◇ Capítulo Uno

846 68 11
                                    

Era una brisa marina, algo frío pero agradablemente reconfortante, la que acariciaba su larga melena castaña, haciéndola bailar con el viento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era una brisa marina, algo frío pero agradablemente reconfortante, la que acariciaba su larga melena castaña, haciéndola bailar con el viento. El vestido blanco perlado, envidioso del baile de las hebras de color cacao, decidió unirse a tal espectáculo en el momento en que la suave brisa se volvió a soplar con excitación, mientras la luna, brillante y en movimiento, se reflejaba elegantemente sobre las tranquilas olas. del mar, observando todo desde la distancia.

Era el entorno perfecto para atraparla a ella ya sus preocupaciones en la paz que proporciona un abrazo, que con suerte borraría por completo los pensamientos cada vez más pesimistas sobre su estancia en aquella ciudad o, en particular, sobre su obligada presencia en aquel centro de reuniones, donde se encontró con su familia y cientos de desconocidos a los que tenía que conocer o, al menos, relacionarse lo suficiente como para que su nombre se repitiera con gracia en las siguientes reuniones de aquellos hombres con los bolsillos llenos de dinero.

Dejó escapar un largo suspiro y cerró los párpados durante unos segundos, luego inhaló lentamente todo el aire que la rodeaba, para calmar de una vez por todas la ansiedad que amenazaba con consumirla. Necesitaba calmarse lo antes posible, pues sólo había salido del gran salón con la excusa de tener que ir al baño, aunque la realidad era que necesitaba al menos por un momento dejar de fingir que estaba cómoda allí dentro, rodeada por todos lados de gente que la hacía sentir incómoda ya menudo como alguien completamente irrelevante. Eran situaciones como estas las que la hacían querer ser cien por cien racional, porque odiaba la forma tan humana en la que sentía cada acción estúpida que los demás hacían intencionadamente o no hacia ella. Quería dejar de pensar tanto y simplemente, ser otra persona, porque en el más cruel silencio, estaba demasiado cansada para seguir viviendo la vida que le había sido asignada.

Finalmente abrió los ojos y, tras dejar escapar la última exhalación, caminó confiada hacia el gran salón donde se suponía que se encontraba su familia y el resto de personas reunidas, al caminar sus tacones resonaban contra el pulido suelo y su vestido se movía con gracia.

- Mantén la espalda recta -se repetía a sí misma mientras caminaba sonriente entre la multitud, de vez en cuando, algunos pares de ojos se posaban sutilmente en su esbelta figura, pues pocas veces lograban observar en persona a la futura doctora de la aclamada familia Kang, aquella que había decidido seguir los pasos del aún cabeza de familia, Kang Jungsik, el aclamado y respetado médico y abuelo paterno de la joven, de quien se rumoreaba estaba gratamente orgulloso de que su nieta favorita decidiera ejercer la medicina como él.

- Has tardado demasiado -le reprochó su madre en un susurro en cuanto llegó a su lado.

La joven la observó fugazmente y, con la misma rapidez con la que apartó la mirada de su madre, el rostro de ésta pareció volverse cada vez más opaco, pues su progenitora no perdía ni un segundo en reprocharle cualquier detalle de su comportamiento, por esa misma razón, había decidido abstenerse de comentar nada al respecto, ya que un intercambio de palabras entre ellas sólo podía terminar mal, sobre todo si la mayor consideraba inapropiados los comentarios de su hija.

𝙇𝙤𝙤𝙠 𝘼𝙩 𝙈𝙚 ▪︎ 𝘽𝙖𝙙𝙖 𝙇𝙚𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora