Fue una advertencia susurrada en lo más profundo de nuestro ser:
"Ellos tomaran todo lo que no les pertenece y tomaran aún más, si no los paras, Ellos robaran hasta el mismísimo cielo de ti."
Pero no escuchamos y los dejamos tomar nuestro ser, no escuchamos y los dejamos tomar nuestro tiempo, los dejamos tomar hasta nuestra alma misma.
Tomaron nuestro cielo, y aun querían más, y pelearon entre ellos, como perros rabiosos, como monstruos sin razón, por un solo misero pedazo más.
Se pararon en el cielo y empezaron una terrible guerra.
¡Y he aquí! Desde lo más alto de la ciudad insomne, los monstruos abrieron el cielo, lo que surgió, fue terror puro, el firmamento carmesí llovió con destrucción catastrófica, y lo que siguió fue peor que la muerte misma.
Sus armas cayeron como una lluvia de estrellas mortífera, y sus cañones resonaron por el mundo como la orquesta de la muerte.
Y los destellos que siguieron fueron como un espectáculo de fuegos artificiales que salió mal, un espectáculo que la humanidad nunca podría olvidar.
Y el mundo se dijo te amo.
Y Ellos dijeron eres mío.
Y nosotros susurramos por piedad.
Y ellos gritaron su megalomaníaco odio.
Y el mundo tomo su ultimo respiro.