La brisa fresca de la mañana que te dan ganas de haber seguido en cama me saluda mientras cruzaba el campus universitario lleno de Ardillas por todas partes, con mochila al hombro y muchos pensamientos de lo que tenia el día por delante. Mi nombre es Ana, Soy un estudiante de sexto semestre de una licenciatura, y mi vida universitaria estaba dividida entre aulas llenas de teorías educativas, trabajos activos y una pasión deportiva no muy convencional; no es futbol, basquet o GYM como la mayoria, mi elección fué kung-fu.
El reto era real. Mis días comenzaban muy temprano con clases de ingles, luego sobre pedagogía, seguida de otra de linguistica, donde el aula se llena de teoria, trabajos y practicas a mi alrededor, era dificil sumergírse en apuntes y exámenes, mientras mis ganas estaban en que llegaran las 5pm para ir al entreno de mi deporte favortio, es que la sala de entrenamiento se convertía en mi santuario, un lugar donde la disciplina académica se olvidaba por un instante y se mezclaba con el arte marcial. Aunque muchos no entendían esta dualidad, para mí, era un equilibrio necesario, ya que ni si quiera horas de sesion psicologica me genera la calma que una practica de estedeporte me brinda. Mis compañeros de clase pensaban que estaba en la locura, ¿cómo podía equilibrar las exigencias académicas diarias con las demandas físicas tan drasticas que es un deporte de contacto? Pero para mí, ambas eran extensiones de mi vida,pero no contradicciones. Cada postura, forma o golpe del arte marciale se alineaba con la paciencia de saber que ataque se debe de usar, cada técnica u enseñanza resonaba con la disciplina del lugar. El verdadero desafío radicaba en malabarear el tiempo entre el deporte y la carrera que escogi. Las noches más largas se volvían parte de la rutina diaria y los fines de semana incluso se comprometia en esta decision de tener dos responsabilidades; "El tiempo es oro" es una frase muy usada incluso por mis padres pero solo lo pude comprender ya estando en ese momento que me rodee entre deberes, clases y entrenamientos. Aprendiendo asi a exprimir cada minuto.
A veces, el agotamiento amenazaba con vencerme. La fatiga académica de mantener buenas notas chocaba con la física, y en medio de esa tormenta, me preguntaba si estaba eligiendo el camino más difícil. Pero cada golpe, cada desafío, me recordaba por qué lo hacía. Kung Fu no era solo ejercicio; era mi válvula de escape, mi manera de despejar la mente para abrazar con renovada energía la vida. Un día, mientras caminaba por el campus, una idea audaz surgió. ¿Y si pudiera fusionar ambos mundos? Hablé con mis profesores y, para mi sorpresa, encontré apoyo. Decidimos organizar una clase especial al aire libre, combinando principios de la licenciatura con elementos de Kung Fu. Aquel dia demostró que mis dos mundos no eran tan inconexos como parecían, ademas de incentivar a mis compañeros a realizar actividades deportivas que les despejen la mente. Mi maestro de Kung Fu no solo era en técnicas de combate, sino también en la transmisión efectiva de conocimientos, de respiracion y control.
Así, no solo logré sobrevivir, sino florecer en ambos aspectos de mi vida en este miniproyecto personal. La realidad universitaria puede ser un campo de malabares, pero descubrí que la clave no está en elegir uno sobre el otro, sino en encontrar la armonía entre ambos. Aun sigo batallando con los tiempos pero enrealidad, no puede realizarme mas facil continuar con ambos.
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Malabarismos de la realidad Icesista,
Teen FictionImagina malabarear exámenes de pedagogía con patadas de Kung Fu! En este relato, Ana, una estudiante universitaria ansiosa y con más energía que un Red Bull, nos lleva a un corta historia entre las aulas y sus intensas sesiones de Kung fu en Icesi...