Capítulo 35

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Hasta el día siguiente no me di cuenta de que había dejado mis cosas en la biblioteca.

Me dirigí a la biblioteca por la mañana temprano para coger los libros. Como ayer, Duen se sentó en la biblioteca.

—Ya lo he empaquetado.

Como si supiera que iba a venir, Duen empujó hacia mí el libro que había puesto sobre el escritorio.

Sonreí torpemente y acepté el libro que mi superior empujaba hacia mí. Tampoco me olvidé de darle las gracias.

—Por favor, devuélveme el libro que has alquilado antes de la semana que viene.

—Si

Por último, miré a Duen, dándole las gracias.

Esto se debe a que los ojos de mi superior, que han estado enfocados en el libro que estoy tratando de tomar prestado desde ayer, me han estado molestando.

(...)

—Hoy, en nombre de la clase de geografía, un sacerdote del templo vendrá a dar una conferencia.

¿Perdón? Esta era la primera vez que lo oía.

Cuando miré al profesor con cara de sorpresa, éste, que sintió mi mirada, sonrió con una cara benévola.

—Hice un preaviso la semana pasada, y espero que todos lo recuerdan, ¿verdad?

Oí un 'sí' de aquí y allá. Supongo que fui la única que lo olvidó. Asentí con impaciencia para mezclarme con la multitud.

Poco después, entró un cura con uniforme blanco en lugar del profesor. Sonrió con más amabilidad que el profesor y miró a su alrededor.

Me apresuré a esconder el libro que había cogido prestado de la biblioteca bajo mi libro mayor ante la mirada del sacerdote. Nos miraba uno a uno desde el extremo izquierdo.

No podía mostrar con orgullo un libro sobre un demonio delante del sacerdote.

—En primer lugar, hoy no estoy aquí para decirles la palabra de Dios.

Asentí a las palabras del sacerdote.

Como él decía, no era necesario que viniera desde el templo a predicar las palabras de dios. Porque la gente de todos los continentes, incluido el imperio, ya creía en el mismo dios.

Dios era real. El poder divino que los sacerdotes recibían de Dios era prueba de ello.

Por supuesto, hay mucha gente que como yo sabe que Dios existe, pero no tiene fe.

—Ya que no están en brazos de tus padres que los han estado protegiendo, estoy aquí para compartir con ustedes algunas precauciones. Es una práctica anual.

Haaamm.

Oí a Melissa bostezar a mi lado.

La conferencia, que no tenía nada que ver con el examen, parecía ya aburrida.

La conferencia despertó mi interés más que ninguna otra. Después de la clase, incluso me planteé ir a ver al cura para preguntarle si había algún caso como el de Liel.

—Sabes todo sobre las bestias demoníacas, ¿verdad?

Una vez más, hubo un montón de respuestas afirmativas a mi alrededor. De alguna manera, sentí que la historia fluía en la dirección que yo quería.

Mis ojos cobraron vida de repente.

—El número de bestias demoníacas es incalculable. De modo que la mayor parte de la seguridad está fuera de los límites del imperio.

Mi amigo se volvió un villano | Rof@an Donde viven las historias. Descúbrelo ahora