A un toque

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Entonces corrí a tus brazos como un niño, a los de su madre, rodeando tu cintura con mis brazos y poniendo mi cabeza en tu pecho, sintiendo paz, como si nada pudiera dañarme. Y nunca en ninguna casa me sentí tan cálido.

Aun en los días nublados con el frío viento, yo puedo sentir la calidez de tu amor.

Aunque no pueda estar en tus brazos, mi corazón sigue feliz de saber que tu presencia es fuente de esta alegría desbordante.

Por favor, nunca alejes tus brazos de mi alma herida. Solo ellos son capaces de fortalecer los muros de mi corazón.

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