ETERNAMENTE ALICIA

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—¡Qué le corten la cabeza! ¡Qué le corten la cabeza! —gritó la Reina de Corazones.

Alicia dejó de hablar con los dos hombres del ejército de naipes y la miró asustada. El Conejo, quien acompañaba a la reina como su consejero, también se estremeció.

—¡Qué le corten la cabeza! ¡Qué le corten la cabeza! —volvió a gritar la reina.

—¡Qué le corten la cabeza! —la imitó Alicia con voz burlona—. ¿Es qué no sabes decir nada más?

—¿Acaso osas reírte de mí, niña?

—Bobadas —dijo Alicia—. No eres más que una charlatana.

—¡Cómo te atreves a hablarle así a tu reina!

—Tú no eres mí reina.

—Yo soy la reina de todo lo que ves —dijo la Reina de Corazones.

—¿Y que es lo que estoy viendo? —preguntó Alicia.

—¿Ahora mismo? Mi campo de croquet.

—¿Croquet? ¿Qué es el croquet?

—El croquet es un juego al que juego con algunos de mis amigos y en el que siempre gano yo —dijo la reina con una extremada seguridad en sí misma.

—¿Y yo también puedo jugar? —preguntó Alicia, entusiasmada.

—Claro que no. No eres más que una niña.

—Eso lo dices porque tienes miedo de perder.

—¿Acaso crees que una niña como tú podría ganarme? —le preguntó la reina con soberbia debido a su falta de costumbre a ser desafiada.

—Si —respondió Alicia—. Se me suelen dar bien los juegos.

—Está bien, pero, si pierdes, mi verdugo te cortará la cabeza.

—De acuerdo, pero, si gano, yo seré la nueva reina.

—¡Qué! —exclamó la Reina de Corazones, furiosa por la osadía de Alicia.

—¿No estabas tan segura de ganarle a una niña como yo?

La reina rugió, apretando los dientes. El Conejo y su ejército de naipes la observaba con temor.

—Está bien —aceptó finalmente—. Total, ni si quiera sabes jugar.

—En eso yo puedo ayudarla —intervino el Gato de Cheshire, apareciéndose entre las sombras—. Yo mismo puedo explicarle las reglas a Alicia.

A pesar de las constantes interrupciones debido a los gritos de la Reina de Corazones, Alicia escuchó con atención las palabras del gato. Muchos dirán que Alicia era una niña muy lista para comprender tan rápido el juego del croquet y, en efecto, así era, pero no se pude obviar que hubo cierto poder mágico en las palabras del Gato de Cheshire.

Finalmente, la partida comenzó, y aunque al principio Alicia era incapaz de controlar su flamenco, las caricias y los susurros que le dedicó al animal hicieron que se relajase, ayudando a que Alicia se centrara en la partida. Por otro lado, con cada punto de la niña, la desesperación invadía el corazón de la reina. La amenaza de perder su corona ante una niña provocaba que no parase de gritarle a su flamenco. El Gato de Cheshire observaba con una grata sonrisa la partida que Alicia acabó ganando a pesar de las trampas de la reina; tal y como él mismo había planeado.

—¡Bien! —exclamó Alicia tras anotar el último punto—. ¡Ahora yo seré la nueva reina!

—¡Qué! —gritó la Reina de Corazones—. ¡Guardias! ¡Guardias! ¡Arrestadla!

—Señora —intervino el Conejo—. Ya no tenemos por qué obedecerle. Usted ya no es la reina. Ahora la Reina de Corazones es Alicia.

—¡Viva la Reina Alicia! —exclamó el Gato de Cheshire.

—¡Viva! —gritaron los soldados del ejército de naipes.

—¿Cuál es su primera orden, majestad? —le preguntó el Conejo a Alicia.

—¡Qué le corten la cabeza! —gritó Alicia, señalando hacia la reina—. Así sabrá lo que han sufrido los demás.

La antigua Reina de Corazones vio con el miedo en sus ojos como el verdugo se acercaba a ella para llevársela. En cuanto aquel fornido hombre la sacó de allí todos los demás celebraron la coronación de la nueva Reina de Corazones, a la que también fueron invitados el Sombrerero y la Liebre.

Así fue cómo Alicia se convirtió en la nueva reina del País de las Maravillas. Una reina justa que fue adorada por todo el pueblo. Muchos fueron los que acudieron a ella para ofrecerle todo tipo de obsequios; ropas elegantes, joyas preciosas o deliciosa comida. Sin embargo, y a pesar del buen trato que recibía, el paso del tiempo hizo que cada vez le gustase menos aquel lugar que acabó aborreciendo y al que terminó llamando el País de las Pesadillas. La monotonía de sus días acabó por amargar a Alicia y la que un día había sido una dulce niña se fue convirtiendo en una mujer cada vez más mayor que no sabía hacer otra cosa que no fuera dar órdenes a través de sus berridos.

—¡Qué le corten la cabeza! —gritaba cada vez que alguno de sus súbditos le fallaban.

Sin darse cuenta, Alicia se había convertido en la mujer que un lejano día había odiado.

Los años siguieron pasando y poco a poco su memoria se fue borrando. La Reina de Corazones ya no recordaba cómo había llegado hasta aquel lugar ni tampoco cual era su verdadero nombre. No fue mucho después cuando se dio un suceso inesperado. La Reina de Corazones se encontraba en sus aposentos cuando uno de sus soldados del ejército de naipes acudió a ella para darle la noticia.

—Mi señora. Ha llegado una visita del exterior. Hacía mucho tiempo que algo así no ocurría. ¿No cree que sería una buena idea que vaya a recibirla usted misma en persona?

Algo novedoso al fin hizo que la Reina de Corazones volviera a sonreír y rápidamente salió al encuentro de aquella inesperada visita en compañía del Conejo, su consejero. Sin embargo, cuando llegó allí, la reina pudo ver como una dulce niña charlaba con dos hombres de su ejército de naipes y los recuerdos de su niñez volvieron a su mente. De pronto, la Reina de Corazones se dio cuenta de que todo su reinado estaba a punto de ser amenazado.

—¡Qué le corten la cabeza! ¡Qué le corten la cabeza! —gritó la Reina de Corazones.

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