¡Hola, Ayra! ¿Cómo ha estado la tarde?

- ¡Ah! Hola, Connie, ha estado algo ocupada, pero no demasiado. ¿Vas a llevar lo de siempre? - Connie viene casi todas las semanas a comprar los mismos artículos una y otra vez - Pantalla LCD y tornillos, ¿Cierto?

- ¡Qué bien!, sí, por favor, y añade 4 engranajes de diferentes tamaños, - Ella es una artista de tiempo completo - no tienen que estar en perfectas condiciones. - Parecía más apurada que de costumbre -.

- Está bien, serían 3 tokens más...

Después de agradecerme, salió por la puerta, dejando un post-it amarillo en el mostrador con una semilla y una planta dibujadas con tinta roja.

Siempre quise preguntarle sobre sus creaciones, pero nunca me atrevo, siempre la veo algo apurada, como corriendo de un lado a otro, y la verdad es que no me gustaría molestar.

Una vez llegaron las 5 de la tarde y el sol comenzaba a ponerse, empecé a organizar todo para cerrar la tienda, tal y como el dueño lo hace: Recoger los carteles de afuera que avisan de lo que vendemos y las ofertas especiales, luego tapar las muestras y las vitrinas con grandes sábanas blancas, cerrar la puerta principal con seguro, y finalmente contar los token y añadirlos al registro. Me gusta mi trabajo, pero me gustaría ir por algo más.

Finalmente salgo por la puerta trasera y me invade un gran sentimiento de intriga, quiero ver esa biblioteca, y espero que nadie más sepa de ella, no muchos se interesan hoy en día por leer, y tal vez yo también sería así de no ser por mis padres, quienes me leían libros de todo tipo antes de desaparecer. No pude contenerme y corrí hacia la biblioteca. El atardecer daba un tinte púrpura y siniestro a través de la sombra de los edificios. Paré por un momento al ver una pequeña planta brotar entre una grieta del pavimento; una pequeña planta con dos vigorosas hojas verdes lograba vivir en tan horrible lugar. Me ví embelesado en su sutil movimiento, hasta que alguien pasó caminando, pisando como si fuera basura, como si no importara, un pequeño resplandor de esperanza destruido por el simple paso de un desconocido.

Grité.

- ¡CUIDADO!

Grité tan fuerte que mis oídos zumbaron y el desconocido, después de mirarme como un loco, salió corriendo. También me espanté, ¿Por qué reaccioné así? No había visto plantas en esta zona en mucho tiempo más allá de los libros ilustrados, ¿Era para tanto?

Me acerqué a lo que unos segundos antes me había hipnotizado, no había nada qué hacer, de alguna manera había sido cruelmente arrancada y hecha puré. Me resigné a tomarla y continuar mi camino.

Llegué a la biblioteca, era de tamaño mediano y las ventanas estaban empapeladas con periódicos y hojas de revista muy antiguas. Los vidrios parecían grandes y me parecía sorprendente que, después de tanto tiempo, nadie haya tenido la indecencia de romperlos aún. Justo encima de la gran puerta principal había un letrero bastante desgastado y descolorido:

"Biblioteca de Bora Arengó"

Qué nombre tan raro, pero supongo que somos afortunados de tener una... Según he oído, la educación no es común en ninguna de las Pequeñas Ciudades, creo que debo agradecerle a nuestro gran fundador, fundador de la Pequeña Ciudad Gamma. Ahora que lo pienso, ¿cómo no la había visto antes? He vivido en Gamma desde siempre, y he pasado por esta zona incontables veces.

- Muy mal ahí, Ayra, tal vez necesitemos lentes para ver, después de todo. - Me burlé de mí mismo mientras inspeccionaba la puerta.

Pude abrir la entrada con un pin de cabello que tenía en uno de mis bolsillos, finalmente encontré una función útil a una de las muchas cosas que siempre cargo conmigo.

Desde el momento en que entré y el olor a guardado y a polvo me golpeó como una ráfaga, supe que nadie usaba este lugar desde hace muchos años.

- Lucky, ahora ¿tendrás electricidad o tendré que venir con fuego como un desquiciado? - pregunté al aire mientras me dirigía al switch de la luz y lo apreté.

Las lámparas comenzaron a parpadear y el lugar se tornó peculiarmente tenebroso, sentía que en cualquier momento algo me tomaría por la espalda y sería el final de mis días... Afortunadamente no ocurrió y las luces se estabilizaron, revelando un acogedor espacio lleno de estanterías y polvo, con un cómodo mueble contra una de las paredes del fondo, cubierto con una tela gris, y una especie de segundo piso en donde había tres computadores que no creo que funcionen.

Puse mi máscara y capa sobre una mesa y me dispuse a buscar mi tema principal de interés: biología. Ya había leído muchas veces los libros que mis padres me dejaron, y estoy seguro de haber disfrutado aprendiendo sobre cómo funciona la vida. Agarré uno de los que estaban en la estantería con el título de Ciencias Naturales y me dirigí al mueble, quité la sucia cortina que lo cubría con cuidado, y revelé un bonito sillón verde en el cual me tiré sin pensarlo. Levantó un poco de polvo, pero la cosa que lo cubría evitó que quedara como salido de una tormenta de arena.

Leukos VeritasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora