Un inquietante viernes, Aludosia se vio sorprendida al encontrar en la puerta de su casa una misteriosa caja. Era una caja de cartón gris, sin ningún adorno ni etiqueta. Tenía el tamaño de una caja de zapatos común, pero su presencia era todo menos común. Alguien había llamado a su puerta y, con una meticulosa lentitud, la había acomodado de una forma caprichosa, la caja estaba perfectamente alineada con la puerta, como si el intruso hubiera tenido todo el tiempo del mundo para elegir el lugar adecuado.
Aludosia, que había estado cerca cuando tocaron la puerta, la abrió en menos de un minuto. Sin embargo, no había rastro de aquel desconocido. Mientras Aludosia recogía la caja, notó que no pesaba absolutamente nada. Se asomó por segunda vez, para ver si podía avistar al responsable, pero no encontró nada fuera de lo ordinario.
Sin prestar mucha atención, regresó a su hogar, cerró la puerta y se dispuso a examinar el contenido de la misteriosa caja. Sin embargo, algo en ella la detuvo. No era un obstáculo físico, ya que la caja carecía de cintas adhesivas o pegamento que impidieran abrirla. Aludosia se sentó frente a la mesa, colocó la caja en el centro y la contempló durante un rato. Aun no se atrevía a abrirla, ya que su mente retorcida concebía innumerables horrores posibles en su interior. ¿Qué si albergaba una araña venenosa, una mano mutilada, una enfermedad contagiosa o una fotografía inquietante? Las peores posibilidades se arremolinaban en su imaginación. Debido a la ligereza de la caja, estaba segura de que contenía algo que no tenía peso, lo cual limitaba la gama de espantosas posibilidades.
Finalmente, Aludosia dejó la caja en la mesa, se alejó y trató de llevar a cabo sus quehaceres cotidianos. Sin embargo, su mirada seguía volviendo a la caja misteriosa. La sensación de que había algo que debía descubrir la acosaba. Tal vez la caja estaba vacía, o quizás contenía una carta. O podía ser algo aún más inquietante, como un ojo humano. Un escalofrío recorrió su espalda cuando su mente se llenó de pensamientos oscuros acerca de lo que podría esconderse dentro de aquel misterioso objeto.
La paranoia la estaba consumiendo, pero, por más que daba vueltas en su cabeza, no encontraba el valor para abrir la caja. Finalmente, la tomó en sus manos, salió de su casa y eligió una vivienda al azar. Una vez que tuvo su objetivo, colocó la caja meticulosamente frente a la puerta de la casa seleccionada, como si estuviera destinada a estar allí. Luego, tocó el timbre y se apresuró a regresar a su propio hogar.
Desde una esquina de su ventana, observó cómouna persona salía de la casa seleccionada y miraba la caja con incredulidad ydesconcierto. Una vez que esta persona cerró la puerta, Aludosia suspiróaliviada, pensando que la caja ya no era su problema. Se dio la vuelta ycontinuó su rutina como si nada hubiera sucedido.
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La caja
HorrorAludosia recibe una inquietante caja y se debate sobre su contenido terrorífico, desencadenando una obsesión que la sumerge en un misterio oscuro.