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En ocasiones, por más que intentes, por mucho que luches, las cosas no resultan como uno quisiera, aquello que tanto anhelas se queda suspendido en el viento fusionándose con esas palabras y promesas que algún día se recitaron.

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El amor no puede fluir en un sòlo sentido, una sola alma no puede mantener dos corazones latiendo y en ocasiones la situaciòn es tan engañosa que te hace creer que todo cambiarà y algùn dìa te verà con el mismo amor que tu a èl....

Hace meses que se conocieron, se trataron, platicaron y poco a poco ambos pensamientos deseaban la compañía del otro, ocasiones en las que un simple saludo de parte de aquel azabache le daba la calma que necesitaba o como aquella voz del rubio le producía un cosquilleo.

Recuerda verlo de pie en frente del cartel de ese pueblo, acompañado de un chico de boina verde y otro con antifaz de búho, donde los tres compartían pequeños empujones, palmadas en los hombros, bromas y aquel chico de brillantes ojos esmeraldas regalando la màs amplia de las sonrisas que hubiese visto en su vida, cruzaba levemente sus brazos. Recordaba lo curioso que le pareció la escena y el magnetismo que tuvo al instante con aquellos esmeraldas. Siguiò su camino sin màs, pero aquella figura no desaparecería tan fácil de su mente a partir de aquel instante.

Los dias pasaron lentos y pocas ocasiones podia voler a ver al chico pàlido de las sudaderas blancas o negras, recordaba verle tan brillante como siempre y lo bien que el color negro resaltaba su blanca piel, aunque en ese tiempo lo viera solo a la lejania, sonriendo o dando càlidas miradas a todos aquellos con los que hablara, observando con curiosidad su entorno y en ocasiones, le daba la impresion de que aquel rubio buscaba a alguien entre todo ese mar de gente y casas. También recordaba como poco a poco él mismo sonreía al aire por el simple hecho de verle caminando a la distancia.

Por su mente nunca cruzó la idea de hablarle, siempre lo veía tan ocupado, corriendo por todos lados, con pasos agigantados que no pensaba que aquel chico de sudadera blanca y pálida piel pudiera prestarle atención algún día.

Cada dìa el azabache frecuentaba màs el mercado de aquel pueblo rústico y pintoresco en el que ambos residían, con la esperanza de toparse con esos rubios y largos cabellos, quizá era la suerte o quizá era el destino que dictaba que ambos deben compartir caminos sin importar el final del mismo.

Aquellas mejillas del de sudadera blanca comenzaban a pintarse de un bello color rojizo que le recordaba los brillantes tonos del ocaso cada que cruzaban miradas y aquel chico de pálida piel y dulces ojos esmeraldas, nervioso y con las manos sudadas le regalaba tímidas sonrisas, mismas que encantaban a esos ojos púrpuras penetrantes que pertenecen al azabache. Era ya común que aquellos dos se encontraran por aquellas calles del pueblo.

Comenzó con una simple pregunta acerca del precio, una sugerencia de parte del otro y desde ese momento, aquel chico de dulce sonrisa y rubios cabellos, salía cada día a la misma hora del alba para verle y hablar con el de púrpura.

Dia tras dia, sus intercambios de frases simples o ciertas recomendaciones, se convirtieron en pláticas de horas, desde el alba hasta el ocaso, risas escandalosas, miradas tiernas y aquellos momentos que algun dia vio en aquel cartel, ahora los vivia con él y se sentía plenamente agradecido de disfrutar esa sensación.

Había pasado bastante tiempo ya que el de amatistas brillantes no experimentaba dicha situación, pues había dejado en claro años antes que el tema del amor lo abrumaba, luego de bastantes intentos fallidos de buscar una compañía con quien sentirse completo, alguien que le entendiera y le quisiera como deseaba, pero todo le reafirmaba que aquello no sería posible para alguien como él.

PerdònameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora