—Es ofensivo hasta para mí que creas que se va a enojar, si el pibe vive haciendo de todo para que seas feliz.
Se encuentran en la casa de Alejo para terminar los últimos detalles del viaje que van a hacer y en algún punto sale el tema que ya es recurrente entre ellos: Por qué Brian no le dice de una vez sus sentimientos a Ignacio.
Brian escucha lo que Valentin le dice y rueda los ojos notoriamente. Tiene el pensamiento egoísta de que las cosas eran mejores cuando el colorado no estaba de novio con Agustín y no tenía ese optimismo insoportable.—Los odio. —Les dice a los cuatro pares de ojos que lo miran, solo para escupir un poco de la frustración que siente que lo está consumiendo. Está cansado de hablar siempre de lo mismo, no va a confesarle a Ignacio que está enamorado por una simple razón: no quiere perderlo.
Cada vez que piensa en algo que lo hace feliz se ve con Ignacio al lado y le asusta si quiera pensar que sus sentimientos van a hacer que el tucumano se aleje, que no lo visite cada domingo a las seis de la tarde porque sabe que a esa hora el santafesino se pone nostálgico porque está lejos de su familia o que no le lleve alguna comida hecha con sus propias manos o que no le comparta más sus playlist con temas que a Brian no le gustan para nada, pero que disfruta porque cuando los escucha se permite ponerse en el lugar del tucumano y en algún punto esas chacareras le agradan y él también agrega un par a sus playlist.
Le aterra perder todo eso, ya no se concibe en el mundo sin su otra mitad y todavía le alcanza con que su otra mitad venga en forma de amigo.
Así que no, no va a confesar nada.Matías se ríe mientras le aclara a Alejo que no los odia solo debe ser envidia y por suerte para Brian el timbre suena, y sabe que es Ignacio, porque todos los demás ya llegaron y no esperan a nadie más.
—Tarde otra vez. —Le dice cuando le abre la puerta. Ahora que el tucumano está ahí, tiene esa sensación cálida en el pecho de que está a salvó.
—El reloj corre más rápido que yo. — Le responde Ignacio con su voz grave, dejándole un beso sonoro en el cachete. —Qué puedo hacer.
La tarde pasa rápido entre mates y discusiones por quién va a organizar cada cosa, al final del día deciden que Agustín va a ser el encargado de buscar el hotel donde se van a hospedar, los demás se encargaran de las tareas pequeñas porque el ojiclaro no confía tanto en sus capacidades para organizar bien las cosas, todos aceptan porque en realidad Agustín tiene razón.
...
El jueves de esa semana, Brian está en la facultad con Valentin y Matías cuando ve una historia que sube Ignacio que lo deja en offside.
El tucumano está sentado en un café de Palermo, mira a la cámara sonriente mientras una chica rubia de ojos claros lo abraza por los hombros, Brian intenta ignorar el nudo que se le forma en la boca del estómago, pero por más que se haga el distraído tiene ganas de vomitar y de mirar mil veces esa foto, hacerle zoom, analizar por qué la piba tiene las manos en el pecho de Ignacio e Ignacio se las sostiene.
Quiere llamarlo, reclamarle una explicación que lo deje en paz con el mismo, pero no tiene derecho, Ignacio es libre de salir con quién quiera.—Y esa carucha. —Le dice Matías mientras le agarra los cachetes. Brian lo aleja bruscamente, y sin poder disimular, lo mira con el ceño fruncido.
—Y a este qué le pasa. —Matías le pregunta al colorado, Valentín está comiendo una magdalena, mientras toma un mate e intenta que no se le vuelen los resúmenes que tiene en las piernas cuando Brian le tira su teléfono para que vean con sus propios ojos lo mismo que él vió. Sabe que es un error, que ese escándalo que está a punto de hacer por esa foto va a costarle semanas y semanas de sus amigos diciéndole que se deje de joder y se confiese, pero en ese momento no quiere pensar en eso, necesita hablar de la foto, de la chica, de si es el tipo del tucumano, de si ellos piensan lo mismo que él.