Parte I ~ El comienzo y el inicio

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- Día 1749. No se ve mucho movimiento, hace calor, llevo aquí adentro demasiado tiempo, talvez ya sea seguro salir, esperaré a la noche - dijo mientras terminaba su grabación.

A su derecha, junto a la mano con la grabadora, un radio con un suave y bajo sonido de estática, y una tasa con un café tibio pues no se enfriaba con el calor del ambiente. Una luz blanca dominaba el lugar, menos por un pequeño recuadro, junto a una pared, donde colgaban unas telas blancas y periódico y dejaban entrar algo de esa luz cálida y áspera del sol de mediodía.

Afuera no se escuchaba nada, a veces algun animal volaba por allí y le mantenía alerta, pero no se preocupaba, no le encontrarían allí, está demasiado alto para que suban.

En la cama, de la forma más cómoda y fresca que pudo encontrar, poco faltó para que empezará a desnudarse, pocas ráfagas de aire pasaban por sus pies descalzos y le ayudaban a no sudar. Llevaba tiempo sin ver a alguien, o sin tener noticias de radio, o de escuchar alguna otra voz que no fueran los gruñidos y chasquidos de las bestias de cuando salía. Sus vendajes estaban viejos y sucios, pero aún tenía miedo de quitárselos, no quería ver la herida abierta, sería casi una sentencia de muerte.

Así pasaron unas horas, entre el delirio causado por el calor y la nostalgia por unas costillas sanas.

- Noche 1749. Aún menos movimiento, veo algo de luz aún de la tienda a un par de cuadras, pero ya empieza a parpadear. El calor ya bajó, mucha suerte que no sude demás, y la herida se siente mejor - decia mientras se palpaba cuidadosamente el costado de su tórax - , llevaré a cabo una expedición hacia el sur, a lo mejor bajar algunos 3 o 4 kilometros, hasta donde están los edificios de oficina, la meta de hoy: agua y medicamento.

Tomó una mochila, la cual ya venía algo cargada, una botella de agua, unas latas de preservas, algunas pilas y un machete bastante pesado. De junto a la radio agarró unas pastillas y una barra de jabón, metió casi todo a la mochila, pues el machete iría colgado al cinto marrón que colgaba de forma diagonal desde su hombro a su cadera. Se terminó de vestir, una camisa de franela blanca y gris arremangada, unas botas con el casquillo expuesto por tanto uso, y una liga roja, con la cual se agarró el cabello color cobre, rizado y largo que corría por sus hombros. Y salió.

Fragancia a MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora